viernes, 5 de mayo de 2023

 

SEQUÍA: MEDIDAS URGENTES

Nos encontramos ante un período de sequía que empieza a resultar agobiante. Aunque la falta de lluvias es algo que suele suceder en un clima mediterráneo como el que se da en España. Podemos recordar períodos de sequía como el de 1982 – 83 y sobre todo el de los años 1992 – 1995 que fue una de las sequías de mayor gravedad, y posteriormente entre 2004 – 2005 y en los últimos tiempos.

La sequía comienza siendo meteorológica por la ausencia de precipitaciones, y en este estadio causa daños de manera especial a los cultivos y pastos de secano. Si la ausencia de lluvias persiste en el tiempo, la sequía pasa a ser hidrológica o escasez, ya que entonces afecta a la disponibilidad del agua regulada en los embalses y por tanto a los diferentes usos hídricos que dependen de los mismos.

Debido a la irregularidad en la distribución de las lluvias en el espacio y en el tiempo, que se da en la mayor parte de España, ha sido preciso que a lo largo de la historia los españoles hayamos tenido que dotarnos de más de 1.200 embalses, imprescindibles para poder regular agua con la que hacer frente a las necesidades hídricas de un país moderno: abastecimiento urbano, regadíos, usos industriales, aprovechamientos hidroeléctricos y usos recreativos. Hemos pasado de una regulación natural del 9 % de la aportación por lluvias, al 44 % de media gracias a las obras de regulación construidas.

Pero si no llueve y entramos en sequía hidrológica (escasez) la situación se vuelve agobiante porque no hay agua para atender a los diferentes usos. Y como es prioritario el abastecimiento urbano, empiezan a verse afectados los otros usos y especialmente el regadío, el uso que más agua utiliza, y en consecuencia se reducen o anulan superficies de riego según sea la disponibilidad de agua.

En 1999 entró es escena un factor imprevisto: los caudales ecológicos. Ignorando el régimen natural de nuestros ríos, la administración española, más papista que la Directiva Marco del Agua, que ni los define, determinó que estos caudales son prioritarios y una restricción previa a los sistemas de explotación. Con lo cual entraron en el juego e influyen en agravar aún más las consecuencias de la sequía. Los caudales ecológicos han reducido un 16 % la disponibilidad de agua para el resto de usos, al tener que suministrarlos desde los embalses durante los períodos en los que, en régimen natural de los ríos, su caudal es prácticamente nulo.

Se debería haber apostado por una política de incremento de la capacidad de regulación para defendernos mejor de los períodos secos que los expertos en cambio climático anuncian como más frecuentes. Hace años que en España no se construyen las presas necesarias. Al contrario, pretenden derribar algunas como la de Valdecaballeros en Extremadura. Un disparate.

En sequía hay que extremar las medidas en el uso racional del agua. En los abastecimientos urbanos evitar el despilfarro y reducir las pérdidas en las redes, en regadío continuar los procesos de modernización y digitalización para hacer un uso más eficiente del agua y, cosa que hasta ahora no se ha hecho, debería llevarse a cabo la reducción al máximo de los caudales ecológicos, aunque esto pueda suponer un deterioro transitorio del estado de las masas de agua.

Con la sequía vamos a sufrir todos. Muchos abastecimientos urbanos se verán afectados y habrá que implementar obras de emergencia o de suministro mediante cisternas. Los cultivos de secano tendrán producciones muy inferiores a las normales por la falta de humedad del suelo. Los regadíos verán sensiblemente disminuidas, cuando no anuladas, sus superficies de riego. Y por tanto las pérdidas económicas serán de una gran magnitud para el sector agrario. La producción de alimentos se verá sensiblemente reducida, con lo que es de esperar una subida de precios sobre los que ya padecemos. Y los usos recreativos también lo pasarán mal.

Cuando se da una situación de sequía como la que vivimos, aparecen los salvadores de la patria, casi siempre grupos ecologistas o científicos de despacho abducidos por esta ideología que, aprovechando esta situación coyuntural, empiezan a dar soluciones mágicas. Cuando llueve se mantienen callados a la espera de la sequía.

He leído con asombro, que un biólogo, con un montón de distinciones, para hacer frente a la sequía, propugna la sustitución de cultivos de regadío por los de secano. Nadie le debe haber explicado que, si no llueve, tampoco habrá producciones agrarias en secano.

El lobby ecologista es más drástico. Quiere cargarse un millón de hectáreas de regadío, para resolver el problema. Y así lo va anunciando en cuanto tiene ocasión. Así sin anestesia. Yo creo que no quieren reconocer el carácter estratégico del sector agrario y la necesidad de que España sea soberana desde el punto de vista agroalimentario. Cuando dejemos de producir alimentos en España y tengamos que comprar productos fuera, nos vamos a enterar.

En el Guadiana Occidental (Extremadura) los embalses se encuentran al 31,95 % y no he visto hasta ahora que nadie tome medidas reductoras de los caudales ecológicos y sí de reducción en los volúmenes para riego. Claro que según la Confederación a 1 de abril sólo un sistema en Extremadura se encontraba en situación de sequía prolongada. Además de revisar dichos indicadores de sequía, también habría que revisar el convenio de Albufeira en esta y en otras cuencas hidrográficas.

La Federación Nacional de Comunidades de Regantes, ha propuesto al gobierno un amplio programa de medidas para aminorar las consecuencias de la sequía sobre la economía de las explotaciones agrarias. Esperemos que el gobierno sea sensible a las peticiones de los regantes, que reflejan las del sector agrario en general.

Me temo que en lugar de aumentar la capacidad de regulación y diseñar un nuevo Plan Hidrológico Nacional, imprescindible para mejorar la gestión del agua, llevarán a cabo algunas medidas cosméticas, a la espera de tiempos meteorológicamente mejores.

 

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