SEQUÍA:
MEDIDAS URGENTES
Nos
encontramos ante un período de sequía que empieza a resultar agobiante. Aunque la
falta de lluvias es algo que suele suceder en un clima mediterráneo como el que
se da en España. Podemos recordar períodos de sequía como el de 1982 – 83 y
sobre todo el de los años 1992 – 1995 que fue una de las sequías de mayor
gravedad, y posteriormente entre 2004 – 2005 y en los últimos tiempos.
La
sequía comienza siendo meteorológica por la ausencia de precipitaciones, y en
este estadio causa daños de manera especial a los cultivos y pastos de secano. Si
la ausencia de lluvias persiste en el tiempo, la sequía pasa a ser hidrológica
o escasez, ya que entonces afecta a la disponibilidad del agua regulada en los
embalses y por tanto a los diferentes usos hídricos que dependen de los mismos.
Debido
a la irregularidad en la distribución de las lluvias en el espacio y en el
tiempo, que se da en la mayor parte de España, ha sido preciso que a lo largo
de la historia los españoles hayamos tenido que dotarnos de más de 1.200
embalses, imprescindibles para poder regular agua con la que hacer frente a las
necesidades hídricas de un país moderno: abastecimiento urbano, regadíos, usos
industriales, aprovechamientos hidroeléctricos y usos recreativos. Hemos pasado
de una regulación natural del 9 % de la aportación por lluvias, al 44 % de
media gracias a las obras de regulación construidas.
Pero
si no llueve y entramos en sequía hidrológica (escasez) la situación se vuelve
agobiante porque no hay agua para atender a los diferentes usos. Y como es
prioritario el abastecimiento urbano, empiezan a verse afectados los otros usos
y especialmente el regadío, el uso que más agua utiliza, y en consecuencia se
reducen o anulan superficies de riego según sea la disponibilidad de agua.
En
1999 entró es escena un factor imprevisto: los caudales ecológicos. Ignorando
el régimen natural de nuestros ríos, la administración española, más papista
que la Directiva Marco del Agua, que ni los define, determinó que estos
caudales son prioritarios y una restricción previa a los sistemas de
explotación. Con lo cual entraron en el juego e influyen en agravar aún más las
consecuencias de la sequía. Los caudales ecológicos han reducido un 16 % la
disponibilidad de agua para el resto de usos, al tener que suministrarlos desde
los embalses durante los períodos en los que, en régimen natural de los ríos,
su caudal es prácticamente nulo.
Se
debería haber apostado por una política de incremento de la capacidad de
regulación para defendernos mejor de los períodos secos que los expertos en
cambio climático anuncian como más frecuentes. Hace años que en España no se
construyen las presas necesarias. Al contrario, pretenden derribar algunas como
la de Valdecaballeros en Extremadura. Un disparate.
En
sequía hay que extremar las medidas en el uso racional del agua. En los
abastecimientos urbanos evitar el despilfarro y reducir las pérdidas en las
redes, en regadío continuar los procesos de modernización y digitalización para
hacer un uso más eficiente del agua y, cosa que hasta ahora no se ha hecho,
debería llevarse a cabo la reducción al máximo de los caudales ecológicos,
aunque esto pueda suponer un deterioro transitorio del estado de las masas de
agua.
Con
la sequía vamos a sufrir todos. Muchos abastecimientos urbanos se verán
afectados y habrá que implementar obras de emergencia o de suministro mediante cisternas.
Los cultivos de secano tendrán producciones muy inferiores a las normales por
la falta de humedad del suelo. Los regadíos verán sensiblemente disminuidas,
cuando no anuladas, sus superficies de riego. Y por tanto las pérdidas
económicas serán de una gran magnitud para el sector agrario. La producción de
alimentos se verá sensiblemente reducida, con lo que es de esperar una subida
de precios sobre los que ya padecemos. Y los usos recreativos también lo
pasarán mal.
Cuando
se da una situación de sequía como la que vivimos, aparecen los salvadores de
la patria, casi siempre grupos ecologistas o científicos de despacho abducidos
por esta ideología que, aprovechando esta situación coyuntural, empiezan a dar
soluciones mágicas. Cuando llueve se mantienen callados a la espera de la
sequía.
He
leído con asombro, que un biólogo, con un montón de distinciones, para hacer
frente a la sequía, propugna la sustitución de cultivos de regadío por los de
secano. Nadie le debe haber explicado que, si no llueve, tampoco habrá
producciones agrarias en secano.
El
lobby ecologista es más drástico. Quiere cargarse un millón de hectáreas de
regadío, para resolver el problema. Y así lo va anunciando en cuanto tiene
ocasión. Así sin anestesia. Yo creo que no quieren reconocer el carácter
estratégico del sector agrario y la necesidad de que España sea soberana desde
el punto de vista agroalimentario. Cuando dejemos de producir alimentos en
España y tengamos que comprar productos fuera, nos vamos a enterar.
En
el Guadiana Occidental (Extremadura) los embalses se encuentran al 31,95 % y no
he visto hasta ahora que nadie tome medidas reductoras de los caudales
ecológicos y sí de reducción en los volúmenes para riego. Claro que según la
Confederación a 1 de abril sólo un sistema en Extremadura se encontraba en
situación de sequía prolongada. Además de revisar dichos indicadores de sequía,
también habría que revisar el convenio de Albufeira en esta y en otras cuencas
hidrográficas.
La
Federación Nacional de Comunidades de Regantes, ha propuesto al gobierno un
amplio programa de medidas para aminorar las consecuencias de la sequía sobre
la economía de las explotaciones agrarias. Esperemos que el gobierno sea
sensible a las peticiones de los regantes, que reflejan las del sector agrario
en general.
Me
temo que en lugar de aumentar la capacidad de regulación y diseñar un nuevo
Plan Hidrológico Nacional, imprescindible para mejorar la gestión del agua,
llevarán a cabo algunas medidas cosméticas, a la espera de tiempos
meteorológicamente mejores.
Como siempre, tu razonamiento es claro y contundente.
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