LAS
ZEPAS DE ANTES
Continúa
la polémica sobre si la ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves) de
Valdecañas realmente existe o no. Hay diferentes puntos de vista sobre la
cuestión.
Según
un reciente auto del TSJEX (Tribunal Superior de Justicia de Extremadura)
parece que no hay duda de que la ZEPA existe, aunque no haya una declaración
expresa, ni acuerdo del Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura, ni
expediente administrativo alguno en el que exista un estudio que analice los
valores ambientales a proteger, ni proceso de información pública.
Además,
exige a la Junta de Extremadura que presente un plan de demolición para que se
cumpla la sentencia del Tribunal Supremo (TS) que taxativamente ordena el
derribo de todo lo construido en la urbanización Marina Isla de Valdecañas y la
reversión del territorio a su estado inicial. Cuestión esta última que es
física y ambientalmente imposible de conseguir por mucho que se empeñe tan alto
tribunal.
Para
el promotor de la urbanización Marina Isla de Valdecañas, no hay duda de que la
ZEPA no existe, porque falta la declaración o acuerdo expreso del Consejo de
Gobierno de la Junta de Extremadura, no hay expediente que la sustente, ni
proceso alguno de información pública.
Los
ecologistas no dudan en que la ZEPA existe, aunque no haya acuerdo del Consejo
de Gobierno porque antes de unas normas publicadas en los años 2006 y 2007, no
hacía falta ese acuerdo. Bastaba con el envío de un mapa delimitando el
territorio y un formulario de datos para su inclusión. Y este mapa y formulario
se enviaron a la UE el año 2003. Así que ZEPA “habemus” según ellos.
Un
ciudadano de a pie como quien esto escribe, se encuentra perplejo ante esta
situación y no sale de su asombro.
Yo
creía que antes y ahora, para declarar una zona protegida como ZEPA deberían de
haberse llevado a cabo previamente, una serie de estudios en los que se
determinaran detalladamente los valores ambientales a proteger y las especies
del hábitat que aconsejaran su protección. En resumen, un estudio serio,
concienzudo y detallado, de carácter multidisciplinar sobre la necesidad de
proteger el territorio en cuestión, dadas las limitaciones y restricciones de
todo tipo para las actuaciones del hombre, que conlleva una declaración como
ZEPA. Y paralelamente, abrir un período de información pública para que los
propietarios pudiesen alegar en defensa de sus derechos, los cuales iban a ser
mediatizados y restringidos por la declaración de ZEPA. Nada de esto hubo en el
caso de Valdecañas.
Según
ha revelado el director general de Sostenibilidad en comparecencia en la
Asamblea de Extremadura, 69 de las 71 ZEPAS existentes en Extremadura, se
encuentran en igual situación que la de Valdecañas. Alucinante.
Da
la impresión de que “antes” (de la normativa de los años 2006 y 2007) la
declaración como ZEPA, se hacía un poco a estilo compadre. Bastaba con un plano
o mapa en el que el área se marcaba con un rotulador y un escrito a la UE y ¡hala,
ZEPA al canto¡ Este simple mecanismo ponía
en marcha todo tipo de restricciones y vestía al territorio con un corsé
ambiental que impide o dificulta seriamente su desarrollo y restringe derechos
de los propietarios de los terrenos.
Los
ecologistas que exigen desaforadamente que se cumpla la rigurosa sentencia del
TS o sea, el derribo de todo los construido en la urbanización Marina Isla de
Valdecañas: 185 villas, un campo de golf, un hotel de 4 estrellas y una playa
artificial con su embarcadero, en lugar de demostrar los valores ambientales,
que según ellos aconsejaron en su día la declaración del territorio como ZEPA,
se agarran a un clavo ardiendo de que existe una ZEPA, aunque ésta se declarara
con pocas justificaciones y garantías ambientales y jurídicas, mediante un
mecanismo algo pedestre por calificarlo con benevolencia.
Y
en esas estamos.
El
culebrón de la urbanización Marina Isla de Valdecañas se va complicando por
momentos y parece que en el horizonte se avizoran una panoplia de recursos y
más recursos que pueden retrasar la resolución del conflicto “ad calendas
graecas”.
Quizás
todo se habría resuelto de una manera racional y equitativa, teniendo en cuenta
la chapuza administrativa y ambiental en la que ha consistido este proceso
desde su origen, si el TS hubiera refrendado la sentencia inicial del TSJEX
que, salomónicamente, pero con una gran dosis de sensatez, propugnaba el
mantenimiento de lo construido y el derribo de lo que estaba en construcción en
la ampliación del complejo.
Si
al final se derriba el complejo entero – espero que el sentido común se termine
imponiendo de una u otra forma y no se llegue a estos extremos - por
Extremadura van a aparecer pocos inversores, si es que alguno se aventura a
ello. La inseguridad jurídica es patente y nadie va a arriesgar su dinero en
inversiones, en este parque natural en que quieren convertir a Extremadura.
Y
el demagógico argumento que sostienen algunos de que hay que derribar la
urbanización porque los adquirentes de las villas son personas adineradas o de
familias de rancio abolengo, se cae desde sus orígenes. Extremadura está
necesitada de muchas inversiones como la de Marina Isla de Valdecañas, que nos
permitan salir del furgón de cola de la economía española y del paro en el que
estamos inmersos desde hace muchos años.
Las
políticas ecologistas radicales ya han demostrado su ineficacia para sacar a
Extremadura de su pobreza. Deberíamos abandonarlas. Si continuamos con ellas
Extremadura terminará convertida en un precioso parque natural y en un desierto
demográfico. Vamos camino de ello. Sólo hay que ver la pérdida de población de
Extremadura en la última década. Casi 5.000 habitantes al año de media, según datos
del INE (Instituto Nacional de Estadística).
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