MULTITUDINARIA
PROTESTA DEL CAMPO ESPAÑOL
El
pasado 20 de marzo tuvo lugar en Madrid, rompeolas de todas las Españas como versificara
Antonio Machado, una histórica manifestación del sector agrario y del medio
rural cuya finalidad era que el campo español pusiera de relieve ante la
sociedad los momentos de grave crisis por los que atraviesa.
Según
todos los conteos participó en el evento un número muy elevado de manifestantes
llegado de todos los rincones de España. Las fuentes oficiales estimaban el
número de asistentes en 150.000 y los organizadores en 400.000. Otras
mediciones calculaban un número de manifestantes aún mayor. Tomemos unas u
otras como buenas, la realidad es que hubo un impresionante número de participantes.
De ahí que pueda aplicarse a la manifestación el calificativo de histórica.
En
la protesta había una amplísima representación de lo que constituye el medio
rural español que ocupa en gran medida el territorio de la denominada España
vaciada, vacía, despoblada o dejada de la mano de Dios que añado yo.
Agricultores de secano y de regadío, ganaderos, cooperativistas, técnicos, propietarios
forestales, cazadores, seguidores de la tauromaquia y habitantes del abandonado
medio rural estaban presentes en el acontecimiento.
En
este mismo blog hace unas semanas publiqué una entrada indicando que la
sociedad y los poderes públicos tenían que escuchar atentamente las
reivindicaciones del sector agrario y del medio rural.
Los
urbanitas y los burócratas, que da la impresión de que desconocen lo que es y
representa el campo, quieren imponer al medio rural unos modos de vida, nuevos,
basados en un ecologismo infantiloide. No se dan cuenta de que el medio rural
ha conservado los valores ambientales que permanecen en sus territorios,
gracias a que los agricultores y ganaderos, han venido llevando a cabo una
explotación sostenible de los recursos naturales durante siglos.
Hay
un movimiento, que se inicia en la mayor parte de las instituciones
burocráticas que manejan el mundo, léase la ONU o la UE y, siguiendo sus
consignas, en las administraciones españolas, que propugna que el ecologismo, y
el cambio climático se conviertan en los nuevos dogmas que regulen la vida de
la sociedad. Estos nuevos dogmas se tratan de imponer con reprimendas un tanto
apocalípticas.
La
Agenda 2030 de la ONU con sus 17 objetivos de desarrollo es una carta de buenas
intenciones que contiene contradicciones flagrantes. Por una parte, se pretende
alimentar a la población y que nadie pase hambre y por otra se apela
continuamente a la sostenibilidad. Que por cierto es algo que ha de tenerse en
cuenta. No podemos deteriorar el planeta ni esquilmar sus recursos que son
limitados. Pero si hay que alimentar a la población habrá que destinar las
suficientes cantidades de tierras y agua para conseguirlo. Si no se hace así
estaremos en un mundo sostenible pero lleno de hambrientos. O bien, hay que
proceder a regular la población, que esa es otra.
Este
ecologismo, algo pueril, se traduce en un acoso ambiental al sector agrario y
al medio rural. En el caso europeo muchas de las disposiciones como la
Directiva Marco del Agua (DMA), la PAC o el New Green Deal en su estrategia
(Farm to fork: de la granja a la mesa) introducen unas componentes
ambientalistas que tratan de frenar las producciones agrarias que son
necesarias e indispensables para poder asegurar la alimentación de la
población. Estas medidas pueden desarmar al sector agrario europeo que es
estratégico con vistas a preservar la seguridad alimentaria de los ciudadanos y
la fijación de la población en el medio rural.
Echo
de menos que entre los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030, no
figure uno que, de manera taxativa, persiga el objetivo de fomentar la
investigación para tratar de alcanzar la sostenibilidad de los procesos
productivos y una mejora de las condiciones del planeta.
Ese
sería el camino en el caso agrario. Investigar nuevas técnicas para mejorar el
uso del agua y su eficiencia de aplicación; obtención de nuevas variedades de
cultivos con más productividad, resistencia a enfermedades y menores
necesidades de agua; desarrollar nuevos tipos de fertilizantes y fitosanitarios
menos contaminantes y sistemas de manejo y alimentación del ganado que reduzcan
sus emisiones de gases de efecto invernadero, así como priorizar la
digitalización del sector que mejorará sin duda la sostenibilidad de sus
procesos.
La
investigación aseguraría la mejora de nuestros sistemas productivos y es más
eficaz que la imposición de cortapisas ambientales, que lo único que
conseguirán es el desabastecimiento alimentario y el incremento de precios lo
que afectará principalmente a las clases menos pudientes.
El
sector agrario y el medio rural necesitan precios justos para sus producciones
y no estabilización de los mismos e incrementos escandalosos de los costes de
los insumos necesarios para producirlos. Así lleva ocurriendo bastante tiempo y
especialmente los últimos años que han sido desastrosos. Su consecuencia es el
cierre de muchas explotaciones al ver reducida su capacidad de pago hasta el
límite de la viabilidad.
Por
eso el campo español ha de ser escuchado. Es lógico que se exija que los
sistemas sean sostenibles, pero no puede cercenarse el desarrollo sino buscar
un equilibrio entre este y la protección ambiental. Si sólo protegemos el medio
ambiente, el hombre quedará desprotegido. Y no se podrán cumplir los objetivos
de la Agenda 2030.
Y
de paso dotar de servicios adecuados al medio rural para que no se despueble.
Desde infraestructuras de transporte y comunicación adecuados, a un sistema
sanitario cercano y el poder disponer de servicios financieros que están
desapareciendo a marchas forzadas del medio rural. No se piden cosas del otro
mundo. Sólo unos buenos servicios que permitan la fijación de la población en
el territorio.
Y
eso es lo que querían las gentes del campo español que se manifestaron el día
20 de marzo. Que se atiendan sus justas peticiones. Veremos si lo poderes
públicos han entendido el mensaje.
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