viernes, 18 de febrero de 2022

 

POBLACIÓN, ALIMENTACIÓN Y SOSTENIBILIDAD

En la actualidad pueblan la Tierra unos 7.700 millones de habitantes. La ONU estima que en el año 2050 la población del planeta crecerá hasta los 9.700 millones de personas.

 La población en nuestro planeta se ha venido incrementado de modo imparable. A principios del siglo XIX poblaban la Tierra unos 900 millones de moradores. A finales de la primera mitad del siglo XX lo hacían unos 2.500 millones de seres humanos y al concluir dicho siglo alrededor de 6.000 millones.

La ineludible necesidad de alimentar una población exponencialmente creciente, hizo evolucionar la agricultura desde una producción muy ligada a la que daba la propia naturaleza, hasta una agricultura industrial, la llamada revolución verde, con presencia de nuevos regadíos, maquinaria agrícola movida por combustibles fósiles,  variedades de plantas cultivadas cada vez más productivas hasta llegar a los transgénicos, nuevos fertilizantes de síntesis y agroquímicos diversos: fitosanitarios y herbicidas así como sistemas intensivos de producción ganadera. Esta evolución en la agricultura y en la ganadería fue imprescindible para poder alimentar a la población a unos precios asequibles. 

A pesar de esta revolución agroalimentaria, con datos de 2021 de la ONU, 811 millones de personas, más del 10 % de la población mundial está subalimentada. 418 millones de habitantes en Asia, 282 millones en África, y 60 millones en América Latina y Caribe sufren esta lacra.

Pero es que además 3.000 millones de seres humanos (casi el 40 % de la población del mundo) no tienen acceso por su carestía a una dieta saludable. 1.850 millones de habitantes en Asia, 1.000 millones en África, 113 millones en América Latina y Caribe y 17,3 millones en Europa, no pueden costear este tipo de dieta.

La necesidad de alimentar a una población en aumento creciente, ha llevado a tener que elevar la presión sobre los recursos naturales, especialmente las tierras agrícolas y el agua para regadío, lo que está conduciendo a una situación crítica que roza la insostenibilidad de muchos sistemas, según asegura un organismo tan especializado como es la FAO, en su informe 2021 sobre el estado de tierras y aguas.

Esta agencia de la ONU advertía en su publicación World Agriculture: Towards 2030 que, tomando como base las necesidades alimentarias mundiales de 1998, de cara a asegurar la alimentación de la población de la Tierra en el año 2030, habría que aumentar la producción de alimentos en un 81 % y esto habría que conseguirlo incrementando la superficie de tierra cultivada en un 23 % y el uso del agua en un 14 % solamente.

Pero para que todo este entramado constituido por la población, la alimentación y la contaminación generada pueda ser sostenible y asumible por el planeta se necesita llevar a cabo acciones complementarias de modo que queden satisfechos los tres componentes del triángulo.

En este sentido parece que habrá que modificar algunos de nuestros hábitos alimenticios buscando el disminuir en lo posible la huella hídrica de los suministros necesarios para la población y su huella de carbono. Esto no quiere decir que se abandonen algunos tipos de alimentos de mayor huella hídrica como las carnes rojas, tan denostadas por algunas organizaciones radicales, sino racionalizar su consumo. Y además aprovechar al máximo los alimentos evitando su desperdicio.

De igual modo habrá que incrementar la eficiencia en el uso del agua introduciendo riegos de alto rendimiento como el goteo, tal como se está haciendo en países con recursos hídricos limitados de los que son ejemplo Israel y España.

Hay que acometer la digitalización del agro extendiendo la agricultura de precisión y hacerlo en los regadíos en particular, usando datos de estaciones meteorológicas, imágenes de teledetección espacial y sensores de detección de humedad del suelo para fijar las dosis de riego lo más exactamente posible y los tiempos y frecuencias de aplicación del agua.

Se están poniendo en marcha sistemas de robotización para detectar el estado de los cultivos lo que permite decidir sobre aspectos tales como el riego, la fertilización o los tratamientos fitosanitarios.

La introducción de energías renovables en la agricultura es indispensable para colaborar en el proceso de descarbonización y reducir al máximo la dependencia de combustibles fósiles mitigando el cambio climático.

Hay que desarrollar nuevas líneas de investigación que conduzcan a la obtención de variedades de cultivos con mayor productividad y menores necesidades de agua en la línea de disminuir su huella hídrica.

Otro objetivo a alcanzar es el de reducir la contaminación difusa por nitratos de origen agrario que afecta principalmente a acuíferos subterráneos. Nuevas prácticas de fertilización más racionales, como la fertirrigación ligada a sistemas de riego de alta eficiencia, y el uso de nuevos tipos de abonos y biofertilizantes, permitirán alcanzar este objetivo.

Nuevas líneas de alimentación animal y de manejo del ganado que reduzcan la huella hídrica y las emisiones de metano, también colaborarán en la lucha contra el cambio climático para mitigar sus efectos. Y el tratamiento de purines será otro reto a superar.

De igual modo hay que aprovechar las tierras cultivadas para que se constituyan en sumideros de CO2 y participen en la lucha contra el cambio climático. La agricultura de conservación puede ser uno de los caminos.

El incremento incontrolado de la población también será un aspecto a tener en cuenta. Cuantos más habitantes pueblen la Tierra más difícil será subvenir a su alimentación y más nos acercaremos a la insostenibilidad. Este problema es especialmente grave en continentes como Asia que alberga actualmente el 61 % de la población mundial (4.700 millones de personas) o África que soporta el 17 % (1.300 millones de habitantes)

Las nuevas tecnologías y la investigación estimo que harán posible alcanzar los objetivos de sostenibilidad para que el planeta pueda seguir vivo y alimentando a la población a precios razonables.

 

 

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