POBLACIÓN,
ALIMENTACIÓN Y SOSTENIBILIDAD
En
la actualidad pueblan la Tierra unos 7.700 millones de habitantes. La ONU
estima que en el año 2050 la población del planeta crecerá hasta los 9.700
millones de personas.
La población en nuestro planeta se ha venido
incrementado de modo imparable. A principios del siglo XIX poblaban la Tierra
unos 900 millones de moradores. A finales de la primera mitad del siglo XX lo
hacían unos 2.500 millones de seres humanos y al concluir dicho siglo alrededor
de 6.000 millones.
La
ineludible necesidad de alimentar una población exponencialmente creciente,
hizo evolucionar la agricultura desde una producción muy ligada a la que daba
la propia naturaleza, hasta una agricultura industrial, la llamada revolución
verde, con presencia de nuevos regadíos, maquinaria agrícola movida por
combustibles fósiles, variedades de
plantas cultivadas cada vez más productivas hasta llegar a los transgénicos,
nuevos fertilizantes de síntesis y agroquímicos diversos: fitosanitarios y
herbicidas así como sistemas intensivos de producción ganadera. Esta evolución
en la agricultura y en la ganadería fue imprescindible para poder alimentar a
la población a unos precios asequibles.
A
pesar de esta revolución agroalimentaria, con datos de 2021 de la ONU, 811
millones de personas, más del 10 % de la población mundial está subalimentada.
418 millones de habitantes en Asia, 282 millones en África, y 60 millones en
América Latina y Caribe sufren esta lacra.
Pero
es que además 3.000 millones de seres humanos (casi el 40 % de la población del
mundo) no tienen acceso por su carestía a una dieta saludable. 1.850 millones
de habitantes en Asia, 1.000 millones en África, 113 millones en América Latina
y Caribe y 17,3 millones en Europa, no pueden costear este tipo de dieta.
La
necesidad de alimentar a una población en aumento creciente, ha llevado a tener
que elevar la presión sobre los recursos naturales, especialmente las tierras
agrícolas y el agua para regadío, lo que está conduciendo a una situación
crítica que roza la insostenibilidad de muchos sistemas, según asegura un
organismo tan especializado como es la FAO, en su informe 2021 sobre el estado
de tierras y aguas.
Esta
agencia de la ONU advertía en su publicación World Agriculture: Towards 2030
que, tomando como base las necesidades alimentarias mundiales de 1998, de cara
a asegurar la alimentación de la población de la Tierra en el año 2030, habría
que aumentar la producción de alimentos en un 81 % y esto habría que
conseguirlo incrementando la superficie de tierra cultivada en un 23 % y el uso
del agua en un 14 % solamente.
Pero para que todo este entramado
constituido por la población, la alimentación y la contaminación generada pueda
ser sostenible y asumible por el planeta se necesita llevar a cabo acciones
complementarias de modo que queden satisfechos los tres componentes del
triángulo.
En este sentido parece que habrá que
modificar algunos de nuestros hábitos alimenticios buscando el disminuir en lo
posible la huella hídrica de los suministros necesarios para la población y su
huella de carbono. Esto no quiere decir que se abandonen algunos tipos de
alimentos de mayor huella hídrica como las carnes rojas, tan denostadas por
algunas organizaciones radicales, sino racionalizar su consumo. Y además
aprovechar al máximo los alimentos evitando su desperdicio.
De igual modo habrá que incrementar la
eficiencia en el uso del agua introduciendo riegos de alto rendimiento como el
goteo, tal como se está haciendo en países con recursos hídricos limitados de
los que son ejemplo Israel y España.
Hay que acometer la digitalización del
agro extendiendo la agricultura de precisión y hacerlo en los regadíos en
particular, usando datos de estaciones meteorológicas, imágenes de
teledetección espacial y sensores de detección de humedad del suelo para fijar
las dosis de riego lo más exactamente posible y los tiempos y frecuencias de aplicación
del agua.
Se están poniendo en marcha sistemas de
robotización para detectar el estado de los cultivos lo que permite decidir
sobre aspectos tales como el riego, la fertilización o los tratamientos
fitosanitarios.
La introducción de energías renovables
en la agricultura es indispensable para colaborar en el proceso de
descarbonización y reducir al máximo la dependencia de combustibles fósiles
mitigando el cambio climático.
Hay que desarrollar nuevas líneas de
investigación que conduzcan a la obtención de variedades de cultivos con mayor
productividad y menores necesidades de agua en la línea de disminuir su huella
hídrica.
Otro objetivo a alcanzar es el de
reducir la contaminación difusa por nitratos de origen agrario que afecta
principalmente a acuíferos subterráneos. Nuevas prácticas de fertilización más
racionales, como la fertirrigación ligada a sistemas de riego de alta
eficiencia, y el uso de nuevos tipos de abonos y biofertilizantes, permitirán
alcanzar este objetivo.
Nuevas líneas de alimentación animal y
de manejo del ganado que reduzcan la huella hídrica y las emisiones de metano,
también colaborarán en la lucha contra el cambio climático para mitigar sus
efectos. Y el tratamiento de purines será otro reto a superar.
De igual modo hay que aprovechar las
tierras cultivadas para que se constituyan en sumideros de CO2 y participen en
la lucha contra el cambio climático. La agricultura de conservación puede ser
uno de los caminos.
El incremento incontrolado de la
población también será un aspecto a tener en cuenta. Cuantos más habitantes
pueblen la Tierra más difícil será subvenir a su alimentación y más nos
acercaremos a la insostenibilidad. Este problema es especialmente grave en
continentes como Asia que alberga actualmente el 61 % de la población mundial
(4.700 millones de personas) o África que soporta el 17 % (1.300 millones de
habitantes)
Las nuevas tecnologías y la
investigación estimo que harán posible alcanzar los objetivos de sostenibilidad
para que el planeta pueda seguir vivo y alimentando a la población a precios
razonables.
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