lunes, 3 de enero de 2022

 

IN MEMORIAM: FELISA TOVAR

LA MUERTE NO ES EL FINAL

El sacerdote español Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936 – 1991) compuso esta bella canción elegíaca. Dos versos bellísimos de su estrofa fueron elegidos por las fuerzas armadas españolas para homenajear a sus muertos. Yo he rememorado estos versos para honrar la memoria de una gran amiga: Felisa Tovar.

Cuando la pena nos alcanza

Por un hermano perdido,

Cuando el adiós dolorido,

Busca en la Fe su Esperanza.

Hace alrededor de un mes que un grupo de amigos conocido como los Franceses celebrábamos nuestro encuentro semanal en una terraza cacereña. Este grupo está formado por cuatro matrimonios que hemos viajado juntos a Francia para que las mujeres, alumnas de francés, practicaran el idioma. Uno de los miembros del grupo era Felisa Tovar. En este último encuentro Felisa presentaba un buen aspecto y nada hacia presagiar lo que fatalmente ha sucedido.

Felisa se nos ha ido en un abrir y cerrar de ojos. Visto y no visto. Sin darnos tiempo a percatarnos de la tragedia. Una enfermedad imprevista, cruel y fulminante se la ha llevado en menos de un mes. Todavía no logramos comprender esta vertiginosa ausencia. Felisa se nos ha ido de la vida casi sin darnos cuenta. Su muerte nos ha dejado atónitos y perplejos. Todavía no podemos dar crédito a que esta buena amiga, llena de bondad, generosidad y amabilidad para con todos, nos haya dejado para siempre.

Y en nuestra Fe buscamos los creyentes la Esperanza de que haya pasado a una vida mejor y que como reza el título de esta bella canción fúnebre la muerte no sea el final, sino un principio lleno de gozo al lado del Altísimo. Felisa se lo merece.

En Tu palabra confiamos,

En la certeza que Tú,

Ya le has devuelto a la vida,

Ya le has llevado a la luz.

Felisa estará en el cielo, Dios la ha devuelto a la vida eterna y la ha llevado a la luz donde todo es gozo y disfrute para los elegidos como ella.

Felisa se habrá encontrado allí con Doña María como la llamaba cariñosamente, Agapito el desolado marido de Felisa y eminente médico, hoy roto de dolor. Doña María es mi madre, aclaro yo. Seguro que ella le recordará a Felisa el cariñoso trato que como médico de familia le dispensó Agapito durante los últimos diez años de su vida que pasó en la ciudad de Cáceres. La suerte y los buenos oficios de algún amigo común consiguieron que Agapito fuera su médico de cabecera que decimos los antiguos. Mi madre vio el cielo abierto con él. Un médico empático con sus enfermos que la visitaba sin que estuviese enferma ni hubiese solicitado sus servicios. Sólo para charlar un ratito con ella y animarla. Y Doña María, que fue esposa de médico, mi padre, le agradecía infinito estas muestras de afecto que le dispensaba su médico cacereño. Del Casar por más señas.

Y es que una gran mujer como Felisa se mereció un gran marido como Agapito. Durante medio siglo han estado juntos. En este caso detrás de una gran mujer, ha estado un gran hombre, que aguantará como pueda en este valle de lágrimas, esta terrible situación por la que está pasando. Los amigos le asistiremos en lo que podamos. Y le haremos ver que la muerte no es el final sino el principio de una gran felicidad.

Desde el Cielo Felisa lo ayudará a superar el dolor que ahora siente, arropado aquí abajo por su familia que será elemento fundamental en la superación de este angustioso trance. Doña María echará una mano en lo que pueda. Seguro.

Tenía suspendida la publicación de entradas en el blog hasta el 7 de enero. Pero la inesperada muerte de Felisa Tovar, una gran amiga, ha roto este paréntesis. Ella y su marido se merecen este modesto homenaje.

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