viernes, 18 de diciembre de 2020

 

VIEJOS DE ESPAÑA: ¿VOLVEREMOS AL TRIAJE?

La segunda oleada de la pandemia provocada por el virus SARS – Cov – 2 está en su plenitud y va camino de una tercera. Y nos ha vuelto a coger con el paso cambiado. Como casi siempre suele ocurrir en España.

Hay que partir de la base de que el problema de este virus es de difícil solución. Tal vez por el desconocimiento científico que se tenía sobre él al inicio de la pandemia, ahora ya se sabe bastante más, por su agresividad infecciosa, por la falta de vacuna problema que parece resuelto y tal vez porque una buena parte de los ciudadanos no ha tomado conciencia de la gravedad del asunto. Y todo esto afecta a casi todas las naciones del mundo. A España especialmente porque a las causas anteriores se unen el alto número de políticos mediocres que disfrutan enfrentándose entre ellos y los reinos de taifas en que se han convertido las comunidades autónomas, que hacen cada una la guerra por su cuenta.

Cuando a finales de junio se levantó el confinamiento, en una salida (desescalada en el argot político) drástica y no gradual como hubiera sido sensato, y se decretó por el gobierno que “hemos vencido al virus” y que “salimos más fuertes” el pueblo español se tragó una vez más el anzuelo, ya que las gentes estaban deseando poder salir a las calles e irse de veraneo, el que pudiera, tras casi 100 días de reclusión mayor en sus viviendas.

Los políticos también se fueron de vacaciones en lugar de ponerse a trabajar para diseñar y adaptar nuevas normas que, eludiendo la declaración de estado de alarma, pudieran servir para defendernos, de manera unitaria y con criterios claros y uniformes, de una segunda oleada que los expertos daban como segura en otoño y de paso pudieran aprovecharse para luchar contra las sucesivas oleadas que ya se dan como muy probables para enero o febrero.

Por otra parte, nadie se ocupó de que expertos independientes llevaran a cabo una evaluación de las fortalezas, si es que había alguna salvo la heroicidad de los sanitarios, y de las debilidades de las actuaciones que se hicieron y de las medidas que se tomaron en la primera fase.

Así que la segunda oleada del virus nos ha vuelto a coger desprevenidos. Es normal que así suceda en un país que se caracteriza por ser el reino de la improvisación. Pero con este virus no valen improvisaciones. Está agazapado y aprovecha cualquier resquicio o distracción para atacar de nuevo.

Y así esta segunda oleada comienza con un incremento desmesurado del número de infectados y de hospitalizados en planta o en las UCI y en cuanto se relajan las medidas se produce un aumento de contagiados, hospitalizados y fallecidos. Hace pocos días hubo en España 388 muertos. Una barbaridad.

El gobierno central utilizando la manoseada cogobernanza, se ha quitado del medio eludiendo sus responsabilidades, dejando en manos de los entes territoriales la toma de decisiones, sin ponerse al frente de la manifestación para adoptar una serie de normas unitarias de aplicación a toda España, tal y como se hace en Francia, Reino Unido o Alemania que no se olvide que es un estado federal con sus Lander y todo.

Así que el virus ha seguido atacando y ya estamos cerca de los dos millones de contagiados y con un número de fallecidos que los registros civiles sitúan en alrededor de 70.000. Una hecatombe. En este segundo acto siguen muriendo nuestros mayores en el más alto porcentaje.

En la primera fase de la pandemia con las UCIs llenas hasta las trancas, hubo que recurrir al “triaje”, una despiadada palabra que, en resumen, consiste en que a los cuidados intensivos sólo accedían los que tenían más posibilidades de salvarse a juicio de los galenos, después de hacer la selección correspondiente. Las consecuencias fueron que el 80% de los fallecidos por la pandemia tenían más de 75 años.

La generación de viejos que sacaron con su trabajo a España de las consecuencias de la guerra civil convirtiéndola en la octava potencia económica del mundo, caían como moscas abandonados en sus domicilios o en las residencias de mayores, en lo que califiqué en un artículo anterior de este blog como una eutanasia pandémica. Ellos que pusieron las bases para alcanzar el estado de bienestar en España, una vez conseguido, eran dejados de lado por una sociedad hedonista y frívola sin ética ni valores que no tiene en cuenta a los mayores.

 Las previsiones de más contagios e ingresos que hacen los expertos como consecuencia del relajamiento que traen consigo las fiestas navideñas y la previsión de una tercera oleada, se traducen en que el nivel de ocupación de camas en UCI se va a incrementar a marchas forzadas y ya hay voces de sanitarios expertos que anuncian que se va a tener que volver al temido “triaje” en cuanto los cuidados intensivos lleguen a su ocupación máxima.

Y las personas mayores que vamos quedando, cada vez menos, ya sabemos lo que nos espera. Nos dejaran otra vez en la estacada sin opción a una asistencia sanitaria en igualdad con el resto de la población. A la que tenemos derecho puesto que contribuimos con nuestros impuestos a mantener la sanidad pública, igual que el resto de los españoles. Pero nos dejarán de lado ya que no somos económicamente interesantes.

Yo, con 74 tacos ya, logré salvar el primer asalto de la pandemia y conocer a mi primer nieto. Y voy a luchar con uñas y dientes contra este virus y esta sociedad cada vez más podrida para intentar verlo crecer. El tiempo que Dios me dé y no el que un triaje ilegal e injusto me conceda.

 

1 comentario:

  1. Lo mismo digo: Emilio Perianes (coetáneo suyo). Si hace solo un año me dicen que íbamos a tener una Peste como esta, le hubiera calificado de agorero.

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