viernes, 27 de diciembre de 2019


LA CONQUISTA DE UN DESIERTO

Parte del estado de Israel está constituida por tierras desérticas. Uno de los más importante enclaves es el desierto del Neguev situado en la parte sur del país, el cual tiene una superficie de unos 13.000 km2. Sus núcleos de población más importantes son Beerseda con alrededor de 200.000 habitantes situada en la parte septentrional y Eilat en el Mar Rojo, en el sur.

A partir de la fundación del estado de Israel consecuencia de la resolución de la ONU de 29 de noviembre 1947 y la posterior declaración de independencia del 14 de mayo de 1948, Ben Gurion su líder más carismático, tuvo claro que había que domeñar el desierto del Neguev, para lo cual era imprescindible utilizar eficientemente la poca agua de la que disponían. El propio líder se trasladaría a vivir al kibutz Sde Boker situado en pleno desierto por primera vez en 1953.

Los judíos eran conscientes de que no podría colonizarse el área asignada por la ONU en el reparto, en gran parte un desierto como se ha dicho, sin una agricultura que fijara la población al territorio. Una de las vías para conseguirlo consistió en fomentar un regadío sostenible y eficiente en el uso del agua. El principio aplicado era: sin agua no hay vida.

En Israel sólo hay agua de calidad en el Norte del país, en el río Jordán y sus afluentes formadores (Dan, Hasbani y Banias) que nacen en las nieves y alturas del Monte Hermón (2.814 m) zona de alta pluviometría.

En 1953 una vez terminada la primera guerra árabe – israelí de 1948, los judíos con David Ben Gurion al frente comenzaron su proyecto de construcción del Conducto Nacional del Agua. Una obra extraordinaria que captando agua del río Jordán y del lago Tiberíades la lleva en una sucesión de canales, tuberías e impulsiones hasta las tierras del desierto del Neguev, permitiendo su riego.

Con una longitud de unos 130 km transporta y distribuye agua (alrededor de 1.700 Hm3/año) tanto para abastecimiento urbano e industrial como para regadíos en las áridas tierras del centro y sur del país.

El desarrollo posterior de nuevas tecnologías de desalación y desalobración del agua hace que hoy día la presión sobre los recursos hídricos sea menor al poder disponer Israel con mayor facilidad, aunque todavía con alto coste, de agua desalada del Mar Mediterráneo que baña sus costas. La planta desalinizadora por ósmosis inversa de Ashkalon operativa desde 2005 es un ejemplo. También se trata el agua que se almacena en los acuíferos subterráneos salobres del desierto del Neguev. Estas nuevas técnicas permitirán, mediante usos controlados y mezclas de aguas, seguir apostando por mantener una agricultura de primer nivel en el país.

El riego por goteo por su alta eficiencia y mejor adaptación al uso de aguas salinas ha permitido el cultivo en condiciones desérticas de variedades de plantas adaptadas a estas condiciones y ha convertido el desierto del Neguev en un vergel. Han superado un reto muy difícil y sé de lo que hablo. En el año 2001 me encomendaron coordinar un proyecto de regadío promovido por la Junta de Extremadura y la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) en el asentamiento de Dajla, en el desierto de Argelia en donde se ubican los campos de refugiados saharauis. Todas las condiciones están al límite: clima desértico inhóspito, suelos salinos, agua salina. Tuvimos que aplicar muchas de las tecnologías israelitas y conseguimos unos aceptables resultados.

Hoy día una gran parte del Neguev se ha transformado en una zona de agricultura pujante en al que se producen tomates, melones, espárragos, pimientos, aguacates y otras hortalizas y frutas como los dátiles, estos últimos más adaptados a las condiciones desérticas.

Pero los judíos no se han conformado con establecer una potente agricultura de regadío en el Neguev. Han continuado la conquista de una tierra dura y difícil. Ahora están promocionando el turismo de desierto. Un turismo diferente, quizá sin tantas comodidades como el turismo de playa y mar en Eilat o el de las peregrinaciones de fieles a Jerusalén o Galilea, pero con otros alicientes muy importantes: el silencio, la soledad, el paisaje árido y duro, las noches de estrellas y luceros brillando en el cielo; en resumen la calma para el espíritu.

Están promocionando tipos de turismo distintos como el geológico e incluso el enológico pues ya han introducido variedades de viñedo que les permiten elaborar caldos apetecibles por los turistas y para ventas en tiendas gourmets.

Turismo rural en granjas con animales propios del desierto como cabras o camellos permiten un tipo de estancia diferente, en el marco de un territorio de espacios inmensos cada vez más colonizados y en los que surge la vida adaptada a las condiciones de los climas desérticos, lo que es un aliciente para los urbanitas acostumbrados al trajín de las grandes ciudades y que encuentran allí la calma necesaria para sus mentes.

Poco a poco el desierto del Neguev ha adquirido la vida que soñara Ben Gurion el padre de Israel. El emprendimiento, el esfuerzo y la inteligencia de un pueblo acostumbrado a la lucha lo van consiguiendo. Son dignos de imitación en su esfuerzo por alcanzar objetivos difíciles.



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