viernes, 21 de diciembre de 2018


DESPOBLAMIENTO DE EXTREMADURA

Uno de los problemas más acuciantes que ha de resolver con prontitud Extremadura es la pérdida continuada de población que ha tenido lugar en los últimos años. El despoblamiento afecta en mayor medida a las zonas rurales cuyas tierras son de secano al no llegar a ellas los planes de regadío.

Veamos algunos datos: en los 10 últimos años la población extremeña ha pasado de 1.097.744 habitantes (INE, 2008) a 1.079.220 habitantes (INE,2017). La región ha perdido en este período 17.824 habitantes. Esto representa el 1,62 % de la población existente en 2008.

Como contrapunto la población de España ha pasado de 46.157.822 habitantes (INE,2008) a 46.572.132 habitantes (INE,2017). A nivel nacional se ha experimentado un aumento de 414.310 habitantes, que representa el 0,89 % de incremento poblacional.

El análisis a escala provincial para este mismo período nos da que la provincia de Badajoz ha perdido 5.362 habitantes, el 0,78 % de la población, mientras que Cáceres ha disminuido su población en 12.462 habitantes, el 3,02 % de la que tenía en 2008.

La pérdida de población trae como consecuencia un trasvase a otras comunidades de un activo regional de gran importancia. Suele emigrar en mayor medida la población juvenil constituida en gran parte por personas con titulación. Es decir, se está exportando un talento que sería imprescindible para asegurar el desarrollo de nuestra comunidad autónoma.

Para analizar más en profundidad la situación existente he tomado la evolución de la población en los 20 últimos años (INE, 1998 – 2017) en cuatro núcleos de población de tamaño mediano de Extremadura, dos en la provincia de Cáceres: Ahigal, en el norte de ella  y Garrovillas de Alcónetar, en la penillanura central cacereña y dos en la de Badajoz: Alburquerque en la parte noroeste de la provincia en las cercanías de la frontera portuguesa  y Azuaga en la Campiña Sur cerca del límite con Córdoba.

El resultado de la evolución de la población en los cuatro núcleos es altamente preocupante, especialmente en los pueblos cacereños: Ahigal con una población en 1998 de 1.684 habitantes pierde 279 habitantes, el 16,57 %; Garrovillas de Alconétar que tenía 2.488 habitantes en 1998, ha perdido 386 habitantes, el 15,51 %.

En la provincia de Badajoz, Azuaga ha pasado de 9.091 habitantes en 2008 a 7.974 en 2017. Ha supuesto una pérdida de 1.107 habitantes, el 12,17 % de la población de 2008. En Alburquerque que tenía 5.660 habitantes en 2008 ha perdido 289 personas lo que representa el 5,1 % de la población.  

Y qué medidas o iniciativas pueden tomarse para solucionar este grave problema de despoblamiento. En mi opinión hay una línea principal de actuación que consiste en que ha de generarse actividad económica en los núcleos rurales extremeños o en su entorno más próximo. Si esto no se consigue el despoblamiento continuará.

Para facilitar la actividad económica es preciso que nuestros pueblos tengan un acceso lo más fácil posible a los servicios de una sociedad moderna: infraestructuras viarias decentes, acceso fácil a internet y también a la sanidad y a la educación.

En este sentido hay un trabajo de Pedro Martín Ruiz especialista en temas sociológicos que forma parte del Club Senior de Extremadura, que propugna un interesante modelo de ordenación del territorio extremeño basado en unos centros comarcales y cabeceras de comarca desde los que se prestarían todos los servicios con más eficacia y menor coste.

Pero sin actividad económica, continuará el despoblamiento. Para generarla se necesita un rejuvenecimiento de la población y dar facilidades a los nuevos emprendedores. Hay que actuar de forma preferente sobre la puesta en valor de los recursos endógenos. Existen producciones ligadas a la agricultura y a la ganadería tanto tradicional como ecológica (aceites, vinos, frutales, queso y productos cárnicos) que han de ser mejor transformadas y comercializadas para que quede en Extremadura la mayor parte del valor añadido que generan. La introducción de nuevos aprovechamientos y productos puede ser otra vía de mejora.

La transformación en regadío de algunas zonas pendientes: Barros, Monterrubio, Arroyo del Campo o Los Quintos, y la mejora en los riegos de montaña podrían contribuir a frenar este despoblamiento.

El turismo ha de jugar también un papel importante. Nuestro patrimonio cultural, paisajístico y gastronómico debidamente promocionado puede ser otra manera de atraer gente a nuestros pueblos. Pero eso pasa por integrar las ciudades y lugares con mayor tirón turístico: Cáceres, Mérida, Plasencia, Trujillo, Zafra, el Parque Nacional de Monfragüe por citar sólo unos cuantos de los numerosos lugares que hay en Extremadura, en los grandes circuitos internacionales. Desde estos lugares privilegiados dentro de los programas turísticos habría que incluir visitas a zonas tan emblemáticas como el Valle del Jerte, La Vera, Tentudía, la Campiña Sur de Badajoz o los embalses que orlan nuestro territorio.

Habría que fomentar la venida a nuestros pueblos de industrias basadas en las nuevas tecnologías. Sería otra palanca más para intentar fijar la población.

Extremadura se encuentra llegando a un punto de no retorno. Y entre todos tenemos que hacer algo para cortar la sangría de población que nos abandona. Hay que reaccionar de inmediato empezando por cambiar las políticas aplicadas hasta ahora que se han demostrado ineficientes. Hay que apostar por un desarrollo sostenible y no insostenible como se ha hecho hasta ahora.

Ayer hice un análisis que me dejó perplejo: En el conjunto formado por mis hijos y los de un grupo de amigos y conocidos, el 73,6 % de ellos trabajan fuera de Extremadura. Preocupante.



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