DESPOBLAMIENTO DE
EXTREMADURA
Uno
de los problemas más acuciantes que ha de resolver con prontitud Extremadura es
la pérdida continuada de población que ha tenido lugar en los últimos años. El
despoblamiento afecta en mayor medida a las zonas rurales cuyas tierras son de
secano al no llegar a ellas los planes de regadío.
Veamos
algunos datos: en los 10 últimos años la población extremeña ha pasado de
1.097.744 habitantes (INE, 2008) a 1.079.220 habitantes (INE,2017). La región
ha perdido en este período 17.824 habitantes. Esto representa el 1,62 % de la
población existente en 2008.
Como
contrapunto la población de España ha pasado de 46.157.822 habitantes
(INE,2008) a 46.572.132 habitantes (INE,2017). A nivel nacional se ha
experimentado un aumento de 414.310 habitantes, que representa el 0,89 % de
incremento poblacional.
El
análisis a escala provincial para este mismo período nos da que la provincia de
Badajoz ha perdido 5.362 habitantes, el 0,78 % de la población, mientras que
Cáceres ha disminuido su población en 12.462 habitantes, el 3,02 % de la que
tenía en 2008.
La
pérdida de población trae como consecuencia un trasvase a otras comunidades de
un activo regional de gran importancia. Suele emigrar en mayor medida la
población juvenil constituida en gran parte por personas con titulación. Es
decir, se está exportando un talento que sería imprescindible para asegurar el
desarrollo de nuestra comunidad autónoma.
Para
analizar más en profundidad la situación existente he tomado la evolución de la
población en los 20 últimos años (INE, 1998 – 2017) en cuatro núcleos de
población de tamaño mediano de Extremadura, dos en la provincia de Cáceres:
Ahigal, en el norte de ella y
Garrovillas de Alcónetar, en la penillanura central cacereña y dos en la de
Badajoz: Alburquerque en la parte noroeste de la provincia en las cercanías de
la frontera portuguesa y Azuaga en la Campiña
Sur cerca del límite con Córdoba.
El
resultado de la evolución de la población en los cuatro núcleos es altamente
preocupante, especialmente en los pueblos cacereños: Ahigal con una población
en 1998 de 1.684 habitantes pierde 279 habitantes, el 16,57 %; Garrovillas de
Alconétar que tenía 2.488 habitantes en 1998, ha perdido 386 habitantes, el
15,51 %.
En
la provincia de Badajoz, Azuaga ha pasado de 9.091 habitantes en 2008 a 7.974
en 2017. Ha supuesto una pérdida de 1.107 habitantes, el 12,17 % de la
población de 2008. En Alburquerque que tenía 5.660 habitantes en 2008 ha
perdido 289 personas lo que representa el 5,1 % de la población.
Y
qué medidas o iniciativas pueden tomarse para solucionar este grave problema de
despoblamiento. En mi opinión hay una línea principal de actuación que consiste
en que ha de generarse actividad económica en los núcleos rurales extremeños o
en su entorno más próximo. Si esto no se consigue el despoblamiento continuará.
Para
facilitar la actividad económica es preciso que nuestros pueblos tengan un
acceso lo más fácil posible a los servicios de una sociedad moderna: infraestructuras
viarias decentes, acceso fácil a internet y también a la sanidad y a la
educación.
En
este sentido hay un trabajo de Pedro Martín Ruiz especialista en temas
sociológicos que forma parte del Club Senior de Extremadura, que propugna un
interesante modelo de ordenación del territorio extremeño basado en unos
centros comarcales y cabeceras de comarca desde los que se prestarían todos los
servicios con más eficacia y menor coste.
Pero
sin actividad económica, continuará el despoblamiento. Para generarla se
necesita un rejuvenecimiento de la población y dar facilidades a los nuevos
emprendedores. Hay que actuar de forma preferente sobre la puesta en valor de
los recursos endógenos. Existen producciones ligadas a la agricultura y a la
ganadería tanto tradicional como ecológica (aceites, vinos, frutales, queso y
productos cárnicos) que han de ser mejor transformadas y comercializadas para que
quede en Extremadura la mayor parte del valor añadido que generan. La
introducción de nuevos aprovechamientos y productos puede ser otra vía de
mejora.
La
transformación en regadío de algunas zonas pendientes: Barros, Monterrubio,
Arroyo del Campo o Los Quintos, y la mejora en los riegos de montaña podrían
contribuir a frenar este despoblamiento.
El
turismo ha de jugar también un papel importante. Nuestro patrimonio cultural,
paisajístico y gastronómico debidamente promocionado puede ser otra manera de
atraer gente a nuestros pueblos. Pero eso pasa por integrar las ciudades y
lugares con mayor tirón turístico: Cáceres, Mérida, Plasencia, Trujillo, Zafra,
el Parque Nacional de Monfragüe por citar sólo unos cuantos de los numerosos
lugares que hay en Extremadura, en los grandes circuitos internacionales. Desde
estos lugares privilegiados dentro de los programas turísticos habría que
incluir visitas a zonas tan emblemáticas como el Valle del Jerte, La Vera, Tentudía,
la Campiña Sur de Badajoz o los embalses que orlan nuestro territorio.
Habría
que fomentar la venida a nuestros pueblos de industrias basadas en las nuevas
tecnologías. Sería otra palanca más para intentar fijar la población.
Extremadura
se encuentra llegando a un punto de no retorno. Y entre todos tenemos que hacer
algo para cortar la sangría de población que nos abandona. Hay que reaccionar de
inmediato empezando por cambiar las políticas aplicadas hasta ahora que se han
demostrado ineficientes. Hay que apostar por un desarrollo sostenible y no
insostenible como se ha hecho hasta ahora.
Ayer
hice un análisis que me dejó perplejo: En el conjunto formado por mis hijos y
los de un grupo de amigos y conocidos, el 73,6 % de ellos trabajan fuera de
Extremadura. Preocupante.
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