LA FIGURA DEL
REY
El
artículo 1 de la Constitución Española en su apartado 3 establece que la forma
política del Estado español es la monarquía parlamentaria. El citado artículo
en su apartado 2 dispone que la soberanía nacional resida en el pueblo español
del que emanan los poderes del Estado.
El
texto constitucional fue sometido a referéndum nacional el día 6 de diciembre
de 1978, consiguiendo un 87,9 % de votos afirmativos y un 7,8 % de votos
negativos. El resto es decir el 4,3 % fueron votos nulos o en blanco.
Por
lo tanto y tras votación democrática por parte de los españoles, España se
constituyó en una monarquía parlamentaria que tuvo un primer rey: Juan Carlos
I. Este monarca de acuerdo con lo previsto en nuestra Carta Magna, abdicó en su
hijo Felipe VI que es el segundo y actual rey legítimo de España, amparado por
la Constitución que dio lugar a la transición a la democracia desde el período
dictatorial franquista. El Rey de acuerdo con el texto constitucional es el
Jefe del Estado.
En
el conjunto formado por los ciudadanos españoles estimo que habrá de todo: monárquicos
acérrimos o hinchas republicanos y también un amplio subconjunto constituido
por personas, entre las que me encuentro, que respetan la forma de Estado que
los españoles nos dimos en nuestra Constitución de 1978, ya sean a su vez de
simpatías republicanas o monárquicas. Pero que admiten y respetan la legalidad
vigente.
En
tanto no se modifiquen las disposiciones de la Carta Magna siguiendo la vía
establecida en ella para hacerlo, todos los españoles tenemos la obligación de
cumplir la ley que es la base de la democracia, y en consecuencia respetar la
figura del Rey como representante máximo del Estado y cabeza de la monarquía
parlamentaria que se votó en 1978.
Pero
en España la cosa no funciona como lo haría en el resto de naciones
democráticas y civilizadas de nuestro entorno. Aquí en aras de una libertad de
expresión ilimitada al parecer y que puede llegar a extremos de dudosa
legalidad, se puede atacar la figura del Rey, vejarlo e insultarlo, quemar su
imagen o reprobarlo en un parlamento autonómico como el de Cataluña o en un
ayuntamiento como el de Barcelona, sin que ocurra nada, y sin que el poder
judicial mueva, de oficio, un solo dedo para defender y proteger la figura del Jefe
del Estado. ¿Alguien puede imaginar al parlamento británico reprobando a su
reina?
El
poder judicial y los políticos debieran leerse el artículo 18 de la
Constitución que establece que los españoles tenemos derecho al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen. Y yo pregunto ¿quién defiende al Rey,
que es un ciudadano español, ante el cúmulo de agresiones y vejaciones que se
le están infligiendo en diferentes lugares de España y especialmente en
Cataluña y que afectan gravemente a su honor, a su dignidad y a su imagen? ¿La
Fiscalía General del Estado como garante de la legalidad no debiera hacer algo
para defender al Rey de tantos inicuos ataques?
Un
partido político como Podemos, surgido de la nefasta crisis del 2007 y
financiado desde el exterior, es el caballo de Troya que el comunismo
internacional ha introducido en España para volver a intentar lo que no
consiguió en la II República y que terminaría en una guerra civil de
consecuencias desastrosas para los ciudadanos. Ahora que en España se quiere
ilegalizar todo lo relativo al franquismo no estaría de más que la cuestión se
extendiera también al comunismo tal y como se hace con el nazismo hitleriano.
Recuerden a Lenin, Stalin y sus cientos de miles de asesinados y a los
españoles que perecieron en las “chekas” comunistas de nuestra guerra civil.
Para
los podemitas y sus asociados, el Rey, que representa la unidad de España, es
el primer obstáculo a batir para conseguir sus propósitos. Necesitan a toda
costa desprestigiarlo al igual que hicieran con su bisabuelo Alfonso XIII que
se vio compelido a abandonar España en 1931. Quieren instaurar su III República
de tintes leninistas y bolivarianos a toda costa y no escatimarán medios aunque
no sean legales y democráticos para conseguirlo.
Han
aprovechado el aniversario del correcto discurso pronunciado por Felipe VI el 3
O de hace un año, en el que exigió el cumplimiento de la Ley en Cataluña ante
un golpe de estado que el débil gobierno de Rajoy no fue capaz de abortar. El
desaguisado pudo controlarse gracias al Rey y al poder judicial. Aquel tuvo que
intervenir como Jefe del Estado para poner de manifiesto la deslealtad a la
Constitución y a España que el Govern y el Parlament de Cataluña llevaron a cabo
esos desdichados días. El Rey estuvo es su sitio, donde tenía que estar y estoy
seguro que la mayoría de los españoles apoyaron su actuación ese día.
Un
año después de aquella alocución a la nación, los ataques y desprecios al Rey
se suceden día tras día. Entre otras barrabasadas en el Parlament de Cataluña,
a propuesta de Podemos y asociados, han llegado a conseguir su reprobación al
igual que en el ayuntamiento de Barcelona.
Alguien
empezando por el Gobierno debiera tomar cartas en el asunto para evitar tanta
vejación a la primera autoridad del Estado. En otro país democrático no se
permitiría lo que está pasando con el Rey de España.
Y
les advierto que no soy especialmente monárquico. Pero procuro respetar las
leyes vigentes. Sólo así podré exigir respeto para mí.
jajajjajajjaa
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