viernes, 18 de mayo de 2018


HACE 70 AÑOS

El 14 de mayo de 1948, hace 70 años, Gran Bretaña, que era la potencia administradora de Palestina desde 1922 porque así lo había acordado la Sociedad de Naciones, abandonaba este territorio para cumplir el mandato de la ONU de 29 de noviembre de 1947 por el que se repartía el territorio palestino entre judíos y árabes.

Para los judíos la repartición abría la posibilidad de constituir un nuevo estado con una base territorial propia, pues no disponían de ella desde que en el año 135 d.C. se produjera la diáspora. Los judíos habían estado dando tumbos y perseguidos por distintos países entre otros España que los expulsó en 1492 durante el reinado de los Reyes Católicos. La última barrabasada cometida contra este pueblo errante fue el holocausto hitleriano que entre 1939 y 1945 eliminó de la faz de la tierra en los  “Einsatzgruppen” y en los campos de concentración nazi a seis millones de ellos en un genocidio de tintes racistas.

La resolución de la ONU permitía al pueblo judío, con Ben Gurion a la cabeza como líder supremo, poder establecer en Palestina, en donde se encontraba la tierra prometida de Canaán, el Estado de Israel (Eretz Yisrael), objetivo que desde hacía años perseguía el sionismo que fundara el periodista Theodor Herzl a finales del siglo XIX.

Entre la fecha de la resolución del reparto y la de la nueva ocupación del territorio, se produjeron cientos de incidentes por uno y otro lado ante las barbas de los ingleses: atentados con bombas, ametrallamientos, ataques a convoyes que abastecían al barrio judío de Jerusalén y escaramuzas por doquier con un buen número de muertos y heridos.

El mismo día que abandonaba la región el último inglés, el 14 de mayo de 1948, comenzaba la primera guerra árabe  - israelí. No existió ni un solo día de tregua. Tras muchas vicisitudes y combates la trifulca terminó con la derrota de las fuerzas auspiciadas por la Liga Árabe. Durante la contienda Israel se apoderó del 23 % del territorio que la repartición de la ONU había asignado a los árabes aumentando su superficie en más de 5.000 Km2. Los armisticios firmados en 1949 por Israel con varios de los países árabes participantes en el conflicto: Egipto, Líbano, Transjordania y Siria pusieron fin al primer episodio de una serie de enfrentamientos que se repetirían a lo largo del tiempo.

En 1953 se inició por los judíos una obra de trascendental importancia para su supervivencia: el acueducto nacional del agua. Una obra de ingeniería que transporta agua desde el lago de Tiberíades, alimentado por el río Jordán que nace en las cumbres del Monte Hermón y es el único curso de agua del territorio israelí que dispone de este elemento con calidad adecuada y en cantidad suficiente. Las obras duraron hasta 1964 y el acueducto con unos 130 km de recorrido sirve para abastecer de agua, alrededor de 1.700 Hm3 anuales, a diversas ciudades y para regar las tierras áridas y secas del estado judío llegando hasta el desierto del Neguev que los israelitas han convertido en un vergel regado por goteo.

Un intento sirio – jordano de desviar agua de uno de los principales afluentes de cabecera del río Jordán quitándosela a Israel, fue una de las causas que propició la llamada guerra de los Seis Días acontecida en junio de 1967. Esta guerra relámpago finalizó con un incuestionable triunfo israelí que se apoderó de la península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania, los altos del Golán en Siria y Jerusalén Este incluida la ciudad vieja.

Tras acuerdos posteriores Israel sólo retendría los Altos del Golán tras volver a los límites del armisticio de 1949. Y considerarían a Jerusalén como la capital de su estado a pesar de resoluciones contrarias de la ONU de 1981.

Seguirían más guerras como las del Yon Kippur en 1973 y algunas intifadas y también nuevos tratados de paz como el firmado con Jordania en 1995.

Desde entonces, como ha sido tradicional, la situación entre Israel y Palestina se encuentra en un equilibrio inestable que cualquier mínima alteración puede romper.

Y este endeble equilibrio se ha vuelto a perturbar con la insensata decisión del presidente americano Donald Trump de trasladar la embajada de los Estados Unidos desde Tel Aviv, en donde se ubicaba hasta ahora junto con las legaciones del resto de países, a Jerusalén. 

El traslado ha tenido lugar justo cuando se cumple el 70 aniversario de la constitución del estado de Israel en 1948. Consecuencias: se han producido nuevos incidentes y disturbios en la zona palestina que ya veremos en qué acaban. De momento en la franja de Gaza ya se cuenta con un considerable número de víctimas tras las protestas por el traslado.

He visitado Israel y Palestina el pasado mes de marzo: Galilea, Cisjordania y Jerusalén y la situación era tranquila en esos territorios. No se apreciaba tensión alguna ni observé ningún incidente aunque en la franja de Gaza, la zona más conflictiva parece que había algunos problemas en la frontera.

Lo que resulta insólito es que decisiones poco pensadas vuelvan a alterar los precarios equilibrios existentes en la zona y a desencadenar nuevos y más graves incidentes. Esperemos que no llegue la sangre al río y se imponga la cordura.

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