POR TIERRAS DE
LOS CÁTAROS
Cuatro
aventajadas alumnas de lengua francesa del Centro de Adultos de Cáceres:
Felisa, Lola, María José y Victoria, como viaje de práctica lingüística
decidieron visitar el territorio del Languedoc francés para incrementar sus
conocimientos sobre este bello idioma. Hemos acompañado a estas infatigables
estudiantes en este instructivo periplo sus respectivos cónyuges: Agapito,
Pablo, Paco y el autor de este escrito.
El
Languedoc es una región del sudeste de Francia. En parte de sus tierras se
asentaron los cátaros. Algunos de ustedes se preguntarán ¿y quiénes eran los
cátaros? Pues uno herejes como la copa de un pino, también conocidos como los
albigenses.
Eran
ascetas que aspiraban a la santidad, mediante un comportamiento modélico basado
en la pureza. Recibido el “consolamentum“una especie de sacramento múltiple que
se les administraba en las últimas horas de su existencia, podían alcanzar el
paraíso y una futura reencarnación.
De
base gnóstica dual en donde se contraponían el bien al mal, lo terrenal y lo
espiritual, Dios y Satán, negaban la autoridad del Papa y no creían en el
sacramento del Bautismo ya que argumentaban que era cosa de Juan el Bautista y
no de Cristo.
Al
principio de su aparición en el siglo X se les vio con buenos ojos y cierta
comprensión por parte de la jerarquía eclesiástica, pero su persistencia obligó
al papado a tomar medidas drásticas. En 1209 el papa Inocencio III harto de la
contumacia y terquedad de los cátaros, que a pesar de la labor misionera
llevada a cabo no se reintegraban al seno de la Santa Madre Iglesia, dictó la
cruzada contra la herejía albigense, es decir contra los cátaros.
Simón
de Monfort se puso al frente de las operaciones asediando la ciudadela medieval
de Carcasona que fue tomada ese mismo año e hizo prisionero a Ramón Roger
Trencavel, vizconde de Carcasona. Anexionada en 1226 por la corona de Francia
en tiempos de Luis IX (San Luis, rey) hijo de Blanca de Castilla, transformó a
la ciudad en fortaleza real y después en senescalía.
Los
cátaros fueron dando tumbos y los últimos se refugiaron en Montsegur, un
castillo prácticamente inexpugnable. Después de un asedio de casi un año y en
la primavera de 1244 fueron vencidos por las tropas reales y papales siendo
desalojados de la fortaleza y quemados en la hoguera.
El
viaje nos ha permitido visitar los principales reductos cátaros.
Toulouse,
la antigua Tolosa cabeza del condado del mismo nombre, unas veces sometido al
rey de Aragón y otras al rey francés, es hoy la cuarta ciudad más poblada de
Francia y centro neurálgico de la aeronáutica europea, sede del consorcio
Airbus. Mantiene su historia en monumentos bellísimos como el Ayuntamiento o
Capitolio y su plaza, la basílica de San Sernín, el convento de los Jacobinos y
los bellos parajes del río Garona que baña la urbe y que es cruzado por
hermosos puentes.
La
deliciosa ciudad de Albi, que diera nombre a la herejía cátara acoge unos
monumentos admirables. Su catedral dedicada a santa Cecilia está muy bien
conservada y su grandiosidad da idea de la pujanza que ha tenido la ciudad a lo
largo de la historia. En los aledaños del templo mayor, en el palacio de la
Berbie se ubica el museo Toulouse – Lautrec que alberga una ingente cantidad de
obras del pintor nacido en esta ciudad. Los paisajes del río Tarn que baña el
casco urbano son de una belleza sin igual, ideales para calmar el espíritu.
Cordes
sur ciel es un pequeño pueblecito que se utilizó como fortaleza de avanzadilla
en la cruzada contra los cátaros. La armonía de su conjunto con sus estrechas,
empedradas y empinadas calles consecuencia de la diferencia de cotas que oscila
entre 159 y 320 m de altitud es lo más destacable. Todavía en las fachadas
pueden verse banderas con las cruces cátaras.
Ciudades
y sitios como Montauban, la abadía de Moissac, Rocamadour o Cahors con su
puente de La Valentré sobre el río Lot, emblema de la ciudad, son lugares de una
singular belleza dignos de contemplarse.
Y
como remate del viaje la ciudadela de Carcasona, con vicisitudes guerreras y de
asedios ya descritas presenta un conjunto muy homogéneo, visitado anualmente
por millones de turistas. El ataque de las fuerzas papales a esta ciudadela fue
el origen de la cruzada contra los cátaros por cuyas tierras hemos deambulado
durante una semana.
El
manejo del idioma durante toda la excursión ha permitido constatar el
aprovechamiento de las cuatro alumnas que dominan el francés cada vez mejor.
Cuando dudan emplean el lenguaje de signos que resulta al fin y a la postre un
remedio infalible.
Los
acompañantes hicimos lo que pudimos para que el viaje fuera agradable. Pero las
protagonistas fueron ellas que se desenvolvieron estupendamente. Tan buenos
resultados han obtenido en su aprendizaje del idioma galo, que Agapito ha
decidido matricularse él también para el curso próximo. Y es que Agapito es un
crack.
Regresamos
a casa por Cataluña. La presencia frecuente de “esteladas” nos avisa del grave
problema que existe en esta bella tierra generado por unos irresponsables. Pero
esa es otra historia. Que ya contaré en su momento.
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