EL TURISMO ES
UN GRAN INVENTO
Con
este título, protagonizada por Paco Martínez Soria y dirigida por Pedro Lazaga
se rodó una película a finales de los años 60 de la anterior centuria, cuando
los turistas comenzaban a invadir masivamente nuestro país. En ella se
representaba un turismo de sol y playa, suecas en bikini y ligones hispanos
bajitos y morenos. Todo un muestrario de estereotipos y costumbres de la época.
Comenzaba
por entonces en España el imparable avance de un sector que a la postre se
convertiría en uno de los punteros de nuestra economía. Se empezó ofreciendo al
visitante sol y playa a raudales. Los principales núcleos turísticos eran: Benidorm un disparate urbanístico con torres de apartamentos de
decenas de pisos, lo que confiere a su “skyline” el aspecto de un Manhattan
cualquiera. Al proyectarse los turistas que los habitan sobre la playa no caben
en ella. Junto al reducto alicantino, destacó la Costa del Sol con Torremolinos
en primera línea de turismo masivo y Marbella en la que sentó sus reales la
“jet society”.
Nos
encontrábamos en una España que salía de la autarquía, que había superado el aislamiento
internacional y que olvidada la posguerra comenzaba a modernizarse en sus modos
y comportamientos. A ello contribuyó decisivamente la entrada masiva de
turistas con ideas y costumbres nuevas que fueron asimiladas de inmediato y
puestas en práctica por los españolitos.
Se
daba tanta importancia al turismo que en los primeros años se otorgó un premio
al turista dos millones (realmente fue al 1.999.999) Incluso a este hito le fue dedicada una canción.
El
turismo evolucionó velozmente y las principales cadenas hoteleras se instalaron
en el país. El sector se convirtió en uno de los más dinámicos de nuestra
economía y España fue reconocida como un destino de primer orden para el
turismo internacional.
La
variedad de paisajes y de climas, una original gastronomía basada en productos
agroalimentarios de excelente calidad obtenidos en España, el patrimonio
cultural e histórico, la belleza de las costas peninsulares e insulares,
excesivamente urbanizadas en algunos casos y la buena calidad de nuestros servicios,
se han convertido en atractivos irresistibles para el turista. Su número ha ido
aumentando en progresión imparable y en la actualidad - hemos tenido suerte con
las secuelas de la “primavera árabe” - nos visitan alrededor de 75 millones de
foráneos, lo que muestra el crecimiento de este sector, que hoy es clave en la
generación de beneficios y empleos en nuestro país.
A
la par se ha producido una mayor diversificación de la oferta turística.
Turismo de nieve y de montaña, turismo rural y ecológico, turismo de embalses,
enoturismo o turismo ornitológico entre otras especialidades, junto al
tradicional de sol y playa, han abierto amplias posibilidades de elección tanto
para los nativos como para los extranjeros.
Pero
junto a un turismo de calidad se nos ha colado un turismo de “low cost”, parte
del cual a su vez lo es de borrachera, sexo y gamberrismo. Alcanza sus
exponentes máximos en el Salou Fest en la Costa Dorada de Tarragona o en
Magaluf en Mallorca y se extiende cual mancha de aceite a otras zonas.
Son
intolerables los comportamientos incívicos que se observan año tras año en
estas localidades y que deberían ser desterrados cuanto antes. Se producen sucesos
de alcohol, droga y sexo que están prohibidos en los países de origen de los
practicantes y que se consienten en estos lugares con el pretexto de no ahuyentar
a los turistas. Pero se logra el efecto contrario. Se van los turistas de alto
nivel y se queda esta chusma de indeseables que viene a hacer en España lo que
no les dejan llevar a cabo en su país.
Este
turismo de bajos instintos es el que ha de prohibirse. Las autoridades
competentes han de actualizar las leyes si es necesario, y las policías y los
jueces han de aplicarlas hasta conseguir la expulsión de estos indeseables de
nuestra tierra. Como se hace en otros lugares. Exactamente igual. Este tipo de
turismo no le interesa a España que debe optar por uno de calidad en los
comportamientos.
Lo
que no es de recibo es arremeter contra el turismo en general sin
discriminación, como ha comenzado a hacer en Barcelona y ya lo ha extendido a
Palma y otros sitios, Arram la organización juvenil de la CUP. La CUP es la
organización en la que se refugian los anti sistema de Cataluña en su mayoría
identificados con el anarquismo. La cuna española de los libertarios fue y
sigue siendo Barcelona. Desde su origen los anarquistas ha hecho un gran daño a
España. Al parecer tratan de seguir haciéndolo bajo la mirada permisiva de
algunas autoridades catalanas.
La
CUP no es nadie para decidir sobre el turismo español. Solamente las
autoridades tienen potestad para perseguir el turismo de baja estofa que se
está metiendo en España y erradicarlo.
Por
lo demás el sector ha de ser promocionado dentro y fuera de nuestro país ya que
aporta más del 11 % de nuestro PIB,
generando una considerable cantidad de empleo. Por eso ha de seguir siendo uno
de los pilares, por supuesto no el único, de nuestra economía. Y hay que
protegerlo. Pero no cargarse la gallina de los huevos de oro como pretenden la
CUP y sus cachorros. Cuyo objetivo último es la destrucción de España como
país. Lo vienen intentando desde comienzos del siglo XX. Sin conseguirlo. Hasta
ahora.
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