martes, 11 de abril de 2017

EL NIÑO QUE QUERÍA SER TORERO

Adrián Hinojosa el niño que padecía sarcoma de Ewing y que quería ser torero ha muerto a los ocho años de edad.

Me lo imagino en el Cielo dando unas ceñidas chicuelinas con el capote y después con la muleta toreando al natural, con San Pedro como espectador de excepción, que le habrá acogido con cariño y emoción y le habrá proporcionado un esportón con los trastos para que en el más allá el crío pueda hacer realidad su sueño.

Estará toreando al toro de la incomprensión de aquí abajo, de la maldad y de la falta de sensibilidad de algunos descerebrados con un niño que sufría una enfermedad incurable y que sólo pretendía dar salida a su afición y estar con sus ídolos. Gentes que se juegan la vida en un espectáculo memorable y que le transmitían fuerzas a él para luchar contra su mal.

Seguro que Víctor Barrio, el joven torero muerto por un toro en el coso de Teruel hace poco tiempo, lo estará asesorando para que mejore su estilo y aprenda la técnica precisa para torear parando, templando y mandando y que el toro no le coja. Aunque allí arriba no existan el viento ni la mala suerte como aconteció en el ruedo turolense y las cornadas no tengan importancia ni consecuencias.  

Las cornadas dolorosas son las de aquí abajo. Especialmente las que dan una serie de radicales talibanes animalistas que no tienen en cuenta la inocencia de un niño que no conoce la crueldad. Sólo ha experimentado el sufrimiento en los hospitales desde su más tierna edad. Y ha sido capaz de enfrentar con gran arrojo la enfermedad brutal que ha segado de raíz su incipiente vida.

El mundo del toreo sí que lo acogió con cariño y comprensión. Adrián era uno de los suyos a pesar de su corta edad. Un niño que veía al toro como un colaborador necesario para una fiesta ancestral en la que nadie tiene intención de ser cruel con el animal. Sino de que predomine la vertiente cultural y artística. El objetivo es que el diestro se luzca mediante la aplicación del arte y las técnicas de la tauromaquia causando el menor sufrimiento posible al astado tal y como está reglamentado.

Por eso a Adrián le hicieron un homenaje en la plaza de toros de Valencia en el que estuvo acompañado por varias figuras del toreo de primera línea. Se lo merecía el chavalín. Por su coraje, por su arrojo y por su valentía para hacer frente a una cruel  dolencia. La muerte al final se ha salido con la suya. Pero él ha luchado hasta el límite de sus fuerzas. Como un buen torero cuando tiene que hacer frente a un peligroso morlaco.

Tras su muerte las redes sociales se han volcado en defensa del niño que quería ser torero. Los apoyos han superado con mucho a sus detractores, una banda de indocumentados que hasta llegaron a desear su muerte. Como hicieron con Víctor Barrio.

Un hatajo de cobardes que se escuda en el anonimato. Ellos nunca podrían ser toreros. Carecen del valor y del coraje necesarios para dar la cara y hacer frente al enemigo a pecho descubierto. Son unos seres de la peor calaña que no merecen que sus opiniones sean tenidas en cuenta. Porque están basadas en el odio.

Adrián ya ha descansado de su lucha denodada contra el traidor sarcoma. Ha sido vencido por la muerte, como lo seremos todos antes o después. La diferencia es que él tenía toda una vida por delante que se ha visto truncada en sus comienzos.

Espero y deseo que sus padres y su familia encuentren el consuelo en estos difíciles momentos. Perder un hijo es un trago muy duro. Pero si Adrián ha sido un valiente es muy probable que sus padres también lo sean. Los genes son los genes. Y sabrán sobreponerse a este trágico final.

Que piensen que su hijo ya ha salido a hombros por la puerta grande en el ruedo del Cielo. Ya ha alcanzado la gloria tras torear a la muerte. Y pasaportar a unos seres despreciables que no albergan en sus corazones ni una pizca de humanidad. Víctor y otros muchos toreros muertos estarán con él. Y Adrián, el niño que quería ser torero, será feliz.

Las vacaciones de Semana Santa interrumpirán este blog hasta el viernes 21 de abril. Feliz descanso y gracias por su atención al leerme.


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