jueves, 15 de diciembre de 2016

NEW YORK, NEW YORK

 Ofuscado aún por los efectos del “jet lag” resuenan en mi mente las notas de la canción  “New York, New York” que Frank Sinatra hiciera mundialmente famosa, la cual fue compuesta por John Kander y escrita por Fred Ebb unos años antes para la película protagonizada por Liza Minnelli que llevaba el nombre de la ciudad.

He pasado una semana en Nueva York junto con mi mujer, mis dos hijas y mi yerno. El inglés fluido de estos tres últimos y su conocimiento de la ciudad adquirido en visitas anteriores han sido decisivos para aprovechar bien el tiempo y poder conocer con cierto detalle esta gran urbe en una estancia que ha sido relativamente corta.

En mis viajes fuera de España nunca había priorizado darme un garbeo por la Gran Manzana, tal vez porque es una ciudad muy manoseada en la televisión ya que aparece continuamente en los informativos y también en lo que a mí concierne por un poco fundado antiamericanismo proveniente de mis tiempos juveniles y de la guerra de Irak. Pero alguna vez tenía que ser la primera y organizamos el viaje.

La verdad es que no me arrepiento de haber visitado Nueva York una ciudad cosmopolita al máximo que puede considerarse la cabeza financiera, política y pensante del orden mundial además de una urbe fantástica por sus dimensiones. En estos días estaba embellecida al máximo por las luces que iluminan el período navideño.

He podido apreciar que es una ciudad bastante segura. Me he movido por ella con absoluta libertad, sin impedimentos de ningún tipo y siempre con la presencia directa o intuida de los coches de la policía local (NYDP – Police) que tanto se ven en las películas americanas. En este aspecto todo en orden.

Sus suntuosos edificios constituyen un repertorio de la arquitectura más avanzada. Desde el Empire State construido en 1931, hasta el One World Trade Center o Freedom Tower que ha sustituido a las torres gemelas destruidas en un criminal acto terrorista en 2001. Hay infinidad de rascacielos que son un muestrario de avances constructivos. El edificio Chrysler o el Rockefeller Center son ejemplo de ello. Ahora está de moda la Trump Tower en la Quinta Avenida, la cual es foco de la atención mediática y también de protestas diversas contra las políticas que parece aplicará el nuevo presidente americano.

Extensos y animados parques como el Central Park con una superficie de 3,41 Km2  dan belleza y oxígeno a la ciudad y son lugar de esparcimiento y paseo para los neoyorkinos y los millones de turistas visitantes.

Obras de ingeniería como el puente de Brooklyn o el de Manhattan también dan fe de los avances tecnológicos que ha habido en Estados Unidos casi desde sus orígenes como nación independiente en 1776.

Su aeropuerto principal, el JFK, es inmenso a la vez que funcional. No se ha optado por el despilfarro constructivo sino por la eficiencia. El resultado es una instalación cómoda para los viajeros. Sus controles de entrada en contra de lo que pudiera parecer se resuelven con relativa rapidez. Los he pasado bastante más complicados en China, Israel o en la India.

La ciudad presenta un muestrario cultural de primer orden: he visitado el Metropolitan Museum, el Moma, la Frick Collection, el Museo de Ciencias Naturales o la Biblioteca Pública de Nueva York.  A todo esto unan los teatros de Broadway.

La NBA es un espectáculo baloncestístico extraordinario. Presencié un partido en el Madison Square Garden entre el New York Knicks y el Sacramento Kings que fue un prodigio de buen baloncesto jugado a endiablada velocidad que yo creo es lo que le distingue de otras competiciones similares. Lleno absoluto y un gran ambiente.

Pero no todo son luces en Nueva York. El metro es una instalación bastante antigua aunque funciona las 24 horas del día, eso sí con un ritmo de circulación menor por la noche. Y en las horas punta abarrotado como en todas partes. En Manhattan el 75 % de la población no dispone de vehículo, por contraposición a la media nacional que es del 8 %, por lo que el uso del transporte público es masivo.

También he observado importantes deficiencias en las infraestructuras viarias, baches y pavimentos muy deteriorados, túneles de gran longitud sin las mínimas condiciones de seguridad vial,  circunstancias que si se dieran en España estaríamos elevando airadas protestas a los responsables de estas instalaciones. En todas partes cuecen habas.

Y he dejado para el final el momento más emocionante de mi estancia en Nueva York. Fue la visita a la zona cero en donde se ubicaban las Torres Gemelas destruidas por el terrorismo yihadista en un acto de una monstruosa osadía que logró sorprender a la seguridad del país más seguro del mundo. Más de tres mil muertos inocentes dan que pensar en la atrocidad que se cometió allí. Sus nombres figuran en el sencillo memorial ubicado en el solar donde estaba una de las torres. Y son objeto del homenaje diario de todos los visitantes.

Una observación adicional. Nada más entrar en la terminal del aeropuerto JFK me topé con banderas de los EE.UU. Casi igual que en España donde procuramos esconderlas.

En todo caso, si no lo han hecho y tienen oportunidad, visiten Nueva York. Merece la pena.




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