viernes, 2 de diciembre de 2016

EL HERMANO JULIO
  
Era hermano marista y lo conocí en el colegio Champagnat de Salamanca. Yo había estudiado el bachillerato con sus reválidas franquistas y todo en los maristas de Plasencia, logrando “sobrevivir” a las mismas. Mis padres y yo decidimos que el curso Preuniversitario que por entonces no podía estudiarse en el colegio marista placentino lo hiciera en Salamanca en el internado de la misma congregación.  

Y allí lo conocí. Tenía alrededor de cincuenta años. Era un tipo alto y fornido, con el pelo bastante canoso. Derrochaba una gran simpatía y expresividad personal. Se trataba del hermano Julio a quien todos en el colegio apodaban “El Cubano”.

Explicaba en Preu la asignatura de Geografía. Aquel curso 1962 - 63 el tema central elegido por el ministerio para dicha materia era: Plazas y Provincias Africanas. Un tema interesante en el que se estudiaba la presencia española en tierras de África cuando lo que quedaba de nuestro imperio colonial daba sus últimas boqueadas. Habíamos perdido Ifni aunque todavía teníamos presencia en Guinea Ecuatorial y en el Sáhara Occidental.

Un día el hermano Julio nos relató lo que le había acontecido en la perla de las Antillas durante la revolución que encabezó Fidel Castro.

Ocupaba el cargo de subdirector del colegio marista de La Habana en los días de la revolución castrista. La insurrección había comenzado en 1953 como reacción popular contra la dictadura de Fulgencio Batista, un sátrapa bendecido por los americanos. Aunque la lucha armada comenzaría realmente en 1956 con el desembarco del yate Granma y la lucha armada en Sierra Maestra.

Tras múltiples peripecias los revolucionarios dirigidos por el comandante Fidel Castro y por Gutiérrez Menoyo, que más tarde formaría parte de la disidencia contra Fidel, lograron entrar en La Habana en los primeros días de 1959. Y a partir de ahí comenzó la purga.

El hermano Julio “El Cubano” dormía plácidamente en su habitación del colegio marista de la capital cubana, cuando un grupo de guerrilleros irrumpió violentamente en el edificio y comenzó a detener a los hermanos cuya misión era impartir clase en el mismo.

Los milicianos penetraron en su dormitorio y le conminaron a abandonarlo de inmediato concediéndole nada más que unos minutos para que se vistiera con un pantalón y una camisa y recogiera su documentación. Prohibido ponerse la sotana acreditativa de su condición religiosa. Junto a los otros hermanos maristas fue agrupado con miembros de otras congregaciones y algunos sacerdotes.

Escoltados por los milicianos fueron paseados a pie por las principales avenidas de La Habana entre abucheos y denuestos de la población. Decía el bueno del hermano Julio que en su vida había pasado por tal vergüenza y escarnio. Ellos que se habían entregado en cuerpo y alma a la educación de la juventud cubana.

Y eso que el trato que les dispensaron no fue de los peores. Al parecer un hermano de Fidel fue alumno del colegio y por ello tuvieron cierta consideración con los maristas.

El episodio finalizó cuando fueron conducidos al aeropuerto habanero y “con lo puesto” les embarcaron en un avión de Iberia con destino a Madrid.

Por supuesto que el nuevo régimen se incautó del colegio tal y como hizo con otras propiedades de cubanos que se vieron obligados a exiliarse.

El hermano Julio, que eran un bonachón, contaba su experiencia sin odio ni acritud hacia las fuerzas revolucionarias cubanas. Quizás porque en su concepción inicial la revolución castrista tuvo cierta justificación ya que logró dos objetivos: destronar a un dictador como Batista que había accedido al poder por la fuerza y expulsar a los capitalistas norteamericanos que tenían colonizada la isla caribeña.

La revolución liderada por Fidel Castro, que fue un emblema para algunas naciones latinoamericanas, no fue capaz de dar adecuada solución a los problemas de los cubanos, aunque mostrara aciertos sobre todo en las áreas de sanidad y educación. Su error quizás radicara en que se encerró en un comunismo a ultranza con modos dictatoriales aderezado de tintes nacionalistas para involucrar a los cubanos que se quedaron. Pero siempre estuvo vigilado y bloqueado por los americanos.

Cientos de miles de cubanos – se estima en dos millones-  se vieron abocados al exilio y hoy constituyen una diáspora cuyos núcleos principales se encuentran en Miami y en España.

Los acontecimientos posteriores ocurridos en la prolongada revolución cubana se cierran ahora con la muerte de quien fue su líder más carismático: Fidel Castro. Ya han desparecido otros adalides de la misma como el Ché Guevara que es hoy santo y seña de algunos de nuestros jóvenes.

Nunca más volví a tener contacto con el hermano Julio. Supongo que habrá fallecido dada la edad que tenía cuando lo conocí en Salamanca. Pero siempre recordaré su humanidad y su simpatía. Era un hombre bueno.

Y tampoco olvidaré el relato de su odisea en Cuba que, con alguna laguna en mi memoria, sucintamente les he descrito.

Un viaje me impedirá publicar el próximo viernes. Así que hasta dentro de unos días. Muchas gracias por leer este blog.





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