EL HERMANO
JULIO
Era
hermano marista y lo conocí en el colegio Champagnat de Salamanca. Yo había
estudiado el bachillerato con sus reválidas franquistas y todo en los maristas
de Plasencia, logrando “sobrevivir” a las mismas. Mis padres y yo decidimos que
el curso Preuniversitario que por entonces no podía estudiarse en el colegio
marista placentino lo hiciera en Salamanca en el internado de la misma
congregación.
Y
allí lo conocí. Tenía alrededor de cincuenta años. Era un tipo alto y fornido,
con el pelo bastante canoso. Derrochaba una gran simpatía y expresividad
personal. Se trataba del hermano Julio a quien todos en el colegio apodaban “El
Cubano”.
Explicaba
en Preu la asignatura de Geografía. Aquel curso 1962 - 63 el tema central
elegido por el ministerio para dicha materia era: Plazas y Provincias Africanas.
Un tema interesante en el que se estudiaba la presencia española en tierras de
África cuando lo que quedaba de nuestro imperio colonial daba sus últimas
boqueadas. Habíamos perdido Ifni aunque todavía teníamos presencia en Guinea
Ecuatorial y en el Sáhara Occidental.
Un
día el hermano Julio nos relató lo que le había acontecido en la perla de las
Antillas durante la revolución que encabezó Fidel Castro.
Ocupaba
el cargo de subdirector del colegio marista de La Habana en los días de la
revolución castrista. La insurrección había comenzado en 1953 como reacción
popular contra la dictadura de Fulgencio Batista, un sátrapa bendecido por los
americanos. Aunque la lucha armada comenzaría realmente en 1956 con el
desembarco del yate Granma y la lucha armada en Sierra Maestra.
Tras
múltiples peripecias los revolucionarios dirigidos por el comandante Fidel
Castro y por Gutiérrez Menoyo, que más tarde formaría parte de la disidencia
contra Fidel, lograron entrar en La Habana en los primeros días de 1959. Y a
partir de ahí comenzó la purga.
El
hermano Julio “El Cubano” dormía plácidamente en su habitación del colegio
marista de la capital cubana, cuando un grupo de guerrilleros irrumpió
violentamente en el edificio y comenzó a detener a los hermanos cuya misión era
impartir clase en el mismo.
Los
milicianos penetraron en su dormitorio y le conminaron a abandonarlo de
inmediato concediéndole nada más que unos minutos para que se vistiera con un
pantalón y una camisa y recogiera su documentación. Prohibido ponerse la sotana
acreditativa de su condición religiosa. Junto a los otros hermanos maristas fue
agrupado con miembros de otras congregaciones y algunos sacerdotes.
Escoltados
por los milicianos fueron paseados a pie por las principales avenidas de La
Habana entre abucheos y denuestos de la población. Decía el bueno del hermano
Julio que en su vida había pasado por tal vergüenza y escarnio. Ellos que se
habían entregado en cuerpo y alma a la educación de la juventud cubana.
Y
eso que el trato que les dispensaron no fue de los peores. Al parecer un
hermano de Fidel fue alumno del colegio y por ello tuvieron cierta
consideración con los maristas.
El
episodio finalizó cuando fueron conducidos al aeropuerto habanero y “con lo
puesto” les embarcaron en un avión de Iberia con destino a Madrid.
Por
supuesto que el nuevo régimen se incautó del colegio tal y como hizo con otras
propiedades de cubanos que se vieron obligados a exiliarse.
El
hermano Julio, que eran un bonachón, contaba su experiencia sin odio ni acritud
hacia las fuerzas revolucionarias cubanas. Quizás porque en su concepción
inicial la revolución castrista tuvo cierta justificación ya que logró dos
objetivos: destronar a un dictador como Batista que había accedido al poder por
la fuerza y expulsar a los capitalistas norteamericanos que tenían colonizada
la isla caribeña.
La
revolución liderada por Fidel Castro, que fue un emblema para algunas naciones
latinoamericanas, no fue capaz de dar adecuada solución a los problemas de los
cubanos, aunque mostrara aciertos sobre todo en las áreas de sanidad y
educación. Su error quizás radicara en que se encerró en un comunismo a
ultranza con modos dictatoriales aderezado de tintes nacionalistas para
involucrar a los cubanos que se quedaron. Pero siempre estuvo vigilado y
bloqueado por los americanos.
Cientos
de miles de cubanos – se estima en dos millones- se vieron abocados al exilio y hoy constituyen
una diáspora cuyos núcleos principales se encuentran en Miami y en España.
Los
acontecimientos posteriores ocurridos en la prolongada revolución cubana se
cierran ahora con la muerte de quien fue su líder más carismático: Fidel
Castro. Ya han desparecido otros adalides de la misma como el Ché Guevara que
es hoy santo y seña de algunos de nuestros jóvenes.
Nunca
más volví a tener contacto con el hermano Julio. Supongo que habrá fallecido
dada la edad que tenía cuando lo conocí en Salamanca. Pero siempre recordaré su
humanidad y su simpatía. Era un hombre bueno.
Y
tampoco olvidaré el relato de su odisea en Cuba que, con alguna laguna en mi
memoria, sucintamente les he descrito.
Un viaje me impedirá
publicar el próximo viernes. Así que hasta dentro de unos días. Muchas gracias
por leer este blog.
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