viernes, 4 de noviembre de 2016

MODALES RUFIANESCOS

Versalles es un palacio situado en las inmediaciones de París. Iniciada su construcción por Luis XIII de Francia como palacete de caza, fue ampliado por Luis XIV, el rey Sol, para residencia real. Por sus fastuosos salones pululaba la corte francesa haciendo gala de unos modales muy refinados. Parece que predominaba en las relaciones personales una exquisita educación y cortesía. De modo que la palabra versallesco para calificar a determinado tipo de comportamientos, ha sido definida por el diccionario de la RAE en lo que se refiere al lenguaje y a los modales como “afectadamente corteses”.

En un ámbito como el del Congreso de los Diputados de España parecería exagerado reclamar de los parlamentarios unos modales y un lenguaje versallescos. Pero sí es exigible que mantengan unas actitudes que comporten un respeto mínimo entre ellos. Ese modo de actuar sería también una deferencia para con los ciudadanos de los que aquellos son representantes elegidos por procedimientos democráticos.

Pues bien en el parlamento español se están imponiendo los modales rufianescos. Los califico así porque el discurso pronunciado por el diputado de ERC Gabriel Rufián en la investidura de Rajoy, fue un compendio de falta de respeto, de inquina y de odio contra un partido como el PSOE que ha ejercitado un derecho democrático y legítimo, como es el de abstenerse dejando que gobierne la lista más votada, para evitar un bloqueo institucional y unas terceras elecciones que hubieran sido el hazmerreir de Europa.

A Rufián, un radical procedente de la “banlieu” barcelonesa, no le han enseñado modales, ni respeto al adversario político ni nada que se le parezca. Este joven es el fruto de una educación fundamentada en el odio a todo lo español y en la prostitución de la historia que se ha dado en bastantes aulas catalanas. Es un converso que quiere ser más independentista que los más viejos separatistas del lugar. Porque él es un “charnego” de origen. Palabrita marginadora con la que en Cataluña, califican a los que no son catalanes de pura cepa: es decir a andaluces, extremeños, murcianos o castellanos entre otros.

Mantuvo a lo largo de su discurso un lenguaje incendiario y agresivo que destilaba un odio superlativo contra el PSOE debido a que este partido no ha hecho lo que a él le hubiera gustado que hiciera: constituir un gobierno alternativo consistente en una mezcolanza de los socialistas con Podemos y sus cuarenta “mareas”, los independentistas de ERC y de la antigua Convergencia, y el PNV. Un batiburrillo de siglas ingobernable, pero que les hubiera venido al pelo a los independentistas catalanes para conseguir sus propósitos: la secesión de Cataluña.

Terminada su provocadora intervención Rufián fue felicitado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que es el introductor de los modales rufianescos en el Congreso. Aunque este último los escenifica de un modo algo más maquiavélico y sutil. Aun así a veces suelta la cal viva.

Un discurso como el de Rufián, debió de ser cortado de raíz por la Presidenta del Congreso. Pero esta mujer está “en las primeras letras” que decía mi abuela. Y es que  políticos como ella, que lo mismo valen “para un barrido que para un fregado” (también lo decía mi abuela) son un prodigio de la naturaleza y a mí me impresionan. De profesión médico, ha sido ministra de Sanidad, de Fomento y ahora preside el Congreso. Una joya.

No sabiendo distinguir entre la libertad de expresión y el respeto que todo parlamentario debe a sus rivales, y confundiendo la flexibilidad con la debilidad más absoluta, consintió al ínclito Rufián toda clase de improperios sin mover un solo músculo de su rostro impasible. Sólo le quitó la palabra cuando había agotado con creces su tiempo.

Cuando Antonio Hernando, el portavoz del PSOE, con toda la razón del mundo solicitó un tiempo de respuesta por alusiones, no le dejó expresarse y le cortó el sonido sin dejarle exponer su alegato. Una vergüenza.

Creo que estamos entrando en una dinámica muy peligrosa. Así comenzaron sucesos muy desagradables que tuvieron lugar en España hace 80 años. Partidos de izquierda radical que ponen en entredicho las instituciones o los resultados de las urnas, no son válidos para construir una democracia representativa como es la española. Partidos que buscan el frentismo y la agitación callejera en lugar de exponer razonamientos que convenzan a los electores, pueden llevarnos a episodios muy graves.

Alguien sentenció con gran clarividencia que “los pueblos que olvidan sus historia están condenados a repetirla”. No deberíamos olvidar esta gran verdad.

Aunque en el parlamento español quizá sea excesivo optar por los modales versallescos, sí que es urgente desterrar de él los modales rufianescos. La actitud que mantenga la señora presidenta, exigiendo el respeto debido a todos, puede contribuir en gran medida a tranquilizar los ánimos. Y a que no vuelva a repetirse el impresentable discurso protagonizado por Rufián.



No hay comentarios:

Publicar un comentario