viernes, 14 de octubre de 2016

MILITANTES, SIMPATIZANTES Y VOTANTES

Los militantes de un partido constituyen el conjunto de personas que asumiendo todos o la inmensa mayoría de sus principios se integran en la formación en cuerpo y alma. Puede afirmarse sin duda que son la columna vertebral de ella.

Luego están los simpatizantes, grupo de individuos que, aceptando con carácter general la ideología del partido aunque no la compartan al cien por cien, suelen otorgarle su voto elección tras elección.

Y por último se encuentran los votantes. Son aquellos ciudadanos que dan su voto al partido político en unas elecciones sí y en otras no. Votan a favor cuando el programa electoral presentado les convence, por entender que con sus propuestas podrán resolverse sus problemas personales o los de la nación de la que forman parte. También lo hacen en función de la credibilidad que la formación les merezca.

Además están los dirigentes que, elegidos en los diferentes comités u órganos del partido, son las personas que en el día a día, en base a la dedicación e información superior de la que disponen, se les encomienda una doble misión: por una parte identificar con acierto el sentir de los potenciales votantes y por otra orientar las actuaciones de la formación de modo que puedan llevarse a efecto las acciones prometidas a los ciudadanos en el programa electoral. Y esto se gobierne o se esté en la oposición.

Este sería un modo bastante simplista, pero comprensible, de definir la composición de un partido político.

Intentemos profundizar un poco más en la cuestión.

Los militantes suelen representar una parte reducida del total de sufragios que un partido obtiene en unas elecciones. Por ejemplo: el PSOE, partido que pasa ahora por una profunda crisis, en las últimas elecciones generales ha obtenido 5.424.709 votos. Sus militantes que son 190.000 representan por tanto el 3,5 % del total de votos obtenidos.

Es difícil calcular el número de simpatizantes ya que este presenta cierta variabilidad algo más acusada que la que pueda darse entre los militantes. Podríamos estimarlo con generosidad en un 30 % del total de votos obtenidos. En el caso que nos ocupa ascendería a 1.627.412 votos. Número muy por encima de los simpatizantes realmente inscritos en el partido que se cifra en unos 400.000.

Supongamos que los militantes y simpatizantes estimados tienen una fidelidad total y siempre votan al partido. Su suma representaría el 33,5 % de los sufragios alcanzados.

Por tanto el 66,5 % de los votos obtenidos por un partido proceden del público en general, que vota en función de la credibilidad que le merezcan los dirigentes y el programa presentado. Este voto puede variar sensiblemente en el tiempo y está ligado al hecho de que el partido político cumpla o no las expectativas de los ciudadanos en relación con la resolución de sus problemas.

Como muestra de esta volatilidad en el número de votantes, el partido que nos ocupa llegó a tener más de 11 millones de sufragios favorables y ahora sólo obtiene 5,4 Millones. En números redondos ha perdido 6 Millones de votantes. Estos son, en su mayoría, los ciudadanos que han dejado de inclinarse por el partido al sentirse defraudados por sus políticas o programas presentados.

Como se deduce de todo esto, son los votantes los que otorgan la mayoría de los escaños y, en consecuencia, el poder a un partido político. Los votos de los militantes y simpatizantes sumados solamente representan una pequeña parte del total obtenido. Y los de los militantes sólo una mínima parte.

Por lo tanto poner los destinos de un partido en manos de sus militantes exclusivamente es asunto de alto riesgo. Los militantes ya tienen la importante misión de elegir a los cargos dirigentes que los representan. A partir de ahí no se puede estar llamando a consultas a la militancia cada dos por tres ya que su opinión, aunque pueda ser de gran importancia, no decide el número de votos que se obtendrán en unas elecciones.

Por eso la estrategia de un partido radica en que sus dirigentes sean capaces de identificar con acierto los deseos de los ciudadanos y especialmente la de aquel núcleo de ellos que potencialmente les puede votar. Y con este conocimiento confeccionar el adecuado programa con vistas a resolver las aspiraciones de los ciudadanos. Cuantos más ciudadanos se identifiquen con sus propuestas mayor será el número de votos y escaños que obtendrá el partido.

Un dirigente no puede apoyarse solamente en los militantes para conseguir sus propósitos. Ha de tener en cuenta también a los simpatizantes y sobre todo a los votantes en general que son los que le otorgarán el poder.

Si al partido en cuestión que hemos analizado sólo le votaran los militantes no obtendría ni un solo escaño. Y si le votarán la suma de militantes y simpatizantes, de acuerdo con los números que hemos estudiado, se convertiría en un partido marginal dado el reducido número de escaños que obtendría.

En consecuencia los intereses prioritarios han de ser los del partido. Los de los militantes y dirigentes han de quedar en un segundo plano.

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