MILITANTES,
SIMPATIZANTES Y VOTANTES
Los
militantes de un partido constituyen el conjunto de personas que asumiendo
todos o la inmensa mayoría de sus principios se integran en la formación en
cuerpo y alma. Puede afirmarse sin duda que son la columna vertebral de ella.
Luego
están los simpatizantes, grupo de individuos que, aceptando con carácter
general la ideología del partido aunque no la compartan al cien por cien,
suelen otorgarle su voto elección tras elección.
Y
por último se encuentran los votantes. Son aquellos ciudadanos que dan su voto
al partido político en unas elecciones sí y en otras no. Votan a favor cuando
el programa electoral presentado les convence, por entender que con sus
propuestas podrán resolverse sus problemas personales o los de la nación de la
que forman parte. También lo hacen en función de la credibilidad que la
formación les merezca.
Además
están los dirigentes que, elegidos en los diferentes comités u órganos del
partido, son las personas que en el día a día, en base a la dedicación e
información superior de la que disponen, se les encomienda una doble misión: por
una parte identificar con acierto el sentir de los potenciales votantes y por
otra orientar las actuaciones de la formación de modo que puedan llevarse a
efecto las acciones prometidas a los ciudadanos en el programa electoral. Y
esto se gobierne o se esté en la oposición.
Este
sería un modo bastante simplista, pero comprensible, de definir la composición
de un partido político.
Intentemos
profundizar un poco más en la cuestión.
Los
militantes suelen representar una parte reducida del total de sufragios que un
partido obtiene en unas elecciones. Por ejemplo: el PSOE, partido que pasa
ahora por una profunda crisis, en las últimas elecciones generales ha obtenido
5.424.709 votos. Sus militantes que son 190.000 representan por tanto el 3,5 %
del total de votos obtenidos.
Es
difícil calcular el número de simpatizantes ya que este presenta cierta
variabilidad algo más acusada que la que pueda darse entre los militantes.
Podríamos estimarlo con generosidad en un 30 % del total de votos obtenidos. En
el caso que nos ocupa ascendería a 1.627.412 votos. Número muy por encima de
los simpatizantes realmente inscritos en el partido que se cifra en unos 400.000.
Supongamos
que los militantes y simpatizantes estimados tienen una fidelidad total y
siempre votan al partido. Su suma representaría el 33,5 % de los sufragios
alcanzados.
Por
tanto el 66,5 % de los votos obtenidos por un partido proceden del público en
general, que vota en función de la credibilidad que le merezcan los dirigentes
y el programa presentado. Este voto puede variar sensiblemente en el tiempo y
está ligado al hecho de que el partido político cumpla o no las expectativas de
los ciudadanos en relación con la resolución de sus problemas.
Como
muestra de esta volatilidad en el número de votantes, el partido que nos ocupa
llegó a tener más de 11 millones de sufragios favorables y ahora sólo obtiene
5,4 Millones. En números redondos ha perdido 6 Millones de votantes. Estos son,
en su mayoría, los ciudadanos que han dejado de inclinarse por el partido al
sentirse defraudados por sus políticas o programas presentados.
Como
se deduce de todo esto, son los votantes los que otorgan la mayoría de los
escaños y, en consecuencia, el poder a un partido político. Los votos de los
militantes y simpatizantes sumados solamente representan una pequeña parte del
total obtenido. Y los de los militantes sólo una mínima parte.
Por
lo tanto poner los destinos de un partido en manos de sus militantes
exclusivamente es asunto de alto riesgo. Los militantes ya tienen la importante
misión de elegir a los cargos dirigentes que los representan. A partir de ahí
no se puede estar llamando a consultas a la militancia cada dos por tres ya que
su opinión, aunque pueda ser de gran importancia, no decide el número de votos
que se obtendrán en unas elecciones.
Por
eso la estrategia de un partido radica en que sus dirigentes sean capaces de
identificar con acierto los deseos de los ciudadanos y especialmente la de aquel núcleo de ellos que potencialmente les puede votar. Y con este
conocimiento confeccionar el adecuado programa con vistas a resolver las
aspiraciones de los ciudadanos. Cuantos más ciudadanos se identifiquen con sus
propuestas mayor será el número de votos y escaños que obtendrá el partido.
Un
dirigente no puede apoyarse solamente en los militantes para conseguir sus
propósitos. Ha de tener en cuenta también a los simpatizantes y sobre todo a
los votantes en general que son los que le otorgarán el poder.
Si
al partido en cuestión que hemos analizado sólo le votaran los militantes no
obtendría ni un solo escaño. Y si le votarán la suma de militantes y
simpatizantes, de acuerdo con los números que hemos estudiado, se convertiría
en un partido marginal dado el reducido número de escaños que obtendría.
En
consecuencia los intereses prioritarios han de ser los del partido. Los de los
militantes y dirigentes han de quedar en un segundo plano.
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