viernes, 21 de octubre de 2016

LOS NIÑOS DE ALEPO

Alepo es la ciudad más poblada de Siria. Situada al noroeste del país cerca de la frontera con Turquía tiene una población superior a los 2,1 millones de habitantes. Más que la capital de la nación: Damasco.

Durante el conflicto bélico iniciado en el año 2011 entre las fuerzas armadas del presidente sirio Bashar – al - Asad y grupos rebeldes a su gobierno, ha sido, junto a la urbe de Homs, la ciudad más castigada por los bombardeos de unos y otros. Sus edificios han quedado destruidos en una elevada proporción.

Hace unos días tuve oportunidad de presenciar unas imágenes terroríficas de niños afectados por los bombardeos acaecidos en la ciudad de Alepo.

Sentado confortablemente en mi sillón contemplaba en la televisión imágenes espeluznantes que ponían de manifiesto las consecuencias de los últimos ataques sufridos por la ciudad.

Varios niños de entre 5 y 10 años se encontraban enterrados bajo los escombros. Una niña sepultada por las ruinas de la vivienda familiar era extraída a duras penas por los voluntarios. Fue la única superviviente de toda la familia. Habían perecido bajo los cascotes de la casa derruida sus padres y sus dos hermanos.

Indescriptible el rostro de terror, pena y preocupación de esa pequeña que se quedaba sola en el mundo. Los voluntarios trataban de ayudarla y consolarla. Pero su cara era el reflejo de esta irracional tragedia bélica que lleva en su debe más de 250.000 muertos. Y como secuela millones de refugiados que pululan por el Mediterráneo, por Turquía y por algunos países europeos, huyendo desesperadamente de esta guerra fratricida para no ser masacrados.

Aparecían en las imágenes de la televisión otros niños heridos y ensangrentados como consecuencia de los bombardeos, que eran rescatados de las ruinas en que se ha convertido Alepo, una ciudad otrora pujante y la capital económica de la nación siria.

En los hospitales yacían niños abandonados y solos, alguno con parte de sus miembros amputados. Un espectáculo indigno de la condición humana. Y que vuelve a poner de actualidad la conocida máxima: homo hominis lupus (el hombre es un lobo para el hombre)

Pensé que estos niños huérfanos y sin familia, muchos de ellos heridos, no merecían que la vida les tratase de una forma tan cruel desde su más tierna infancia.

Y todo a causa de una guerra en la que se juegan intereses de unos y otros sin tener en cuenta el valor de la vida humana. Mercados de armas y pugna entre los bloques clásicos de poder en el mundo. Rusia apoyando a Bashar – al – Asad un dictador que ha causado un gran sufrimiento a su pueblo. Estados Unidos y Turquía en ayuda de los rebeldes. Para rematar la faena los yihadistas del DAESH o el ISIS, como prefieran, tratando de apoderarse de más territorio para reforzar el Estado Islámico.

Como resultado de todo este disparate un holocausto de víctimas inocentes. 8 millones de niños según datos de UNICEF que están sufriendo en sus carnes infantiles los horrores de este desatinado conflicto. Y una diáspora de millones de refugiados que han tenido que abandonar sus hogares y haciendas para salvar el pellejo y que hoy día peregrinan sin rumbo, sin que nadie les eche una mano y les ayude. Una vergüenza.

En medio del conflicto organismos internacionales inoperantes como la ONU que continúa sin resolver ni un solo problema de gravedad que se presenta en el mundo. Miles de diplomáticos perorando en sus salones y hemiciclos para justificar sueldos escandalosos que retribuyen con largueza la ineficacia de su trabajo, el cual está teledirigido por las grandes potencias que tienen derecho de veto.

Existen conflictos que se eternizan como la guerra de Irak en la que los americanos hicieron mangas y capirotes, defenestrando a un dictador para dar vida al ISIS que desde allí ataca a Siria. Y además se destrozan en una guerra interna entre hermanos de religión. La ONU estuvo durante la invasión yanqui mirando hacia otro lado.

O el problema saharaui con 200.000 personas tiradas desde hace 40 años en la hamada desértica argelina sin que la ONU sea capaz de solucionar el problema.

El mundo occidental asentado en el lujo y las nuevas tecnologías, contempla desde sus televisores de alta gama la tragedia de los niños de Alepo como si se tratase de una película con figurantes, en lugar de asumir la cruda realidad del padecimiento extremo que estos niños sufren día tras día y que termina con su muerte, sus heridas o su orfandad.

Y nadie hace nada para detener esta hecatombe que comenzó hace seis años ya.



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