LOS NIÑOS DE
ALEPO
Alepo
es la ciudad más poblada de Siria. Situada al noroeste del país cerca de la
frontera con Turquía tiene una población superior a los 2,1 millones de
habitantes. Más que la capital de la nación: Damasco.
Durante
el conflicto bélico iniciado en el año 2011 entre las fuerzas armadas del
presidente sirio Bashar – al - Asad y grupos rebeldes a su gobierno, ha sido,
junto a la urbe de Homs, la ciudad más castigada por los bombardeos de unos y
otros. Sus edificios han quedado destruidos en una elevada proporción.
Hace
unos días tuve oportunidad de presenciar unas imágenes terroríficas de niños
afectados por los bombardeos acaecidos en la ciudad de Alepo.
Sentado
confortablemente en mi sillón contemplaba en la televisión imágenes
espeluznantes que ponían de manifiesto las consecuencias de los últimos ataques
sufridos por la ciudad.
Varios
niños de entre 5 y 10 años se encontraban enterrados bajo los escombros. Una
niña sepultada por las ruinas de la vivienda familiar era extraída a duras
penas por los voluntarios. Fue la única superviviente de toda la familia.
Habían perecido bajo los cascotes de la casa derruida sus padres y sus dos
hermanos.
Indescriptible
el rostro de terror, pena y preocupación de esa pequeña que se quedaba sola en
el mundo. Los voluntarios trataban de ayudarla y consolarla. Pero su cara era
el reflejo de esta irracional tragedia bélica que lleva en su debe más de
250.000 muertos. Y como secuela millones de refugiados que pululan por el
Mediterráneo, por Turquía y por algunos países europeos, huyendo
desesperadamente de esta guerra fratricida para no ser masacrados.
Aparecían
en las imágenes de la televisión otros niños heridos y ensangrentados como
consecuencia de los bombardeos, que eran rescatados de las ruinas en que se ha
convertido Alepo, una ciudad otrora pujante y la capital económica de la nación
siria.
En
los hospitales yacían niños abandonados y solos, alguno con parte de sus miembros
amputados. Un espectáculo indigno de la condición humana. Y que vuelve a poner
de actualidad la conocida máxima: homo hominis lupus (el hombre es un lobo para
el hombre)
Pensé
que estos niños huérfanos y sin familia, muchos de ellos heridos, no merecían
que la vida les tratase de una forma tan cruel desde su más tierna infancia.
Y
todo a causa de una guerra en la que se juegan intereses de unos y otros sin
tener en cuenta el valor de la vida humana. Mercados de armas y pugna entre los
bloques clásicos de poder en el mundo. Rusia apoyando a Bashar – al – Asad un
dictador que ha causado un gran sufrimiento a su pueblo. Estados Unidos y
Turquía en ayuda de los rebeldes. Para rematar la faena los yihadistas del
DAESH o el ISIS, como prefieran, tratando de apoderarse de más territorio para
reforzar el Estado Islámico.
Como
resultado de todo este disparate un holocausto de víctimas inocentes. 8
millones de niños según datos de UNICEF que están sufriendo en sus carnes infantiles
los horrores de este desatinado conflicto. Y una diáspora de millones de
refugiados que han tenido que abandonar sus hogares y haciendas para salvar el
pellejo y que hoy día peregrinan sin rumbo, sin que nadie les eche una mano y
les ayude. Una vergüenza.
En
medio del conflicto organismos internacionales inoperantes como la ONU que
continúa sin resolver ni un solo problema de gravedad que se presenta en el
mundo. Miles de diplomáticos perorando en sus salones y hemiciclos para
justificar sueldos escandalosos que retribuyen con largueza la ineficacia de su
trabajo, el cual está teledirigido por las grandes potencias que tienen derecho
de veto.
Existen
conflictos que se eternizan como la guerra de Irak en la que los americanos
hicieron mangas y capirotes, defenestrando a un dictador para dar vida al ISIS
que desde allí ataca a Siria. Y además se destrozan en una guerra interna entre
hermanos de religión. La ONU estuvo durante la invasión yanqui mirando hacia
otro lado.
O
el problema saharaui con 200.000 personas tiradas desde hace 40 años en la
hamada desértica argelina sin que la ONU sea capaz de solucionar el problema.
El
mundo occidental asentado en el lujo y las nuevas tecnologías, contempla desde
sus televisores de alta gama la tragedia de los niños de Alepo como si se
tratase de una película con figurantes, en lugar de asumir la cruda realidad
del padecimiento extremo que estos niños sufren día tras día y que termina con
su muerte, sus heridas o su orfandad.
Y
nadie hace nada para detener esta hecatombe que comenzó hace seis años ya.
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