LA COLONIZACIÓN
EN EXTREMADURA (1952 – 1975)
En
el trascurso de una jornada conmemorativa del día de San Isidro patrono de la
Escuela de Ingenieras Agrarias de la Universidad de Extremadura, fui invitado
junto a otros ponentes, a pronunciar una conferencia sobre la colonización que
tuvo lugar en Extremadura entre los años 1952 y 1975, durante el mandato
franquista. Me correspondió desarrollar el tema: Infraestructuras Hidráulicas y
Agrarias en el proceso de colonización de Extremadura (1952 – 1975).
He
aquí una síntesis de mi intervención.
La
primera consideración a tener en cuenta es que la práctica totalidad de las
obras hidráulicas y zonas regables que llevó a cabo el régimen de Franco en los
planes colonizadores extremeños ya estaba diseñada en el Plan General de
Canales de Riego y Pantanos de 1902, conocido como Plan Gasset. En este
documento se recogía la realización de un total de 205 obras, 22 de las cuales
estaban ubicadas en Extremadura en las cuencas del Tajo y del Guadiana.
Tras
sucesivas revisiones del Plan Gasset, ya en plena II República, Manuel Lorenzo
Pardo con el apoyo de Indalecio Prieto redacta el Plan Nacional de Obras
Hidráulicas de 1933, que tras el doloroso paréntesis de la guerra civil sería
la base del proceso de colonización de la región extremeña.
Aunque
ya se encontraba en construcción desde 1932 la presa de Cijara, las actuaciones
comienzan con la promulgación de la Ley de Colonización, Industrialización y
Electrificación de la provincia de Badajoz, el 7 de abril de 1952, conocida
como Plan Badajoz y se continúa con las declaraciones de interés nacional a
partir de 1955 de diversas zonas regables en el Norte de Cáceres.
A
partir de ahí bajo la dirección de las Confederaciones Hidrográficas del
Guadiana y del Tajo organismos del Ministerio de Obras Públicas y del Instituto
Nacional de Colonización (INC) y posteriormente del IRYDA (Instituto Nacional
de Reforma y Desarrollo Agrario) desde el Ministerio de Agricultura, se inicia
un proceso muy importante de actuaciones que cambiaría la faz de buena parte
del campo extremeño y sería la base del desarrollo moderno de la región.
Se
lleva a cabo una ingente labor de construcción de embalses de regulación para
disponer de los recursos hídricos necesarios para el riego. Los principales
embalses construidos fueron: Cijara, García de Sola, Orellana y Zújar en la
cuenca del Guadiana y Rosarito, Gabriel y Galán y Borbollón en la del Tajo. La
capacidad de embalse conseguida fue de 3.724 Hm3 en la cuenca del Guadiana y
1.148 Hm3 en la del Tajo.
Se
transformaron en riego entre 1952 y 1975 más de 174.000 ha lo que supuso una
media de 7.500 ha/año que da idea de la significativa labor llevada a cabo por
los organismos colonizadores.
Esto
supuso la construcción de una notable infraestructura de canales (668 km),
acequias y tuberías (5.750 km), desagües
(3.978 km) y caminos rurales (4.892 km)
Paralelamente
se construyeron 60 poblados para residencia de los colonos de los que se
instalaron 10.000, junto con 2.000 obreros agrícolas.
También
se repoblaron forestalmente más de 3.700 ha.
Para
conseguir todo esto hubo que expropiar a los terratenientes, por el precio de
las tierras en secano, una superficie de 60.000 ha, aproximadamente la tercera
parte de la superficie puesta en regadío.
Las
nuevas explotaciones de riego supusieron un giro absoluto en los cultivos que
hasta entonces se daban en las vegas extremeñas. Los cereales de invierno, la
vid, el olivar y los pastos en secano, fueron sustituidos por nuevos cultivos:
maíz, algodón, tabaco, hortícolas, alfalfa y praderas o frutales diversos, lo
que supuso un cambio radical tanto en el paisaje como en la generación de
riqueza y empleo.
Pero
no todo fueron luces en los planes colonizadores. También hubo sombras, aparte
de la orientación político – religiosa que afectaba entonces a toda la nación.
La reducida dimensión de las explotaciones, que tenía su lógica en la ausencia
de mecanización y en la necesidad de colocar el mayor número de colonos posibles
en los regadíos; la inexistencia de un banco de tierras para intercambiar en él
superficies y poder aumentar aquella dimensión; y también el bajo grado de
industrialización de las producciones, la cual tuvo lugar mucho más tarde ya en
épocas democráticas, serían las sombras más evidentes de la colonización.
Su
virtud principal fue lograr la transformación en riego de más de 174.000 ha de
tierras con la consiguiente generación de actividad económica y empleo tanto
directo como indirecto evitando la emigración de miles de familias. El regadío
sería la base del desarrollo moderno tanto de las vegas del Guadiana (Don
Benito – Villanueva, Mérida, Montijo, Badajoz) como del Norte de Cáceres
(Talayuela, Plasencia, Coria, Moraleja). Desde entonces estas áreas son las de
mayor renta de la región y las que acogen más población.
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