HALLOWEEN
Además
de los anglicismos que invaden el idioma español, provenientes en su mayor
parte del lenguaje tecnológico, también nos están colonizando otras formas de la
cultura anglosajona que se están introduciendo en la sociedad española desde
hace algunos años. Un ejemplo paradigmático es la fiesta de Halloween.
De
orígenes celtas, se extendió por el Reino Unido e Irlanda y, desde aquí, saltó
a Estados Unidos y Canadá en donde se celebra con gran esplendor desde hace más
de un siglo.
Es
posible que Halloween se haya consolidado en países de predominio protestante,
para tratar de contrarrestar la tradicional festividad católica de Todos los
Santos, que se celebra el día 1 de noviembre y que, en la tradición de la
iglesia de Roma, se completa con la fiesta de Difuntos al día siguiente. El
catolicismo cubre de este modo la vertiente festiva religiosa de los vivos y
también al día siguiente se reza por los que se fueron.
La
tradición española fijaba que estas fiestas comenzaran con la puesta en escena,
la víspera del día 1 de noviembre, de la obra teatral Don Juan Tenorio, que
publicara el escritor José Zorrilla en 1844. Este drama religioso era
interpretado en el Teatro Español por los mejores actores del reparto hispano,
y se programaba para el gran público en la única televisión estatal que hasta
hace unos años existía en España. He contemplado excelentes representaciones de
esta obra teatral, en la que diferentes actores y actrices daban vida a Don
Juan Tenorio, Doña Inés, Don Luis Mejía o Don Gonzalo de Ulloa, en el escenario
de la hostería sevillana del Laurel.
La
obra del mito de Don Juan se adaptaba perfectamente a la festividad, pues este
libertino y calavera, gracias a la intercesión de la dulce Doña Inés terminó yendo
al Cielo, cuando estaba condenado a las penas del Infierno por sus desvaríos y
crímenes. Ya saben que: un punto de contrición da a un alma la salvación. Tomen
nota.
Aparte
de las funciones religiosas muchas de ellas celebradas en los camposantos,
especialmente las del día de Difuntos, había otras tradiciones que se cumplían
inexorablemente año tras año en nuestro país. Una de ellas, que sigue vigente,
es que, en estos días, se acude a los cementerios para adecentar las tumbas,
ornamentarlas con flores y rezar por los que descansan en paz.
Otra
ceremonia tradicional tenía lugar en muchas partes de España y también en el
área de Plasencia en la que transcurrió mi infancia y mi adolescencia. Se salía
al campo para asar los “calbotes”, que eran castañas recién recolectadas en los
frondosos castañares del valle del Jerte y de otras comarcas próximas a la
capital placentina, las cuáles eran preparadas en hogueras encendidas en
parajes pedregosos, casi todos graníticos, que rodean a la ciudad. Las inmediaciones
de la cueva de Boquique era uno de los sitios preferidos por los jóvenes para
asar las castañas en ese día festivo del catolicismo. Las gentes se dispersaban
a lo largo y ancho de la finca Valcorchero de propiedad municipal y pasaban un
día de campo en contacto con la naturaleza.
El
día siguiente era de luto por nuestros difuntos, que habían conseguido ya el
descanso eterno, y sus restos yacían en la paz de los camposantos españoles.
Pero
España es bastante proclive a asumir ceremonias y costumbres ajenas, arrumbando
al baúl de los recuerdos sus propias tradiciones. Y esto es lo que está
sucediendo en España con la fiesta de Halloween.
Nos
encontramos con que ya en los últimos días de octubre, empiezan a verse en las
calles de España, y sorprendentemente también en las escuelas, disfraces
terroríficos, muertos vivientes, “zombies”, el truco y el trato, y calabazas
adornadas con pinturas, con velas en su interior. También se celebran, en la
noche de Halloween, fiestas multitudinarias a las que asisten una mayoría de
gente joven y que se resuelven en excesos de alcohol e incidentes varios.
Quizás
una explicación a la contundente introducción en España de tradiciones foráneas
como Halloween, radique en razones comerciales fruto de la globalización de
costumbres que está teniendo lugar. Muchos comercios e instalaciones de ocio
obtienen suculentos beneficios de las ventas de toda la parafernalia que
Halloween lleva consigo. En la tradición clásica española las únicas ventas extras
de los comercios eran las castañas y algunos alimentos y bebidas que se
consumían en la fiesta de Todos los Santos.
Pero
no sólo razones comerciales, sino otras de tipo social como es su difusión por
los medios de comunicación, pueden explicar la rápida extensión de la fiesta de
Halloween en la sociedad española. Además de la presencia de participantes en
las calles y también en las escuelas, he podido leer artículos en medios de
comunicación en papel o digitales y escuchar o ver programas dedicados a esta
fiesta extranjera, tanto en radio como en televisión, en esta última con
tertulianos o concursantes disfrazados y todo.
Tal
vez tenga algo que ver en el fenómeno Halloween, la pérdida de influencia e
importancia social de la España rural que se vacía, frente a la urbanita que
llena las ciudades y que se deja influenciar por las costumbres extranjeras,
quizás es un acto de “snobismo” propio de las sociedades urbanas, más manejables
que las rurales, en las que también empiezan a avizorarse ya las nuevas
costumbres.
La
sociedad española ha interiorizado en unos pocos años esta fiesta foránea, sin
tradición en España, que, vista la extensión adquirida, parece que está
superando y arrinconando en el olvido a las viejas tradiciones españoles de estas
fechas.
No
obstante, yo sigo echando de menos a Don Juan Tenorio y a Doña Inés y también a
la ceremonia de asar las castañas, que, en el batolito granítico de las
cercanías de mi ciudad natal, Plasencia, nos hacía pasar un día de campo muy
feliz en contacto con la naturaleza.
Pero
los tiempos cambian y las sociedades urbanitas muy masificadas, aborregadas y
teledirigidas, son proclives a tragar con todo lo que les echen y les
propongan, llegando a abjurar de sus propias tradiciones.
De acuerdo.
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