DE AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS
En
1975 cuando España era la potencia administradora del Sáhara Occidental y esta área
africana era una provincia española, tuvo lugar, impulsada por Marruecos, la
Marcha Verde. España no repelió la marcha y se produjo la salida de los
españoles deprisa y corriendo de aquel territorio, dejando que Marruecos lo
invadiera y expulsara a los saharauis de sus tierras, persiguiéndoles por el
desierto, causando a este pueblo una terrible mortandad y sufrimientos y transterrándolo
a la hamada desértica argelina. Acogidos por Argelia en campos de refugiados
cercanos a la ciudad de Tinduf, desde hace 46 años sobreviven allí unas 200.000
personas en condiciones durísimas esperando un referéndum, aprobado por
resoluciones de la ONU, que nunca llega.
Los
saharauis se encuentran distribuidos en el desierto en cuatro wilayas o
asentamientos principales: Aaiún, Auserd, Dajla y Smara y en la capital
administrativa Rabuni, constituyendo la denominada República Árabe Saharaui Democrática
(RASD) reconocida ya por 80 países.
Allí
las condiciones de vida son extraordinariamente difíciles debido a la dureza
del clima desértico, a la aridez e improductividad de las tierras y a la
carencia de medios y en ocasiones hasta de los alimentos precisos, a pesar de
la ayuda que presta el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados) y que es, a todas luces, insuficiente.
España
nunca ha reconocido a la RASD ni oficialmente proporciona apoyo a los campos de
refugiados. Algunas comunidades autónomas españolas y ONGs (Amigos del Pueblo
Saharaui) sí que tienen programas de ayuda, para hacer un poco más fácil la
vida en el desierto. Tuve oportunidad de conocer estos campos con motivo de un
proyecto agrícola que desarrolló allí la Junta de Extremadura y que tuve el
honor de coordinar.
Por
eso conozco bien las duras condiciones de vida que se dan allí y he tratado a
alguno de sus dirigentes: Bucharaya Beyoun o Abdelkader Mohamed que fueron
primeros ministros durante mi estancia en los campos, personas nobles,
luchadoras por la libertad de su pueblo y la recuperación de sus tierras
arrebatadas por los marroquíes.
Importantes
intereses de adineradas familias españolas en Marruecos, propiciaron en 1975
nuestra salida del Sáhara, con el rabo entre las piernas, a raíz de la Marcha
Verde dejando la iniciativa a los alauitas y el territorio en su poder y a los
saharauis habitantes de aquellas tierras tirados en el desierto en unas
condiciones de vida lamentables.
Marruecos
ha seguido chantajeando a España en el tema saharaui, exigiéndole poco menos
que un reconocimiento de su soberanía sobre lo que fue provincia española y
criticando cualquier atisbo de solidaridad con los refugiados saharauis, con la
amenaza de mandar oleadas de emigrantes ilegales si no se atienden sus
exigencias, cosa que ya han hecho en Ceuta, Melilla y las Canarias en diversas
ocasiones.
Buscando
cualquier justificación para armarla esta vez ha sido el tratamiento
humanitario por enfermedad dispensado por España a Brahim Galli, alto dirigente
saharaui y del Frente Polisario hospitalizado en Logroño, lo que ha
desencadenado una invasión de 8.000 marroquíes que han entrado a saco en Ceuta,
en un episodio que recuerda como un calco lo que fue la Marcha Verde. Más de
mil menores usados como escudo protector han formado parte de la operación
dirigida y auspiciada por Marruecos. Que por cierto y como casi siempre pasa ha
cogido desprevenido al gobierno español y a su presidente, empeñados en
resolvernos la vida para el año 2050, con lo que hay que arreglar en España en
el momento presente.
Cuando
escuché a Pedro Sánchez decir que lo de Ceuta era una crisis humanitaria, me
quedé perplejo. Una crisis humanitaria no fue lo provocado por Marruecos en
Ceuta. Sería una crisis diplomática o política, pero no humanitaria. Ha sido
una agresión a la soberanía española que exige una respuesta firme. Estaba todo
previsto y perfectamente organizado y la policía marroquí abriendo las puertas
a una invasión que ponía en juego la vida de muchas personas. Pero el rey
alauita como su padre Hassan II es experto en las lides de lanzar a su pueblo a
la aventura y le importa un rábano las consecuencias de muertos que puedan
producirse entre sus gentes.
Pedro
Sánchez, al menos esta vez, reaccionó a tiempo y se presentó con presteza en
Ceuta y Melilla para tranquilizar y dar seguridad a la población. Y supongo que
para dar a entender a Marruecos que no aceptaba el chantaje. Eso sí con poca
firmeza, de forma tibia y regalando al alauita 30 millones de euros para que
frenase la emigración. Paradojas de la vida. Y de la debilidad de un gobierno a
cuya ministra de Asuntos Exteriores parece que le viene el cargo bastante ancho
y no se ha enterado todavía de lo que son los marroquíes. La ministra de
Defensa sí que ha entendido lo que ha pasado.
España
tiene muchos más intereses en Marruecos: empresas mixtas, capitales españoles,
empresas exportadoras, pesca, que con los pobres saharauis arrumbados en el
desierto. Pero un país como España no puede permitir más chantajes a su vecino
del sur. Ni seguir despreciando la causa saharaui.
España
tiene la libertad de atender sanitariamente a quien considere oportuno sea por
razones humanitarias o de otra naturaleza. Y no a quien le guste o le deje de
gustar a Marruecos. Y ha de dar cumplida respuesta a la agresión sufrida en
Ceuta propiciada por un sátrapa que vive en la edad media. Si no lo hace pagará
las consecuencias. Y esas son Ceuta, Melilla y Canarias. Y veremos si no se
animan a por la mezquita de Córdoba. Ahora que tienen el apoyo de los yanquis,
con los que nuestro gobierno mantiene débiles relaciones, otro craso error
diplomático, y además están rearmando su ejército con la ayuda de los
americanos.
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