DISCREPANCIAS MINISTERIALES
Luis
Planas el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, me parece una persona
seria y sensata. Al menos esa es la impresión que he sacado en algunas
intervenciones que le he escuchado. La última ha sido en la presentación del
libro promovido por FENACORE (Federación Nacional de Comunidades de Regantes) titulado:
Externalidades positivas del regadío. Un grupo de autores del que he formado
parte, ha escrito este libro para dar a conocer los aspectos positivos del
regadío, un sistema agrario que ha transformado el campo español, pero que no
es bien conocido por la sociedad española.
El
ministro tiene claro que el regadío es un elemento fundamental en la cadena
alimentaria española. La FAO también considera que es la solución alimentaria
teniendo en cuenta que en el momento actual más de 800 millones de personas en
la tierra pasan hambre y de cara al futuro aumento de población. Pero es que el
regadío cumple también otras importantes funciones: genera rentas y empleo en
las áreas trasformadas, fija la población en el territorio evitando su
despoblamiento, es el principal proveedor de materias primas para la industria
agroalimentaria y es uno de los principales sectores exportadores en nuestro
comercio exterior.
La
última remodelación administrativa ha hurtado al Ministerio de Agricultura,
Pesca y Alimentación importantes competencias para alojarlas en la
vicepresidencia de Transición Ecológica y Reto Demográfico. El subsector forestal,
por ejemplo. Todo esto ha dejado al Ministerio de Agricultura como un
departamento de segundo nivel, con mucha menos importancia de la que tenía
antes. Y eso sin contar con que el ministerio de Transición Ecológica tiene
competencias transversales en biodiversidad, medio ambiente o agua que pueden
decidir en última instancia aspectos que se refieren a la agricultura y a la
ganadería.
Los departamentos de Agricultura y
Transición Ecológica discrepan entre ellos con la decisión de la Comisión Estatal de Patrimonio Natural y Biodiversidad de
endurecer la restricción a la caza del lobo, pues encuadra a este animal en el
Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre). Esta
decisión, trae consigo la prohibición de la caza del animal al norte del Duero,
donde estaba permitida. Este acuerdo afecta muy negativamente a
los ganaderos de esa zona que contemplarán impotentes como el lobo ataca sus
rebaños, ya que, al prohibir la caza de esta especie hasta ahora autorizada, no
tendrán medio alguno de impedirlo. Y eso sin considerar que el lobo se
reproducirá a mayor velocidad con el riesgo que esto supone para los rebaños.
El ministro se ha puesto del lado de los
ganaderos, dice que los comprende y apoya. pero la realidad es que el
ministerio de Transición Ecológica y ¿Reto Demográfico?, impone sus tesis
ambientalistas y causará un perjuicio notable a los ganaderos del norte de
España. El medio ambiente y la biodiversidad han de estar en equilibrio con un
desarrollo sostenible. De lo contrario muchas áreas rurales donde el lobo
ibérico campará por sus respetos, terminarán vaciándose del todo. Habrá lobos
en esos territorios, pero no personas. Si este es el fin, Planas debería hacer
todo lo posible para impedirlo y no sólo comprender y apoyar a los ganaderos.
Pero habrá más choques entre Planas y la
vicepresidenta cuarta Teresa Ribera. El próximo va a ser con el agua, en la
redacción de los planes hidrológicos.
Los regadíos, el uso que más agua utiliza
en España entre el 70 – 75 % del consumo anual, dependen, de momento, del
ministerio de Agricultura, mientras que el agua es competencia de Transición
Ecológica. Y por esta razón van a producirse discrepancias importantes en el
próximo futuro.
La regulación se basa en planes
hidrológicos tal y como determina la Directiva Marco del Agua (DMA). Estos
planes están redactados con una visión eminentemente ambientalista que es la
filosofía que sustenta la DMA. Se da
preferencia a los objetivos ambientales (alcanzar el buen estado de las masas
de agua) sobre los económicos (satisfacción de las demandas de los regadíos,
por ejemplo).
No se tienen en cuenta los esfuerzos que
los regantes han hecho desde el año 1998, para modernizar los regadíos y
hacerlos más sostenibles. Hoy día se riegan en España 2 millones de hectáreas mediante
riegos de alta eficiencia, lo que ha producido importantes ahorros en el
consumo de agua (alrededor del 16 %) Tampoco se valoran las actuaciones
realizadas por los regantes en la aplicación de nuevos tipos de fertilizantes
para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y rebajar la
contaminación difusa, ni la mejora en la eficiencia energética con la
instalación de plantas fotovoltaicas en las estaciones de bombeo. Ni se tiene
en cuenta que los regadíos actúan como sumideros de CO2.
Se mantienen desde hace años sistemas de
riego deficitarios sin darles solución alguna en los planes hidrológicos y sin
proyectar y realizar las pertinentes estructuras de regulación que además de
solucionar el déficit existente, servirían para adaptarse mejor al cambio
climático.
El objetivo primordial de Transición
Ecológica es gravar con nuevos cánones ambientales el coste del agua de riego,
sin tener en cuenta si las explotaciones agrarias tienen capacidad de pago
suficiente para hacerles frente. Además, parecería lógico que los costes
ambientales para mejorar las condiciones de las masas de agua tendrían que ser
asumidos por todos los españoles y no sólo por los usuarios del agua.
Por todo lo dicho habrá próximos
desacuerdos. Los regantes así se lo han hecho ver al ministro Planas que al
igual que los agricultores apuesta por unos regadíos sostenibles. Eso significa
que hay que equilibrar medio ambiente y desarrollo. En Transición Ecológica
parece que se mueven por otros principios. Y es seguro que habrá discrepancias.
Peores que las del lobo.
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