PRECIOS
AGRARIOS EN ORIGEN Y EN DESTINO: ¿HAY SOLUCIÓN?
Desde
que entré en el mundo agrario primero como ingeniero en una empresa privada en
la que permanecí dos años y después como funcionario durante 39 años, siempre
me ha preocupado un misterio difícil de entender: por qué entre el precio que
percibe un agricultor o ganadero en el campo por sus productos y el que paga el
consumidor en la tienda de al lado o en el hipermercado existen diferencias
abusivas e injustificadas que pueden llegar al 1.000 %.
La
segunda cuestión sobre la que reflexioné es si existía alguna fórmula mágica, o
no tan mágica, que permitiera que al agricultor o ganadero se le pagara más por
sus productos, al tiempo que el consumidor viese reducido el precio que paga
por ellos en los mercados.
La
primera pista para entender esta fórmula, me la proporcionó la empresa alicantina en la que comencé mi
trabajo profesional. Producíamos tomate de invierno en nuestras plantaciones de
Alicante y Tenerife y uva de mesa y apio en Alicante. El secreto estaba y creo
que sigue estando en intentar que el productor se quede con el máximo valor
añadido posible. Aquella empresa con unos 600 trabajadores en campo obtenía los
productos que, posteriormente, en sus almacenes que daban trabajo a más de 400
mujeres, seleccionaba, calibraba, empaquetaba y posteriormente vendía
directamente a los mercados en destino de París (Rungis), Londres (Covent
Garden), Perpiñán, o Frankfurt a través de representantes de la propia empresa
destacados en ellos. Casi estábamos en contacto directo con el consumidor.
Había el mínimo de intermediarios. La empresa a primera hora del día conocía
las cotizaciones en los distintos mercados y en función de ellas programaba sus
envíos.
Una
gestión comercial muy atinada, nos permitió conseguir un contrato con la
cooperativa nórdica Förbundek, que disponía de 5.000 puntos de venta en los
cuatro países nórdicos: Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca. Se les fabricó
en exclusiva para ellos la marca Friend de tomate, y los envíos se hacían por
avión. Les hablo de los años 1971 y 1972.
Parece
pues que el principio a seguir sería el siguiente: cuantos menos intermediarios
haya entre el agricultor y el consumidor, más beneficios habrá para ambos.
Pero
la realidad de la agricultura y ganadería actuales no coincide exactamente con
la situación que había en mi empresa alicantina. El sector agrario tiene una gran
complejidad y multiplicidad de productores en la oferta, pero sólo demanda un
oligopsonio de empresas de distribución con gran poder para la fijación de los
precios finales y además existen entre ambos o tras ellos algunos
intermediarios añadidos, lo que dificulta la solución.
Una
manera de resolver el problema consistiría en concentrar la oferta en empresas
de cierta dimensión o cooperativas grandes, bien gestionadas por profesionales, de modo que se eliminara el máximo de intermediarios y se pudiera aumentar el
precio al productor y reducirlo al consumidor. En este aspecto tal vez las Unión
de Cooperativas del Valle del Jerte puede ser un ejemplo a imitar.
Nunca
he logrado entender las razones por las que cooperativas ganaderas de cierta
entidad como las que existen en Extremadura y que manejan miles de terneros o
de corderos al año, no disponen de uno o varios mataderos y salas de despiece en
la región, para despiezar las canales y empaquetarlas en “prepacks” adecuados
para venderlas directamente en puntos de venta propios ubicados en las
principales ciudades de España y Extremadura. Es evidente que esto exige,
además de un buen espíritu cooperativo por parte de los ganaderos (fidelidad
absoluta a su cooperativa), una gestión muy profesional y la capitalización
correspondiente, pero entiendo que los beneficios compensarían el riesgo a
correr por los cooperativistas.
Pero
agricultores medianos con ganas de arriesgarse también pueden aprobar la
asignatura. Conocí a un agricultor en Benavente, con una plantación de frutales
de dimensión media, que vendía su fruta en Madrid en una frutería propia que
regentaba su mujer, instalada en un local comercial del edificio en donde
tenían su vivienda. Con la inversión en una cámara de refrigeración en su finca
castellana, variedades de maduración escalonada y una furgoneta, recogía todo
el valor añadido que en otro caso se apropiarían varios intermediarios. Y el
precio para sus clientes era muy competitivo.
La
solución radica tanto en exportación como en mercado interior, en concentrar
oferta y operar lo más directamente que se pueda con el consumidor, reduciendo
todo lo posible la intermediación. Y que las autoridades controlen
adecuadamente las importaciones de países terceros para evitar situaciones de
competencia desleal con nuestros productos.
Además
los poderes públicos han de establecer condiciones para que los precios de los
insumos se mantengan en niveles razonables para reducir costes al agricultor o
ganadero. Por poner un ejemplo el precio de la energía eléctrica en la
agricultura y especialmente en regadío es abusivo y opaco y desde el año 2008
podría considerarse casi como un atraco.
Por
otro parte la administración habría de facilitar los seguros agrarios, mejorar
las infraestructuras marítimas, de carreteras y de ferrocarriles para que los
agricultores y ganaderos solos o asociados puedan poner sus productos en los
mercados con el menor coste y llevar al medio rural una fiscalidad acorde con
la rentabilidad de las explotaciones.
Creo
que por ahí podría empezarse. Todo menos seguir con subvenciones para ir
tirando. Aunque hubiera que mantenerlas un período transitorio para evitar
perjuicios. Estoy seguro de que recibiré abundantes críticas por estas últimas
propuestas. Pero es lo que pienso.
Es lo que hemos pensado algunos siempre, pero creo que en el campo hay mucha desunión y mucho cabeza de ratón. Mientras esto sea así, no hay solución.
ResponderEliminarFelicidades por tu magnífico trabajo.
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