viernes, 7 de febrero de 2020

EN CATALUÑA PAÑOS CALIENTES, EN EXTREMADURA PALOS

Creo que conozco bastante bien al sector agrario extremeño y a sus gentes. No en vano he trabajado durante más de 35 años en relación con ellos desde los diferentes puestos que he ocupado como funcionario de las administraciones agrarias central y autonómica.

Mi experiencia me dice que cuando el sector agrario extremeño se moviliza es porque antes ha agotado todas las vías posibles de entendimiento, no le han hecho caso en sus peticiones y además se encuentra en un estado de notable desesperación ante la realidad y gravedad de sus problemas.

El sector agrario en España, lleva sufriendo desde hace años precios en origen estabilizados, junto a insumos en costes crecientes, lo que trae consigo que la capacidad de pago de las explotaciones vaya disminuyendo paulatinamente. Como los políticos desconocen la situación real de sectores como el agrario, toman decisiones poco meditadas como el incremento desmesurado del SMI, sin calibrar las consecuencias que traerá consigo tal decisión.

Por otra parte el sector soporta una especie de ninguneo social y político que lo lleva a quedar relegado del interés público. Cuando el agrario es un sector fundamental para la sociedad extremeña y española. Y para el mantenimiento de la vida en el medio rural, es decir en lo que hoy se llama la España vaciada. Pero parece ser que esto no es suficiente para generar la empatía y la simpatía de los políticos y de una parte de la sociedad urbanita.

Se completa el cuadro con que una serie de movimientos ecologistas demonizan al campo como el causante de contaminaciones imaginarias, de despilfarrar el agua, de los incendios forestales y hasta del cambio climático, poniéndolo contra las cuerdas ante una sociedad que en su mayor parte no tiene ni idea de lo que es el medio rural.

Hace unos días el sector agrario extremeño, en el marco de una serie de protestas a nivel nacional para concienciar a la sociedad civil de su precaria y límite situación, se manifestó en la inauguración de FEVAL- Agroexpo 2020 en Don Benito. En el transcurso de la protesta las fuerzas de orden público reprimieron con cierta dureza a los manifestantes. Las imágenes muestran que efectivamente un grupo reducido de ellos trataron de romper el cordón policial, pero sin agredir a las fuerzas de seguridad. Mal hecho por parte de los reclamantes, pero también empleo de una violencia un tanto desproporcionada por los policías. Por supuesto que estos últimos cumplen con lo que se les ordena.

Pero eché de menos que alguien hubiera impedido con valentía y con un mínimo diálogo que se llegara a los palos. Quizás la presencia de los políticos que dirigen el cotarro y el ofrecimiento de una reunión en el propio recinto de FEVAL, hubiera calmado los ánimos. Mi experiencia me dice que así habría ocurrido, pero como es indemostrable, mi aserto se queda en el terreno de una presunción sin comprobar.

Lo que sí me llama la atención como creo que a cualquier persona neutral e imparcial, es el distinto trato que se da a los manifestantes según la región de España en la que se produzcan los hechos. Hasta en esto hay desigualdad regional. Siempre el perjudicado es la región más débil. En este caso Extremadura.

En Cataluña los españoles llevamos presenciando, estupefactos, desde hace bastante tiempo: agresiones a la policía, cortes indiscriminados de calles y carreteras con perjuicios notables para la actividad económica, innumerables incendios en la vía pública incluso con peligro para ciudadanos y edificaciones, pintadas y agresiones a edificios públicos y saqueos a negocios particulares. Meses y meses de continuos actos vandálicos y de violencia en toda la geografía catalana.

La protesta se hace para arrancar la independencia de ese territorio y en defensa de unos políticos que han dado un golpe de estado y se encuentran condenados con sentencia firme del máximo tribunal de justicia español.

Fíjense la diferencia, en un caso, el extremeño, se trata de dar a conocer los problemas del sector agrario y buscar soluciones para hacer rentables sus explotaciones y vivir dignamente, en el otro, en Cataluña, se pretende romper España y defender a unos golpistas que han tratado de llevar a cabo la secesión.

Pues bien en el caso de Extremadura el asunto se soluciona a palos a la primera intentona de una tímida protesta y sin consideración alguna con los protestantes. En el caso catalán con paños calientes, contemplaciones y diálogo y más diálogo con unos delincuentes condenados en firme y con los partidos y organizaciones que les apoyan que además aseguran que lo volverán a hacer. La policía en Cataluña no actúa más que en situaciones extremas y cuando ya no hay más remedio, ya que corre peligro  la propia integridad física de los componentes de la fuerzas de orden público.

Diferentes raseros para tratar las manifestaciones. Alguien debería reflexionar sobre esto y en lugar de palos como ha acontecido en Extremadura aplicar diálogo eficaz para tratar de resolver los problemas del sector agrario que son muchos y muy  graves.

Pero no se enteran porque no tienen ni idea de lo que es y representan el sector agrario y el medio rural. Llevan tiempo ignorándolo. Un ejemplo: el secretario general de UGT ha calificado a los manifestantes de Don Benito de terratenientes y carcas de derechas. Increíble. Esta lumbrera se quedó anclada en Los Santos Inocentes y en el siglo XIX.

Mientras tanto la agricultura, la ganadería y la silvicultura agonizan con la vaselina de unas subvenciones de la PAC para callar bocas e ir malviviendo. Y lentamente el medio rural se muere.

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