SEMANA SANTA:
RECUERDOS DE ADOLESCENCIA
Como
ya tengo una edad provecta mi adolescencia tuvo lugar cuando el nacional
catolicismo en España estaba en su apogeo, circunstancia que no hay que
olvidar.La sociedad española salía de una guerra civil que fue muy desgraciada
para todos los españoles sin exclusión. Un desastre que no debería volver a
repetirse nunca más.
Por
aquel tiempo la religiosidad los inundaba todo. Y especialmente era patente
durante la Semana Santa, cuyas celebraciones: Santos Oficios y procesiones
desde el Domingo de Ramos al de Resurrección ocupaban una buena parte del
tiempo de los españoles. O al menos de muchos entre los que me encontraba.
Era
todo muy exagerado. Las imágenes de los templos se cubrían con paños morados
que era el color que simbolizaba la penitencia inherente al tiempo de la Pasión
de Cristo. En las celebraciones litúrgicas la campanilla, símbolo de alegría,
era sustituida por una matraca o carraca de sonido grave como correspondía a
este tiempo de tristeza.
Había
un ambiente distinto al resto del año que se traducía en la introspección de
las personas y se palpaba un gran abatimiento.
Música
con sordina en los locales públicos, en los receptores de radio el sermón de
las Siete Palabras y las salas de cine o bien cerradas o proyectando películas
de ambiente religioso: La Túnica Sagrada, El Beso de Judas o Quo Vadis? hacían
de la Semana Santa una época especial
del año. Se compensaba tanta tristeza con el hecho de las vacaciones de las que
disfrutábamos los escolares.
La
Semana Santa se convertía a causa de tanta religiosidad en un tiempo de
reflexión personal sobre el rumbo que habían tomado nuestras vidas, de
arrepentimiento de nuestros pecados y de penitencia por ellos.
Los
desfiles procesionales reunían una gran cantidad de penitentes que portando
cirios acompañaban a los pasos durante
el recorrido de la procesión, así como de espectadores que llenaban calles y
plazas, balcones y terrazas, quienes guardaban un silencio sepulcral cuando una
saeta rasgaba con sus notas la noche en calma.
En
Plasencia donde transcurrió mi adolescencia tenía su guarnición el Regimiento
de Órdenes Militares número 37. Las fuerzas armadas integradas en el mismo custodiaban
los pasos durante las procesiones y una compañía y banda de música acompañaba
al final al cortejo. Terminado el acto los militares desfilaban con gran
marcialidad rumbo a su cuartel entre los aplausos de los asistentes. Los
gastadores abrían camino al son de marchas militares que con su ritmo sincopado
enervaban los ánimos de la población.
Las
celebraciones tenían su máximo esplendor en la liturgia de Gloria que se
celebraba en la catedral de Plasencia, comenzando el sábado antes de la
medianoche y culminando cuando el Domingo anunciaba la Resurrección de Nuestro
Señor.
Era
oficiada por el prelado de la diócesis placentina, en aquellos tiempos ocupada
por un navarro de mucha categoría: Don Juan Pedro Zarranz y Pueyo acompañado
del Cabildo Catedralicio en pleno que oficiaban una misa de gran solemnidad y
extensa duración.
Un
elevado número de fieles, que abarrotaba el templo, asistían embelesados a la
ceremonia religiosa. El cénit de la misma se alcanzaba cuando Don Román el
magnífico organista de la catedral, según se decía seguidor empedernido del
Real Madrid, interpretaba en el suntuoso órgano catedralicio la Tocata y fuga
en re menor de Juan Sebastián Bach.
Sus
notas cuya resonancia alcanzaba las inmensas bóvedas del templo placentino
ponían el vello de punta a los espectadores, que acudían año tras año sólo por
el placer de escuchar esta magistral
interpretación.
Culminada
esta liturgia de Gloria con el Aleluya la alegría volvía a las calles y plazas
de las ciudades que recuperaban su actividad. Jesús había resucitado y el
personal que se había arrepentido de sus pecados en la Semana Santa, volvía a
las andadas para seguir cayendo en la tentación del Maligno. Y así un año y
otro.
Muchos
tiempo después y a pesar de los sensibles cambios que la sociedad española ha
experimentado, ahora estamos en una democracia que ha costado mucho conseguir,
observo que a las celebraciones de la Semana Santa siguen acudiendo millones de
fieles en toda España, que en muchos casos tratan de buscar en la devoción a
las imágenes que desfilan un asidero por si el más allá existe de verdad.
Salvo
algunas exageraciones propias de aquellos tiempos del nacional catolicismo el
proceso de la Semana Santa es muy similar ahora al existente cuando yo era un
adolescente. Hay pocas diferencias de fondo. Es casi lo mismo.
Hay
un sector de la población que desde posiciones políticas anticlericales trata
de borrar las Semana Santa del panorama nacional. Pero a la vista de los
acontecimientos lo van a tener crudo. Porque la Semana Santa está arraigada en
el corazón de muchos españoles. Aunque ahora nos vayamos de vacaciones. Al
menos eso creo yo.
Precisamente la Semana
Santa y un viaje durante ella, han sido la causa del retraso de esta
publicación. Reitero las gracias a los lectores por el tiempo que me dedican.
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