SIN GASÓLEO
Los
episodios que ocurren un día sí y otro también con el tren de Extremadura están
llegando a unos límites que rayan en el esperpento. En los tres días del puente
del Pilar se han producido cuatro incidencias graves. Destaco dos de ellas.
La
última barrabasada acontecida en nuestras líneas férreas ha sido que un convoy
que tenía que llegar hasta Madrid se ha visto obligado a detenerse en
Fuenlabrada al quedarse sin gasóleo la locomotora. Increíble, pero cierto.
Un
día antes otro tren, según la fotografía que ilustra el incidente un Talgo, que
de acuerdo con Renfe y los dirigentes extremeños iba a ser nuestra salvación,
se ha quedado parado en mitad del campo entre las estaciones de Torrijos y
Montearagón por una avería en la unidad motriz. Más de 100 pasajeros tirados
durante horas sin explicaciones más allá de la consabida sobre que se había
producido una avería, lo cual era evidente.
Dados
estos frecuentes incidentes hace tiempo
que procuro usar lo menos posible el tren desde o hasta Cáceres que es la
ciudad donde resido, aunque alguna vez por conveniencia de horario lo he
utilizado en los últimos tiempos. Prefiero el servicio exprés de autobuses de
Avanzabus (Auto Res) que es cómodo y bastante puntual.
Y
es que el uso de los trenes que transitan por Extremadura se ha convertido en
una aventura no exenta de riesgos. Retrasos notables es lo más liviano que le
puede ocurrir al pasajero. En estos arriesgados viajes puede suceder de todo:
frecuentes averías como la del Talgo en mitad del campo que dejan tirados a los
viajeros, quienes para alcanzar el autobús que viene a rescatarles, el cual
tarda dos horas en presentarse, han de peregrinar campo a través acarreando sus
equipajes para alcanzar la salvación. En verano este espectáculo puede tener
lugar con una temperatura de 40 ºC a la sombra. Ni les cuento los grados que
hace al sol.
También
se dan incendios en el convoy con salida apresurada de los viajeros y sus
equipajes, averías en las puertas y en el aire acondicionado o paradas eternas
por arrollamientos de personas. En fin un cúmulo de incidentes que
afortunadamente hasta ahora no se han sustanciado en un accidente grave con
víctimas.
Este
calvario ferroviario lo venimos padeciendo los extremeños desde hace un montón
de años, sin que nuestros políticos tomen alguna medida drástica para
solucionar el problema. ¿A alguna lumbrera se le ha ocurrido la idea de que los
diputados socialistas ahora y lo
populares antes, rompan en el Congreso la disciplina de voto hasta conseguir un
trato digno a Extremadura? Pero no hay agallas. Se está muy bien en la poltrona.
A
los extremeños se nos toma el pelo con los trenes y se escatiman inversiones de
tal modo que en el primer semestre de 2018, sólo se ha ejecutado el 18 % de las
cantidades previstas en la mejora de la línea férrea, sin que nadie diga esta
boca es mía por parte de la Junta de Extremadura.
Al
mismo tiempo el dialogante Pedro Sánchez además de 1.400 millones ya concedidos
a los catalanes para infraestructuras, les regala otros 2.200 millones para que
le aprueben unos presupuestos que le permitan seguir amarrado al sillón que
mece Podemos. Esta millonada la
utilizarán los independentistas para continuar financiando el “procés” que
acabara en la independencia de Cataluña si antes alguien con valentía no corta
con la aplicación de la ley este movimiento ilegal y mete en el “talego” a los
organizadores de antes y de ahora.
Esos
fondos que se van a Cataluña, merced a la presión independentista, minorarán
sin duda los que se deberían aplicar a las líneas ferroviarias de Extremadura,
para conseguir que de una vez por todas dejemos de ser una isla incomunicada
por tren. Que por cierto es el medio más energéticamente eficiente de todos.
Ahora que estamos en la economía verde y circular que tanto les gusta a
nuestros dirigentes debieran apelar a ella como una razón más para conseguirlo.
Pero
los despropósitos de nuestro tren seguirán produciéndose. Si acaso la consejera
del ramo y el presidente, que son buena gente a nivel personal, al día
siguiente de los incidentes saldrán a la palestra amenazando con las penas del
infierno a Renfe y a Adif. Y estos hasta cesarán a algún responsable intermedio
como acaba de suceder. Pero no pasará de ahí. Al tercer día volverá a ocurrir
una avería, incendio u otro descalabro. Como diría Julio Iglesias: la vida
sigue igual.
Entretanto
Extremadura continúa hundiéndose en la miseria disfrutando de la renta
disponible per cápita más reducida de España, lo que se traduce en que más del
40 % de los extremeños se encuentra en riesgo de pobreza. Además tenemos la
tasa de paro más alta del país y estamos perdiendo población a chorros. De esta
diáspora forman parte nuestros jóvenes con talento que emigran para no volver
por estos lares que les vieron nacer.
Sin
industrialización a la vista, la única ocurrencia de la Junta de Extremadura es
solicitar programas de empleo que son pan para hoy y hambre para mañana y que
no resuelven el problema. En su lugar se habrían de exigir unas
infraestructuras de comunicación ferroviaria suficientes que permitan
desarrollar nuestra agricultura, favorecer la industrialización para crear
puestos de trabajo y atraer turistas que visiten nuestra bella tierra.
Como
en el último episodio ocurrido con el tren, Extremadura se ha quedado sin
gasóleo. Y estamos parados.
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