viernes, 21 de septiembre de 2018


Y YO SIN TESIS DOCTORAL

Cuando uno contempla atónito los episodios que estamos viviendo en relación con los másteres y tesis doctorales obtenidos con grandes facilidades y trampas por algunos, bastantes, de nuestros políticos, no tiene más remedio que evocar los tiempos en que obtuvo su título de Ingeniero Agrónomo en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid y las condiciones que le pusieron para poder desarrollar su tesis doctoral y posteriormente defenderla ante el correspondiente tribunal.

Estas condiciones eran tan exigentes que al final y dada su incompatibilidad con el desempeño de mi trabajo como ingeniero, primero en la empresa privada y después en la administración, me obligaron a desistir de mi sueño de llegar a ser doctor.

Lo sustituí con la realización de numerosos cursos en distintas materias: suelos, hidráulica, riegos y una diplomatura en economía de la empresa, cuestiones que pude compatibilizar con mi trabajo. Pero me quedé sin tesis doctoral. Entonces no había estos chollos de hoy día.

 En los planes de estudios vigentes entonces me tocó el de recorrido más largo y complejo. Ingreso en bachillerato, dos reválidas en cuarto y sexto cursos del mismo, el curso preuniversitario, un curso selectivo para escuelas técnicas, el curso de iniciación en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos y cinco cursos en la misma, más la realización del proyecto final, todo ello por el plan de estudios de 1957. Los ingenieros de este plan sólo teníamos una ventaja, después de siete años de carrera no necesitábamos realizar los cursos de doctorado y podíamos entrar directamente en la realización de la tesis.

Tras obtener mi titulación tuve suerte y en breve plazo obtuve un puesto de trabajo en Alicante y Tenerife, en la empresa Bonny, S.A. pionera en la producción de tomate de invierno para exportación y otros productos hortícolas y también de uva de mesa.

No obstante mantenía la intención y la ilusión de poder realizar mi tesis doctoral. Para ello me dirigí al correspondiente catedrático para consensuar con él el tema de la misma. Ésta tenía que ser un proceso de investigación inédito que pudiese aportar novedades. En ningún caso esa tesis podía consistir en llevar a cabo unos “fusilamientos” o refritos de trabajos de otros.

Fijamos el tema en determinar las Funciones de Producción en Tabaco, un cultivo típicamente extremeño y que yo conocía bastante bien. El experimento consistía en determinar las funciones que ligaban la producción de tabaco Virginia con diferentes variables que intervienen en su proceso de cultivo: nivel de fertilización, dotación de agua, tratamientos fitosanitarios, densidad de plantación. La conclusión serían unas ecuaciones originales y experimentales que relacionarían la producción con esas variables.

El panorama que se me ofrecía era apasionante pero exigía una dedicación y un tiempo, entre tres y cuatro años, del que yo no podía disponer si quería mantener mi puesto de trabajo. Y tuve que renunciar con gran sentimiento a ser doctor.

Así que ahora cuando contemplo los episodios que ven la luz en los que se validan y califican “cum laude” tesis doctorales a las que se reconoce, sin que se les caiga la cara de vergüenza, un 13 % de contenido plagiado en el caso más favorable y hasta el 26 % en otras apreciaciones, me echo las manos a la cabeza.

Tribunales amañados para calificar estas tesis de políticos, que permiten a muchos de ellos engordar sus “currícula vitarum” desde la más absoluta falsedad y con un proceso mendaz y falsario en todo su desarrollo.

El grado de degeneración al que han llegado algunas universidades, cuando los políticos han metido sus manos decidiendo su financiación y aumentando su número innecesariamente al tiempo que rebajaban su calidad, es notable y denigra a esta institución que debería ser ejemplo de rigor y seriedad en sus actuaciones.

Sé que no se debe generalizar, pues me consta que hay tesis doctorales trabajadas con gran esfuerzo y de gran altura científica y técnica, pero lo que está apareciendo es vergonzoso y un síntoma de que estamos en un país podrido en una gran parte de sus personas y estamentos. La corrupción aflora por doquier y es difícil no encontrarla en cualquier rincón de la sociedad española.

Mires por donde mires percibes corrupción y mentira. Se obtienen másteres sin acudir a las clases, sólo por la cara bonita del personaje que los cursa que recibe su título de una manera tramposa.

Afortunadamente no todo es miseria moral. Durante más de 20 años he impartido clase en dos másteres de ingeniería de regadíos que daban el CENTER (Ministerio de Agricultura) y el CEDEX (Ministerio de Fomento) y que duraban desde octubre a mayo. Los postgraduados que se matriculaban en ellos, debían asistir presencialmente a un mínimo del 80 % de las clases y en cada área realizaban un ejercicio de evaluación y un trabajo final. Salían casi todos colocados porque en el master se jugaban su futuro. Y estudiaban a fondo.

Por eso debemos distinguir entre alumnos honrados que se esfuerzan y obtienen sus titulaciones y doctorados gracias a su tesón y esta cuadrilla de politicastros corruptos que aprovechan sus cargos para obtener ventajas y privilegios sobre el resto de los ciudadanos que cumple las normas. Una vergüenza.

1 comentario:

  1. Si esta mañana yo decía que, en ocasiones, el tiempo pasado fue mejor, tus sabias palabras lo certifican. Toda aquella excelencia que se exigía en la Universidad, ha saltado hecha añicos, y con ella el prestigio de los que pisan sus aulas, de los que están sobre la tarima, y el menosprecio general por la escasa garantía que ofrecen las titulaciones. Una pena, pero, es la triste realidad.

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