viernes, 24 de agosto de 2018


AGUA SIN CAUCE

En La Vida Sigue Igual, la canción que le lanzó a la fama hace ya muchos años cuando triunfó en el Festival de Benidorm, Julio Iglesias ya hablaba metafóricamente de agua sin cauce y río sin mar.

Hoy, mucho tiempo después, con Julio ya peinando canas aunque se las tiña, podemos afirmar que hay aguas que siguen sin cauce. Al menos en algunos puntos. Y mira que han pasado años. Más o menos medio siglo.

La referencia a las aguas sin cauce viene a cuento de que cada vez son más frecuentes en España los episodios de inundaciones tanto en zonas urbanas como rústicas. Las consecuencias de ellas son cuantiosas pérdidas y daños materiales y en algunos casos, afortunadamente hasta hoy no son demasiados, también se pierden vidas humanas.

Cuando se analiza el problema de las inundaciones uno se sume en una cierta perplejidad al encontrarse que se formulan unos principios para defenderse de ellas que son entre sí incongruentes, contradictorios y antagónicos, los cuales condicionan las actuaciones que se llevan a cabo.

Me explico. Cuando se acepta el cambio climático por la mayor parte de la comunidad científica mundial, una de las conclusiones de sus efectos es que que se incrementarán los episodios extremos en lo que se refiere a inundaciones. Si se admite esta aseveración de inmediato tendríamos que diseñar las medidas que habría que tomar para mitigar los efectos de estos episodios extremos de inundaciones que se anuncian a bombo y platillo.

Entre esas medidas una muy importante sería que los cursos de agua: ríos, afluentes y arroyos principales y secundarios que evacuan las avenidas o drenan las áreas de terreno debieran tener sus secciones hidráulicas limpias y expeditas para que pudieran evacuar el máximo de caudal de agua posible según sus dimensiones geométricas y su gradiente de pendiente. Este modo de actuar es totalmente lógico si se quiere asegurar que las avenidas se evacuan al menos en lo calculado para un determinado período de retorno (probabilidad) dado.

Hoy día si usted pregunta a las gentes del medio rural, una gran parte de ellas les asegurará que las inundaciones cada vez más frecuentes son debidas, además de a las precipitaciones torrenciales que se dan, al estado de suciedad de los cauces de los cursos de agua. Y su experiencia les ha enseñado que la limpieza de los mismos es fundamental para anular o paliar los efectos de las avenidas.

Por otra parte las presas de embalses construidas en España también ayudan y mucho a la resolución del problema de las avenidas al poder laminar estas y evitar sus efectos perniciosos. Pero este auxilio de las presas no es suficiente. La sección hidráulica de los cursos de agua ha de estar expedita y limpia.

Frente a este modo de actuación existe otra teoría defendida principalmente por los ecologistas que sostiene que los cauces no deben ser limpiados ni acondicionados y que deben funcionar en su forma natural. Las consecuencias de este proceder son que a medida que pasa el tiempo las secciones hidráulicas de los cursos de agua empiezan a reducirse debido a la presencia de árboles, arbustos y sedimentos en los mismos. Esta reducción continuada de la sección hidráulica origina una disminución de los caudales punta que pueden evacuar y en definitiva se favorece el desbordamiento de las aguas y la inundación de las áreas adyacentes, con los consiguientes perjuicios.

Si se dejan los cauces de los cursos de agua a su evolución natural sin acondicionarlos, la consecuencia será que cada vez será mayor el área inundable de los mismos y en consecuencia la invasión por las aguas de zonas urbanas y rústicas será cada vez más grande.

La política seguida en los últimos años por los organismos de cuenca ha sido la disminución drástica de inversiones destinadas a la limpieza y acondicionamiento de cauces. Parece que siguiendo las tesis ecologistas. Probablemente porque son las únicas organizaciones que se mueven y protestan y además mueven sus poderosos lobbies en Bruselas.

En resumen y como ejemplo parece  insólito que el río Ebro en Zaragoza, en cuanto viene una riada de cierta importancia llegue a inundar el recinto en el que se celebró hace unos años la Expo del Agua. Antes claro ya ha destrozado miles de hectáreas de cultivos en sus riberas con el consiguiente perjuicio para los agricultores afectados.

Y ustedes conocerán otros muchos ejemplos parecidos al que antecede. La teoría de dejar a los ríos y cursos de agua campar por sus respetos me parece cuando menos peregrina. Pero ahora parece que es políticamente correcto lo que Julio Iglesias ya denunciaba hace años: las aguas sin cauce.

Pero nadie olvide que el agua discurre siempre por sus atanores. Si estos están limpios y funcionan bien mucho mejor. Si no lo están se producirán cada vez mayores daños. 


1 comentario:

  1. Creo que llevas razón en gran parte. Si los cauces no se limpian (no es necesario llegar al drenado, sino de arboleda vieja y caída por riadas) toda la normativa sobre gestión de riesgos de inundación (se ha producido mucha en desarrollo de la Directiva 2007/60) deviene inútil.

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