AGUA SIN CAUCE
En
La Vida Sigue Igual, la canción que le lanzó a la fama hace ya muchos años
cuando triunfó en el Festival de Benidorm, Julio Iglesias ya hablaba
metafóricamente de agua sin cauce y río sin mar.
Hoy,
mucho tiempo después, con Julio ya peinando canas aunque se las tiña, podemos
afirmar que hay aguas que siguen sin cauce. Al menos en algunos puntos. Y mira
que han pasado años. Más o menos medio siglo.
La
referencia a las aguas sin cauce viene a cuento de que cada vez son más
frecuentes en España los episodios de inundaciones tanto en zonas urbanas como
rústicas. Las consecuencias de ellas son cuantiosas pérdidas y daños materiales
y en algunos casos, afortunadamente hasta hoy no son demasiados, también se
pierden vidas humanas.
Cuando
se analiza el problema de las inundaciones uno se sume en una cierta
perplejidad al encontrarse que se formulan unos principios para defenderse de
ellas que son entre sí incongruentes, contradictorios y antagónicos, los cuales
condicionan las actuaciones que se llevan a cabo.
Me
explico. Cuando se acepta el cambio climático por la mayor parte de la comunidad
científica mundial, una de las conclusiones de sus efectos es que que se
incrementarán los episodios extremos en lo que se refiere a inundaciones. Si se
admite esta aseveración de inmediato tendríamos que diseñar las medidas que
habría que tomar para mitigar los efectos de estos episodios extremos de
inundaciones que se anuncian a bombo y platillo.
Entre
esas medidas una muy importante sería que los cursos de agua: ríos, afluentes y
arroyos principales y secundarios que evacuan las avenidas o drenan las áreas
de terreno debieran tener sus secciones hidráulicas limpias y expeditas para
que pudieran evacuar el máximo de caudal de agua posible según sus dimensiones
geométricas y su gradiente de pendiente. Este modo de actuar es totalmente
lógico si se quiere asegurar que las avenidas se evacuan al menos en lo
calculado para un determinado período de retorno (probabilidad) dado.
Hoy
día si usted pregunta a las gentes del medio rural, una gran parte de ellas les
asegurará que las inundaciones cada vez más frecuentes son debidas, además de a
las precipitaciones torrenciales que se dan, al estado de suciedad de los
cauces de los cursos de agua. Y su experiencia les ha enseñado que la limpieza
de los mismos es fundamental para anular o paliar los efectos de las avenidas.
Por
otra parte las presas de embalses construidas en España también ayudan y mucho
a la resolución del problema de las avenidas al poder laminar estas y evitar
sus efectos perniciosos. Pero este auxilio de las presas no es suficiente. La
sección hidráulica de los cursos de agua ha de estar expedita y limpia.
Frente
a este modo de actuación existe otra teoría defendida principalmente por los
ecologistas que sostiene que los cauces no deben ser limpiados ni
acondicionados y que deben funcionar en su forma natural. Las consecuencias de
este proceder son que a medida que pasa el tiempo las secciones hidráulicas de
los cursos de agua empiezan a reducirse debido a la presencia de árboles,
arbustos y sedimentos en los mismos. Esta reducción continuada de la sección
hidráulica origina una disminución de los caudales punta que pueden evacuar y
en definitiva se favorece el desbordamiento de las aguas y la inundación de las
áreas adyacentes, con los consiguientes perjuicios.
Si
se dejan los cauces de los cursos de agua a su evolución natural sin
acondicionarlos, la consecuencia será que cada vez será mayor el área inundable
de los mismos y en consecuencia la invasión por las aguas de zonas urbanas y
rústicas será cada vez más grande.
La
política seguida en los últimos años por los organismos de cuenca ha sido la
disminución drástica de inversiones destinadas a la limpieza y
acondicionamiento de cauces. Parece que siguiendo las tesis ecologistas.
Probablemente porque son las únicas organizaciones que se mueven y protestan y
además mueven sus poderosos lobbies en Bruselas.
En
resumen y como ejemplo parece insólito
que el río Ebro en Zaragoza, en cuanto viene una riada de cierta importancia
llegue a inundar el recinto en el que se celebró hace unos años la Expo del
Agua. Antes claro ya ha destrozado miles de hectáreas de cultivos en sus
riberas con el consiguiente perjuicio para los agricultores afectados.
Y
ustedes conocerán otros muchos ejemplos parecidos al que antecede. La teoría de
dejar a los ríos y cursos de agua campar por sus respetos me parece cuando
menos peregrina. Pero ahora parece que es políticamente correcto lo que Julio
Iglesias ya denunciaba hace años: las aguas sin cauce.
Pero
nadie olvide que el agua discurre siempre por sus atanores. Si estos están
limpios y funcionan bien mucho mejor. Si no lo están se producirán cada vez
mayores daños.
Creo que llevas razón en gran parte. Si los cauces no se limpian (no es necesario llegar al drenado, sino de arboleda vieja y caída por riadas) toda la normativa sobre gestión de riesgos de inundación (se ha producido mucha en desarrollo de la Directiva 2007/60) deviene inútil.
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