JUECES Y
POLÍTICOS
Montesquieu
(1689 – 1755) en su obra El espíritu de las Leyes propugna la división de
poderes dentro de una sociedad democrática. Pero no sólo eso sino que
manifiesta que la Ley es lo más importante de un Estado.
La
división de poderes es un elemento clave para que las sociedades democráticas puedan
funcionar en libertad. El cumplimiento de la ley y su igualdad para todos es
condición “sine qua non” para que un estado pueda considerarse democrático.
El
poder legislativo y el ejecutivo son de naturaleza netamente política. El
primero nace por elección de los ciudadanos y su misión es confeccionar nuevas
leyes y en su caso adaptar las existentes a las circunstancias variables de las
sociedades. El segundo surge del mismo proceso electoral y tiene como misiones
principales conseguir el desarrollo de las naciones, alcanzar una más
equitativa distribución de la riqueza y proveer las atenciones sociales
necesarias para los individuos.
El
tercer poder es el judicial. Su misión consiste en aplicar la ley desde un
principio de imparcialidad y equidad y sin la influencia de los otros poderes.
Su fin es la impartición de justicia que tiene que ser igual para todos los
ciudadanos. Incluidos los que pertenecen a los poderes legislativo y ejecutivo:
los personajes políticos. Que no deberían gozar de privilegios en este sentido.
Aunque a veces tengan algunas prebendas: por ejemplo determinados aforamientos.
Viene
esta digresión inicial a cuento de algunas reflexiones que expongo a
continuación sobre determinados aspectos que se han producido en el
extravagante proceso de declaración unilateral de independencia acontecido en
Cataluña en estos últimos tiempos.
El
poder judicial ha tenido como protagonista a una jueza: Carmen Lamela. Una
profesional de la judicatura, independiente y sin adscripción a ninguna
asociación judicial. Ha demostrado una valentía e imparcialidad dignas de admiración y respeto.
Sus
autos son irreprochables en sus contenidos y fundamentos aunque puedan no ser
del gusto de algunos políticos o de quienes les siguen el juego a estos. Los
cuáles pretenden hacernos creer que lo ocurrido en Cataluña ha sido un juego de
niños que ha de ser castigado con benevolencia, para que los secesionistas
puedan continuar impunemente con sus manejos.
Un
juez tiene que aplicar la ley y hacerlo con templanza y prudencia pero también
con firmeza y fortaleza en defensa del interés general de los españoles y no de
los espurios intereses que algunos partidos políticos de uno y otro signo
puedan tener en el proceso electoral catalán del 21 D.
Su
primera actuación fue adoptar la medida cautelar de encarcelar a los “Jordis”, los
líderes de ANC y Omnium Cultural dos asociaciones independentistas, financiadas
por la Generalitat, que han llamado a la rebelión a los catalanes y a la
agresión a las fuerzas de orden público. Mucha gente se echó las manos a la
cabeza con el encarcelamiento. Pero el tribunal de la Audiencia Nacional
formado por cinco magistrados que resolvió el recurso presentado contra dicha
prisión preventiva dio la razón (4 a 1) a la jueza Lamela por su decisión.
Atendiendo
la petición del Fiscal también ha encarcelado como medida preventiva al
vicepresidente y a los 7 consejeros que no se habían fugado con Puigdemont. Era
lo correcto pues se dan las tres causas para hacerlo: riesgo de fuga evidente,
posible destrucción de pruebas y posibilidad de continuar en la comisión del
delito. Todas les cogen de lleno.
Sólo
le veo un punto de cierta debilidad: no haber dado algo más de tiempo para la
comparecencia de los acusados como ha hecho el Tribunal Supremo. Pero el riesgo de fuga ha
prevalecido. Y la consideración de que al Govern hay que juzgarlo de un modo
colectivo. Sus decisiones son colegiadas y así hay que considerarlas por mucho
que sus abogados quieran individualizar el asunto.
Lo
que me ha dejado de piedra es la impresentable nota que ha emitido la
asociación Jueces para la Democracia arremetiendo contra las resoluciones de la
magistrada Lamela. Es todo un ejemplo de insolidaridad y falta de compañerismo
aparte de una injerencia intolerable con claros tintes políticos.
Afortunadamente el resto de asociaciones de jueces permanecen en silencio. Es
lo razonable.
Esperemos
acontecimientos. De momento la magistrada Carmen Lamela ha visto refrendada su
resolución por la Audiencia Nacional en el caso de los “Jordis”. Con los mismos o parecidos argumentos tendrán
que darle la razón en lo que atañe a los consejeros. Cuyo delito es todavía más
grave al ser cargos públicos.
El
Tribunal Supremo ha comenzado con
rebajas en el caso Forcadell y asumirá todas las causas contra los
independentistas. Me temo que aquí puede haber pasteleo y componendas. La influencia
de los políticos se dejará notar sin duda. Pero habrían de reflexionar
seriamente sobre el hecho de que si los autores de este golpe contra el Estado
en Cataluña se van de rositas lo seguirán intentando, y animarán a seguir ese
camino a los que en otras partes de España esperan su turno.
Si
en la judicatura existieran muchos jueces como la magistrada Carmen Lamela
estoy seguro de que las cosas de la Justicia estarían mucho mejor en España.
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