miércoles, 11 de octubre de 2017

¡QUE VIVA ESPAÑA¡

En el transcurso de una fiesta multitudinaria celebrada en Alemania, creo que el Octoberfest de Munich, en un momento dado las orquestas y solistas participantes en la misma interpretaron conjuntamente y lo coros actuantes cantaron al unísono la canción ¡Que viva España¡ Miles de personas corearon la misma en un gran ambiente festivo en el que se rendía homenaje a nuestro país. El nombre de España fue vitoreado  por un gran número de personas extranjeras.

Me quedé pensativo cuando presencié en los medios de comunicación esta espontánea deferencia hacia nuestra patria, que la llevaban a cabo personas que no son compatriotas nuestros aunque nos una la común pertenencia a Europa.

 Ponderé que tenemos la fortuna de vivir en un país fascinante, con sus más y sus menos pero con una calidad de vida para la mayoría de sus habitantes notable. Es evidente que una parte de la población lo está pasando mal pero eso ocurre en la mayoría por no decir en todos los países. Nuestra obligación como ciudadanos y especialmente la de los políticos es evitar en lo posible que existan españoles marginados.

Pero lo anterior no es óbice para que muchos extranjeros consideren a nuestro país como una nación acogedora que cuenta con grandes atractivos para ellos. Clima benigno, paisajes esplendorosos, una gastronomía muy destacable y un patrimonio artístico y monumental de primer orden así como un buen nivel de los servicios hosteleros hacen de España un lugar muy interesante para los turistas que nos visitan. Eso y la simpatía y hospitalidad de la mayoría de la población hacen que el visitante se encuentre a gusto en nuestro país. Y que muchos de ellos repitan sus visitas. Por eso conocen España y sus canciones. Porque las han cantado numerosas veces.

75 millones de visitantes al año no pueden equivocarse. Buscan y encuentran en nuestro país un sinfín de atractivos que satisfacen sus expectativas cuando vienen a visitarnos. Y se llevan casi siempre un grato recuerdo. Por eso muchos de ellos vuelven.

Y es que a España la valoramos peor los propios españoles que los de allende nuestras fronteras. Es un rasgo típico de nuestra idiosincrasia. Y es que estamos tan acostumbrados a lo bueno de nuestro país, que no somos capaces de apreciar sus aspectos positivos. Por el contrario destacamos de inmediato los negativos.

Un país viejo como el nuestro de más de 500 años, tiene una larga historia en la que ha habido de todo. Pero han predominado los aspectos positivos: la capacidad de reconquistar nuestro territorio invadido impunemente por el Islam y culminado por la unión de Castilla y Aragón que fue capaz de descubrir un nuevo continente y pergeñar un imperio en cuyos territorios no se ponía el sol.

Períodos más oscuros como la inestabilidad del siglo XIX, con guerras internas y pronunciamientos sin cuento, dieron paso a otros más brillantes como la recuperación de la democracia tras la cruenta y absurda guerra civil y el período de falta de libertad vivido en la dictadura, o nuestra entrada en las instituciones europeas.

España ha sido la cuna de personajes de la talla intelectual de Lope, Quevedo, Góngora y Calderón de la Barca, místicos como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, poetas de verso universal como García Lorca, Alberti o Miguel Hernández y premios Nobel de literatura como Echegaray, Juan Ramón Jiménez, Cela o Vargas Llosa.  

Pintores de primera línea admirados en todo el mundo como Goya, Velázquez, Murillo o el extremeño Zurbarán entre los clásicos, pero también: Miró, Dalí o Picasso entre los más modernos dan a nuestro país una solvencia de primer orden en el mundo.

Científicos y médicos de la categoría de Ramón y Cajal o Severo Ochoa, Barbacid o Fuster y técnicos como Moneo o Calatrava así como un buen número de empresas españolas que construyen grandes obras por todo el mundo son el exponente de un país potente que hoy ocupa un lugar preeminente en el devenir europeo.

La pujanza de España no puede ser destruida por los sueños lunáticos de unos cuantos manipuladores independentistas catalanes que está arrastrando a nuestro país a un desastre que tiene precedentes nefastos en los años 1934 y 1936 y que está causando perjuicios gravísimos a Cataluña y también al resto de España.

Por cierto las empresas que han permanecido durante mucho tiempo en una ambigüedad calculada respecto del “procés” y que ahora huyen en desbandada no sólo han de cambiar el domicilio social fuera de Cataluña, sino también el fiscal que ese es el decisivo.

El gobierno español ha de actuar con contundencia para frenar la deriva independentista de unos cuantos descerebrados que pretenden conseguir sus propósitos saltándose a la torera cuantas leyes, constituciones y estatutos se les pongan por delante.

El Rey, que es el Jefe del Estado, con un discurso medido pero firme dio el primer paso para que esta locura se pare con todos los medios legales de los que el estado de derecho dispone.

Hay que hacerlo ya con firmeza y sin la menor duda ni miedo como parecer tener Rajoy, ya que nos ampara la ley. Y los autores del esperpento han de pagar por lo que han hecho.

Para que en Europa puedan seguir cantando con nosotros ¡Que viva España¡ y admirando al extraordinario país en el que tenemos la suerte de vivir. 

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