viernes, 14 de julio de 2017

MUERTE EN EL RÍO

El valle del río Jerte es un bellísimo paraje del Norte de Extremadura ubicado en las cercanías de la ciudad de Plasencia. Se trata de una formación geomorfológica de valle en V del que forma parte un accidente tectónico, la falla de Plasencia, que tiene una considerable longitud, más de 500 km, puesto que comienza en el Alentejo portugués y termina cerca de Ávila. Por el fondo del valle discurre el río Jerte el cual nace en los picachos de Tornavacas en las estribaciones de Gredos y después de recorrer unos 70 km desemboca en el río Alagón.

El río Jerte es alimentado lateralmente por una serie de cursos de agua tributarios del mismo que, por la angostura de sus lechos, se denominan “gargantas”. Sus aguas descienden hasta el río en una rápida y borboteante carrera, deslizándose por los cauces abiertos en ambas laderas del valle: la solana y la umbría.

Las aguas de estas gargantas de régimen nival – torrencial provienen además del deshielo de los neveros ubicados en las partes de mayor altitud, de las abundantes aportaciones  provenientes de las lluvias que suelen ser frecuentes en esta región.

Estos afluentes del Jerte, se caracterizan por tener unas pendientes considerables en muchos de sus tramos de modo que se originan barrancos y cascadas que son muy del gusto de los aficionados al deporte del barranquismo.

Una buena parte de las laderas del Valle en sus partes media y baja están ocupadas por cultivos de cerezo, el mayor recurso económico de la zona. A medida que se alcanza altura, en las cuestas aparecen castaños y robles como masa forestal más frecuente.

Hace unos días un joven matrimonio residente en Don Benito junto con sus tres hijos de 11, 9 y 6 años de edad practicaban barranquismo en la garganta de Hoyos, en el término municipal de Jerte. Esta garganta termina uniéndose a la de los Papúos la cual a su vez desemboca en el río principal.

Se ha constatado que la práctica deportiva la llevaban a cabo bajo la dirección de un monitor conocedor de la zona, así como que disponían de los equipos de seguridad personal adecuados y de los medios técnicos (arneses, cuerdas…etc.) precisos.

Nada hacía prever la tragedia que tendría lugar al poco tiempo de iniciar el descenso del barranco de Hoyos.

Es cierto que había sido decretada por AEMET (Agencia Española de Meteorología) la alerta amarilla por riesgo de tormentas en la zona. En determinados momentos del verano suelen darse este tipo de fenómenos meteorológicos allí. Las tormentas no son un fenómeno extraño para los vallenses. A veces arruinan - sobre todo si vienen acompañadas de granizo - los cultivos de cerezo el más importante recurso económico de sus habitantes.

Una súbita crecida de las aguas del torrente de Hoyos, sorprende al matrimonio y a las dos hijas en pleno descenso de uno de los tramos del barranco, los arrastra y termina con sus vidas. Sólo logran salvarse el monitor ileso y el hijo pequeño del matrimonio que sufre heridas leves.

Una tragedia inconmensurable que ha destrozado a una familia y sumido en la consternación y el dolor a su ciudad de origen Don Benito y a los habitantes del Valle del Jerte, sorprendidos por la catástrofe.

¿Qué pudo ocasionar ese súbito e inesperado aumento del caudal de la garganta? No parece que el régimen de evacuación del agua aportada por la tormenta pueda explicar este fenómeno que transcurrió en un período de tiempo relativamente corto y que supuso un anormal incremento del volumen de agua en el cauce, el cual produjo el arrastre de los deportistas y su muerte.

Se maneja por los conocedores de la zona una hipótesis que queda pendiente de comprobación en la investigación abierta por las autoridades. Es posible que una represa formada por troncos, ramas, hojas y sedimentos, ubicada aguas arriba de la zona del incidente, se rompiera y la evacuación de un notable volumen de agua en un corto espacio de tiempo produjera la súbita y veloz irrupción de la misma en el tramo inferior, lo cual ocasionó la muerte de los excursionistas. Esta hipótesis resulta bastante verosímil. Pero habrá de comprobarse.

En todo caso resulta incomprensible para la mente humana, que una familia en el mejor momento de sus vidas resulte destrozada por la tragedia. ¿Por qué les ha tocado a ellos? ¿Dios los ha creado para que tengan este trágico fin? ¿Qué razones ocultas marcan el sino de los fallecidos? ¿Y la salvación de dos de los participantes?

Por los no creyentes se argumentará que es simplemente el destino. Los que creen tirarán de su fe y aplicarán el conocido dicho de que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Y pensarán que los fallecidos ya están en el Cielo gozando de la misericordia y presencia divina. Una vida más dichosa de la que se tiene en la tierra.

En todo caso para unos y otros la consternación y la tristeza por lo sucedido constituirá el denominador común de su estado de ánimo. Y también será unánime el deseo de que el pequeño superviviente arropado por el resto de la familia pueda tener una vida feliz. Se lo merece.

Para el monitor la esperanza de que encuentre la paz y el equilibrio en su vida futura. La lógica dicta que este hombre no era consciente de que en la garganta, por encima de donde se encontraban las víctimas, se había formado una represa que iba a romperse por un malhadado accidente. Si lo hubiera sabido no habría iniciado el descenso del barranco. Seguro.

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