MUERTE EN EL
RÍO
El
valle del río Jerte es un bellísimo paraje del Norte de Extremadura ubicado en
las cercanías de la ciudad de Plasencia. Se trata de una formación
geomorfológica de valle en V del que forma parte un accidente tectónico, la
falla de Plasencia, que tiene una considerable longitud, más de 500 km, puesto que
comienza en el Alentejo portugués y termina cerca de Ávila. Por el fondo del
valle discurre el río Jerte el cual nace en los picachos de Tornavacas en las
estribaciones de Gredos y después de recorrer unos 70 km desemboca en el río
Alagón.
El
río Jerte es alimentado lateralmente por una serie de cursos de agua
tributarios del mismo que, por la angostura de sus lechos, se denominan
“gargantas”. Sus aguas descienden hasta el río en una rápida y borboteante
carrera, deslizándose por los cauces abiertos en ambas laderas del valle: la
solana y la umbría.
Las
aguas de estas gargantas de régimen nival – torrencial provienen además del
deshielo de los neveros ubicados en las partes de mayor altitud, de las abundantes
aportaciones provenientes de las lluvias
que suelen ser frecuentes en esta región.
Estos
afluentes del Jerte, se caracterizan por tener unas pendientes considerables en
muchos de sus tramos de modo que se originan barrancos y cascadas que son muy
del gusto de los aficionados al deporte del barranquismo.
Una
buena parte de las laderas del Valle en sus partes media y baja están ocupadas
por cultivos de cerezo, el mayor recurso económico de la zona. A medida que se
alcanza altura, en las cuestas aparecen castaños y robles como masa forestal
más frecuente.
Hace
unos días un joven matrimonio residente en Don Benito junto con sus tres hijos
de 11, 9 y 6 años de edad practicaban barranquismo en la garganta de Hoyos, en
el término municipal de Jerte. Esta garganta termina uniéndose a la de los
Papúos la cual a su vez desemboca en el río principal.
Se
ha constatado que la práctica deportiva la llevaban a cabo bajo la dirección de
un monitor conocedor de la zona, así como que disponían de los equipos de
seguridad personal adecuados y de los medios técnicos (arneses, cuerdas…etc.)
precisos.
Nada
hacía prever la tragedia que tendría lugar al poco tiempo de iniciar el descenso
del barranco de Hoyos.
Es
cierto que había sido decretada por AEMET (Agencia Española de Meteorología) la
alerta amarilla por riesgo de tormentas en la zona. En determinados momentos
del verano suelen darse este tipo de fenómenos meteorológicos allí. Las
tormentas no son un fenómeno extraño para los vallenses. A veces arruinan -
sobre todo si vienen acompañadas de granizo - los cultivos de cerezo el más
importante recurso económico de sus habitantes.
Una
súbita crecida de las aguas del torrente de Hoyos, sorprende al matrimonio y a las
dos hijas en pleno descenso de uno de los tramos del barranco, los arrastra y
termina con sus vidas. Sólo logran salvarse el monitor ileso y el hijo pequeño
del matrimonio que sufre heridas leves.
Una
tragedia inconmensurable que ha destrozado a una familia y sumido en la
consternación y el dolor a su ciudad de origen Don Benito y a los habitantes
del Valle del Jerte, sorprendidos por la catástrofe.
¿Qué
pudo ocasionar ese súbito e inesperado aumento del caudal de la garganta? No
parece que el régimen de evacuación del agua aportada por la tormenta pueda
explicar este fenómeno que transcurrió en un período de tiempo relativamente
corto y que supuso un anormal incremento del volumen de agua en el cauce, el
cual produjo el arrastre de los deportistas y su muerte.
Se
maneja por los conocedores de la zona una hipótesis que queda pendiente de
comprobación en la investigación abierta por las autoridades. Es posible que
una represa formada por troncos, ramas, hojas y sedimentos, ubicada aguas
arriba de la zona del incidente, se rompiera y la evacuación de un notable
volumen de agua en un corto espacio de tiempo produjera la súbita y veloz
irrupción de la misma en el tramo inferior, lo cual ocasionó la muerte de los
excursionistas. Esta hipótesis resulta bastante verosímil. Pero habrá de
comprobarse.
En
todo caso resulta incomprensible para la mente humana, que una familia en el
mejor momento de sus vidas resulte destrozada por la tragedia. ¿Por qué les ha
tocado a ellos? ¿Dios los ha creado para que tengan este trágico fin? ¿Qué
razones ocultas marcan el sino de los fallecidos? ¿Y la salvación de dos de los
participantes?
Por los no creyentes se argumentará que es simplemente el destino. Los que creen
tirarán de su fe y aplicarán el conocido dicho de que “Dios escribe derecho con
renglones torcidos”. Y pensarán que los fallecidos ya están en el Cielo gozando
de la misericordia y presencia divina. Una vida más dichosa de la que se tiene
en la tierra.
En
todo caso para unos y otros la consternación y la tristeza por lo sucedido
constituirá el denominador común de su estado de ánimo. Y también será unánime
el deseo de que el pequeño superviviente arropado por el resto de la familia
pueda tener una vida feliz. Se lo merece.
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