PROTESTAS EN EL SECTOR AGRARIO EUROPEO
Los
burócratas de la Unión Europea (UE), con la promulgación de algunas
disposiciones preñadas de una ideología ambientalista que tiene tintes de
ingenuidad infantil fuera de la realidad, están presionando a la agricultura y
a la ganadería europeas, llevándolas a un callejón sin salida.
El
sector agrario que debiera ser estratégico en Europa, pues es el que ha de
asegurar la alimentación de la población con las suficientes garantías de
cantidad, calidad, sanidad y trazabilidad, a precios razonables en sus
producciones, parece que está en el punto de mira de una burocracia que está
imponiendo una dictadura verde, dando prioridad a los temas ambientales sobre
los económicos, debido a un fanatismo ecologista y climático injustificable.
Alzas
muy destacadas en el coste de los insumos: agua, electricidad, combustibles,
semillas y plantones, fertilizantes, fitosanitarios, piensos, gastos
veterinarios, salarios, están poniendo en riesgo la rentabilidad de las
explotaciones agrarias, abocadas en muchos casos al cierre, porque los precios
percibidos por los productores, a pesar de los incrementos experimentados, son
incapaces de cubrir los costes de producción.
En
una reciente entrevista, un experto de la categoría de Manuel Pimentel,
ingeniero agrónomo y ex ministro de Trabajo de España asegura que “Europa está
provocando su suicidio con las políticas agrícolas”.
La
Agenda 2030, el Nuevo Pacto Verde Europeo o la PAC (Política Agraria Común) son
normas que tratan de frenar las producciones agrarias en Europa poniendo cada
vez más trabas ambientales o sobre el bienestar animal y aumentando el papeleo
y la burocracia en las explotaciones agrarias. Parece que optan por un medio
rural lleno se pajaritos y vías verdes, para solaz de los urbanitas de ciudad,
incapaces de comprender la importancia del campo y del sector agrario para la
vida de los europeos.
Agricultores
y ganaderos, que han sido capaces de proporcionar a Europa durante muchos años,
incluida la crisis de la pandemia, una seguridad alimentaria con alimentos a
precios razonables asequibles para todas las capas sociales de la población, se
encuentran con una fuerte presión normativa que va en contra de sus intereses.
Además,
una población urbanita manipulada e ignorante de lo que es el sector agrario y
de la importancia de los trabajos de agricultores y ganaderos, desprecia al
medio rural y a sus gentes, desde hace muchos años. Da la impresión de que
piensan que la leche sale directamente del tetrabrik o de la botella, o que las
frutas y verduras nacen solas por generación espontánea en el supermercado.
Las
consecuencias de estas políticas absurdas empiezan a percibirse en el bolsillo
del consumidor. La ley de oferta y demanda funciona en los mercados y a menor
producción, mayor precio para el consumidor. Los primeros perjudicados de todo
esto: las capas sociales con menor poder adquisitivo, que ven cómo la cesta de
la compra se encarece día tras día, mientras que sus salarios se revelan
insuficientes para adquirir los productos alimentarios a los que antes tenían
acceso.
Como
ejemplo, el importe de la cesta de la compra en España, en el ejercicio 2023,
ha sufrido un incremento del 11,8 %. Tres veces más, lo cual es una barbaridad,
si se compara con el incremento experimentado por los salarios, entre el 3 y 4
%.
Los
burócratas y políticos que andan promoviendo estas normativas de reducción de
producciones agrarias, no notan demasiado los incrementos de precios de los
alimentos, ya que sus sustanciosos sueldos les permiten adquirirlos sin
esfuerzo aparente. Y si hay algún problemilla se suben ellos los sueldos y de
paso, para asegurarse su cobro, suben los impuestos a los que no gozan de estas
prebendas.
El
sector agrario, que ve que está llegando a su límite de resistencia, comienza a
protestar sobre la injusta situación a la que lo han conducido. Ha habido alborotos
en diversos países europeos: Francia, Holanda e incluso hace unos meses en nuestro
país. Ahora se inician en Alemania donde miles de tractores han llegado en su
manifestación hasta la mismísima Puerta de Brandeburgo en Berlín, protestando
por la eliminación de ayudas al diésel y de otras subvenciones. Y las protestas
continuarán en otros países. Ya se anuncian en España.
Como
apunta Pimentel en su entrevista, parece que Europa ha optado por dejar de
producir ella productos agrarios, para que los produzcan terceros países. Y el
desarmar un sector como el agrario europeo tiene riesgos de todo tipo. Que
estos burócratas, encastillados en sus poltronas, con incapaces de determinar y
valorar su importancia.
Cuando
tengamos que depender de países terceros en el abastecimiento de productos
agrarios, vamos a comprobar en breve plazo que las condiciones de calidad,
sanidad y trazabilidad que rigen ahora en Europa, no serán de aplicación porque
esos países terceros tienen sus propias reglas de producción.
En cuanto esos países suministradores sean
conscientes de que Europa depende de ellos para su alimentación, comenzarán a
elevar los precios y los productos alimenticios en Europa se encarecerán aún
más, en perjuicio de la economía de las clases populares, a las que unos
gobiernos que se autocalifican como progresistas, dicen defender.
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