UN VIAJE A LA TOSCANA Y ROMA
Hace
unos días he regresado de un maravilloso viaje a la Toscana y a la Ciudad
Eterna: Roma.
La
Toscana es una bellísima región italiana en la zona centro – norte de la
península itálica, que además de unos paisajes de ensueño, cuenta con un
patrimonio artístico de primer nivel.
Hemos
disfrutado de un tiempo veraniego, lo que nos ha permitido contemplar un
paisaje en el que la luz de un cielo despejado ha contribuido a aumentar su
belleza. Alternancias de un relieve de colinas en donde destacan los cipreses
como especie forestal típica, con valles muy fértiles, conforman una región con
una extensión de 22.994 km2, un poco más que la provincia de Badajoz, pero que
alberga una población de casi cuatro veces la de Extremadura.
Ciudades
de singular belleza e historia como Florencia, con su imponente catedral
(duomo) de Santa María del Fiore, coronada por la cúpula de Giotto y lugares
bellísimos como la Piazza della Signoria, el Palacio Vecchio, la galería Ufizzi
y las riberas del río Arno con su enjoyado Ponte Vecchio, han generado nuestro
éxtasis ante tanta hermosura constructiva e histórica. Los Médicis artífices en
gran parte de esta maravilla, siempre presentes en escudos y fachadas.
Miles
de turistas pululando por la ciudad, llegando a extremos de encontrar
dificultades para caminar, ante la presencia de una muchedumbre ansiosa de
contemplar tan destacado patrimonio histórico y cultural.
Pisa,
la cuna de Galileo Galilei, cuenta en su recinto histórico intramuros con
edificios de gran monumentalidad como son su catedral, su baptisterio y el
camposanto, así como la Torre de casi 54 metros de altura, campanario del duomo
pisano, retenida en inclinada (4º) erección por adecuadas actuaciones
ingenieriles, para que se mantenga erguida y no termine de hundirse en sus
débiles cimientos pantanosos.
Lucca
la ciudad de Giacomo Puccini autor de óperas tan destacadas como Tosca, que
contiene arias tan bellas como “E lucevan le stelle”, nos recibe con su
singular belleza y su original plaza del Anfiteatro, el centro neurálgico de su
casco antiguo. Su catedral de San Martín y la iglesia de San Miguel son obras
de una gran monumentalidad.
Siena
deslumbra desde su atalaya que alberga la Plaza del Campo y su Palazzo Pubblico
y es sede de su carrera del Palio, que dura menos de minuto y medio y que marca
el triunfo y la gloria para alguna de las “contradas” o barrios en que se
divide la ciudad. Saborear un spritz de Alperol o Campari en las terrazas de esta
hermosa e inclinada plaza en forma de abanico, es un placer indescriptible para
el turista.
Y
su extraordinaria catedral dedicada a la Asunción de la Virgen, construida con
una mezcla de mármol de Carrara y de serpentina, de estructura románica que
iniciara su construcción a finales de 1355, es una edificación majestuosa que
merece una detallada visita para contemplar toda la belleza arquitectónica y de
obras de arte que alberga.
Y
pueblos bellísimos dispersos por su geografía como San Gimignano con sus torres
esbeltas, que alcanzó notoriedad al encontrase en el trayecto de la Vía
Francígena que unía Italia con el resto de Europa, y que conserva su embrujo en
sus calles estrechas, llenas de comercios y de turistas buscando sus recuerdos
y una botella de Chianti, el vino típico de la Toscana italiana que nace del
“coupage” de cuatro variedades de uva, dos negras: sangiovese y canaiolo y dos
blancas: malvasía y trebbiano.
Pienza,
un pueblo pequeño de menos de 2.000 habitantes, recuerda al papa Pío II, que
edificó una bella catedral con algunos problemas constructivos, por asientos
diferenciales de sus cimientos y Montepulciano un pueblo con escarpado acceso
hasta alcanzar la plaza del ayuntamiento y de su inacabada catedral, que
presenta una industria vitivinícola muy importante y es sede de una carrera de
toneles de vino por sus empinadas cuestas. Una cata de buenos caldos locales
completó nuestra visita a este bellísimo enclave.
Y
al fin Roma, la Ciudad Eterna que atesora un impresionante patrimonio
arquitectónico y cultural consecuencia de ser la capital del Imperio Romano y centro
neurálgico de la Iglesia Católica en el Vaticano, un estado dentro de otro
estado, pequeño en extensión, pero de gran importancia social al ser el referente
del catolicismo mundial.
Los
guías nos hablaron de que ya andan por unos 40.000 los visitantes diarios del
Vaticano, la basílica de San Pedro y sus museos, lo que explica el lleno de los
pasillos, que hacía casi imposible el deambular de los visitantes y el poder apreciar
con calma todas sus bellezas.
Me
ha decepcionado Roma en esta visita. Mantiene incólume su patrimonio
arquitectónico, pero se revela como una ciudad sucia, llena de turistas
pululando por todos sus rincones y con un tráfico que roza el caos. El barrio
del Trastévere conserva un ambiente desbordante de gente, pero está lleno de
grafitis y de basura. Nada comparable a lo que conocí hace unos 20 años.
En
cuanto a hostelería he podido comprobar que estamos muy por encima de los
italianos.
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