INQUIETUD
EN EL REGADÍO ESPAÑOL
Hace
unos días he tenido la oportunidad de asistir a las XXI Jornadas Técnicas
organizadas por FENACORE (Federación Nacional de Comunidades de Regantes) en
Madrid.
He
sacado una conclusión final, tras escuchar las diferentes intervenciones de los
ponentes y las conversaciones mantenidas en los pasillos durante los descansos:
el regadío español está inquieto y preocupado. No ve un futuro seguro. Y esto
es muy grave para la estabilidad de un sector que es estratégico para España.
Aunque algunos políticos que dirigen los
destinos de la nación, parecen ignorantes de la ineludible necesidad del
regadío para nuestro país.
La
importancia del regadío nace de la notable superficie de riego que existe en
España, más de 3,8 Millones de ha, que ocupando un 15 % de la Superficie
Agraria Útil, produce más del 60 % de la Producción Final de la Rama Agrícola.
Gracias al regadío se generan rentas y empleo en el medio rural y se fija la
población en el territorio impidiendo su vaciamiento demográfico. Las zonas
rurales que mantienen o aumentan población, se encuentra en las áreas de España
en las que hay regadíos.
Debido
a las producciones agrarias del regadío mantenemos la soberanía alimentaria de
España, ya que suministra en fresco o a través de los productos transformados
en la industria agroalimentaria de la que es principal abastecedor, la mayor
parte de los alimentos que necesitamos los españoles y los turistas que nos
visitan. Y además se ha constituido en un importante sector exportador, que
hace que nuestra balanza comercial sea positiva.
Expertos
de la talla de Jaime Lamo de Espinosa aseguran que la agricultura española será
de regadío o no será. A nivel mundial la FAO encomienda al regadío la tarea de eliminar
el hambre en el mundo. Hoy, más de 800 millones de habitantes de la Tierra no disponen
de alimentos suficientes.
¿Y
a qué se debe la inquietud y preocupación existentes entre los regantes
españoles? Pues a diversas causas que analizaremos, aunque sea a vuelapluma.
La
primera es la desmesurada subida de los costes de los insumos agrarios
necesarios para obtener las producciones en las explotaciones. Especialmente el
de la electricidad, que inició un calvario para los regantes, con la
desaparición en julio del año 2008 de las tarifas especiales de riego R0 y R1,
lo que dio lugar a una subida alarmante del coste energético en contra de lo prometido.
Todavía no se ha conseguido reducir este coste, por la vía de poder contratar
dos potencias al año (período de riego y no riego) y de reducir el IVA.
Todo
el proceso de modernización del regadío llevado a cabo para mejorar la
eficiencia del riego – ya somos junto a Israel, el país que utiliza el agua de
modo más eficiente - en la mayor parte de los casos conlleva un incremento del
uso de la energía. La subida de los costes energéticos se ha sumado al de las
inversiones que hay que asumir en la modernización del riego.
Pero
también se han incrementado sensiblemente el precio de otros insumos:
combustibles, fertilizantes, semillas y plantones, fitosanitarios y laborales,
que están poniendo en un brete a la capacidad de pago de las explotaciones de
riego.
Las
presiones ambientalistas dimanantes de la normativa europea y, especialmente en
relación con el riego, de las disposiciones de la Directiva Marco del Agua
(DMA), en la que se basa la redacción de los planes hidrológicos, cuyo tercer
período de planificación (2022 – 2027) ha sido recientemente aprobado, es un
motivo de grave preocupación del sector del riego, ya que estos nuevos planes
no aseguran con la garantía suficiente la disponibilidad de agua para nuestros
regadíos.
El
incremento notable de los caudales ecológicos - un concepto acuñado en España
pues la DMA no dice nada sobre ellos - determinados sin estudios previos serios
que valoren el método de cálculo, ni sus consecuencias jurídicas, económicas y
sociales, dado su carácter de restricción previa a los sistemas de explotación,
hace que la garantía del riego se vea disminuida. Se estima en un 16 % la parte
de la regulación que se llevan los caudales ecológicos y que ha de restarse de
las disponibilidades para otros usos, entre ellos el regadío.
Por
cierto, como la mayor parte de los ríos españoles presenta en régimen natural
en la época de estiaje unos caudales prácticamente nulos, los caudales
ecológicos hay que suministrarlos desde los embalses de regulación que se
construyeron para abastecimiento o regadío en su mayor parte.
Y
en lugar de incrementar la capacidad de regulación, mediante la construcción de
nuevos embalses, que además son necesarios dadas las previsiones de los
expertos en cambio climático que aseguran que habrá más períodos de sequias,
nos encontramos en uno de esos períodos secos lo que preocupa seriamente a los
regantes de algunas cuencas, y más frecuencia de episodios de lluvias
torrenciales, la política del Ministerio de Transición Ecológica, que cede
alegremente a las presiones de lobbies ecologistas radicales, es la de no sólo
no construir ninguno, sino desmantelar alguno de ellos. Como se ve una
barbaridad que pagaremos muy cara si alguien no detiene este disparate.
Los
representantes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que
asistieron al evento, mostraron su apoyo al regadío, al que consideran la joya
de la corona de la agricultura, pero no tienen las competencias sobre el agua y
en este sentido por muy buena voluntad que ponen, están sometidos a la política
ambiental y conservacionista a ultranza que se sigue desde el Ministerio de
Transición Ecológica. La cual es contraria a los regadíos.
El
regadío español espera una reacción de la administración y la toma de
decisiones gubernamentales, que hagan que en el más breve plazo desaparezca la
inquietud que padece el sector, de modo que los regantes puedan dedicarse a su
oficio de siempre: producir alimentos para los españoles a precios asequibles
en un regadío sostenible.
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