LOS PRECIOS EN LA CADENA AGROALIMENTARIA
La
cadena agroalimentaria está formada por un ciclo de producción – transformación
- comercialización, muy complejo. Se inicia en los productores, agricultores y
ganaderos, se continúa con la industria agroalimentaria cuando hay selección,
acondicionamiento o transformación del producto y finaliza en la distribución.
En muchos casos pueden participar intermediarios.
Debido
a su complejidad, cualquier actuación sobre la cadena y especialmente el
intento de “topar”, verbo que se ha puesto de moda, el precio de los productos
finales, tal y como propugna algún partido populista del gobierno de coalición,
puede traer consecuencias negativas para los componentes de la misma y especialmente
para el productor, que es la parte más débil y la que asume más riesgos en la
cadena de alimentación.
El
precio que deberían recibir los productores, ha de estar basado en los costes
de producción que soportan, incrementado en un beneficio razonable, de modo que
la renta de las explotaciones agrarias permita un nivel de vida digno a
agricultores y ganaderos.
Influirán
también en la formación del precio percibido, el nivel de cosecha que haya en
una campaña determinada, volumen de existencias sin vender de campañas
anteriores, o importaciones de terceros países. Y en último extremo influirá la
renta de los consumidores que adaptarán su consumo al nivel de disponibilidad
que tengan. Es decir, actúa la ley de la oferta y la demanda.
A
partir del productor y hasta llegar al consumidor los precios se incrementan
por el coste de las operaciones de acondicionamiento, transformación,
transporte y mermas, a las que ha de añadirse el beneficio de los
intermediarios que actúan y el de la distribución que pone el producto fresco o
transformado en manos del consumidor final.
Desde
mediados del año 2021, por la situación geo política del mercado mundial y por
la influencia de la guerra de Ucrania, se ha producido un desmesurado
incremento de los costes de producción en origen.
Con
datos oficiales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, entre
octubre del año 2021 y el mismo mes del año 2022, la variación de costes de los
insumos agrarios ha experimentado la siguiente variación.
Piensos
compuestos: + 32,46 %; Alimentos para el ganado: +33,03 %; Fertilizantes: +
54,01 %; Productos fitosanitarios: +20,21 %; Carburantes: +63,42 %; Semillas y
Plantones: +3,12 %. Solamente la electricidad había disminuido un 11,49 % en
este período, pero ha de tenerse en cuenta las espectaculares subidas
experimentadas con anterioridad. A esto ha de añadirse el incremento de los
costes laborales por el alza en el importe del Salario Mínimo Interprofesional.
Analicemos
los datos del IPOD (índice de Precios en Origen y Destino) editado por la
organización agraria COAG. Veamos cómo han evolucionado los precios de algunos
productos esenciales considerando los precios medios del primer y cuarto
trimestre del año 2022.
En
origen, precios percibidos por los productores, la evolución de los precios ha
sido la siguiente:
Aceite
de Oliva Virgen Extra: + 48,83 %; Patata: + 94,12 %; Tomate ensalada: -30,22 %;
Plátano: + 57,69 %; Ternera: +14,71 %; Pollo + 3,03 %; Cerdo: + 38,25 % Huevos:
+29,28 % y Leche de vaca: + 34,26 %.
En
destino, precios pagados por los consumidores, la evolución de precios para
estos mismos productos ha sido:
Aceite
de Oliva Virgen Extra: +29,26 %; Patata: +35,59 %; Tomate ensalada: - 3,78 %;
Plátano: +16,19 %; Ternera: +12,92 %; Pollo: + 6,71 %; Cerdo: + 5,25 %; Huevos:
+28,89 % y Leche de Vaca: +23,81 %.
Entre
origen y destino, entre el productor y el consumidor, los precios agrícolas se
incrementaron 4,56 veces de media durante el año 2022 y los ganaderos 2,84 veces.
Estos
fuertes incrementos de los precios entre origen y destino son típicos, de
siempre, en la cadena agroalimentaria y muchas veces no se encuentra
explicación a estas grandes diferencias entre los precios que perciben los
productores y lo que le cuesta el producto al consumidor, salvo el hecho de que
haya intermediarios en el proceso que se estén forrando.
Las
cifras anteriormente consideradas explican que el IPC de la alimentación en el
año 2022 haya subido hasta el 15,7 %, poniendo el coste de la cesta de la
compra para los consumidores en niveles que no se daban desde hace muchos años.
Las
posibles soluciones para poder reducir el montante de la cesta de la compra
están basadas en que los costes de los insumos que necesita el productor para
obtener sus productos, vuelvan a precios razonables, como estaban antes de esta
crisis de precios y que los altos beneficios que se llevan algunos
intermediarios en la cadena agroalimentaria se moderen a niveles razonables.
Esta reducción sería más factible si hubiera relación lo más directa posible
entre el productor y la distribución o el consumidor, eliminando
intermediarios.
Por
último, el Estado puede echar su cuarto a espadas, reduciendo el IVA de
productos de primera necesidad sobre los que todavía no ha actuado como la
carne, el pescado o las conservas.
Si
se trabaja conjuntamente en estas tres líneas, es posible que la cesta de la
compra vuelva a niveles parecidos a los que había antes de esta crisis. Pero si
los precios de insumos básicos como los piensos, fertilizantes, carburantes,
energía o agua no se moderan, el objetivo casi con toda seguridad será
inalcanzable.
Y
un aviso a navegantes: la apuesta que están haciendo políticas como la PAC o
los planes hidrológicos, por dar prioridad al medio ambiente sobre las
producciones agrarias, colaboran, al reducirse la oferta de productos en
origen, al incremento de los precios. Esta cuestión no debieran olvidarla los
políticos que dirigen el cotarro.
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