viernes, 22 de enero de 2021

 LA DIÁSPORA DE LOS INVESTIGADORES ESPAÑOLES

Históricamente España ha sido un país en el que no se ha dado a la investigación y a la innovación la importancia que realmente tienen, cuando ambos dominios son elementos imprescindibles para el avance y el progreso de una nación. España en esta faceta también es diferente.

La frase pronunciada en su día por Don Miguel de Unamuno “que inventen ellos”, da idea de la escasa importancia que tradicionalmente se ha dado a la investigación en España. La rotunda sentencia pertenece a un intelectual de primer nivel, que fue rector de una universidad de tanta solera como la de Salamanca.

Es tradicional el poco apoyo que históricamente ha tenido la investigación en España. Severo Ochoa ganador del premio Nobel, lo hizo en razón de su trabajo investigador en Estados Unidos y en su condición de ciudadano americano puesto que tenía dicha nacionalidad. España presume de este premio, pero en realidad es un premio americano. Severo Ochoa había nacido y se había formado en España que no es poco. Incluso leyó su tesis doctoral aquí en 1931. Pero el premio Nobel lo obtuvo gracias a la confianza y apoyo que le otorgó la administración yanqui que puso a su disposición los medios necesarios para llevar a buen término sus investigaciones sobre el ADN y el ARN.

Hace un tiempo tuve oportunidad de ver un reportaje de una cadena de televisión en el que entrevistaban a diversos científicos españoles, la mayoría jóvenes, que investigan en el extranjero. Desde Australia a Estados Unidos pasando por Alemania y Reino Unido, hay una pléyade de investigadores españoles que aplica su talento a proyectos de investigación foráneos y constituyen la diáspora de la investigación española. Porque en España no hay sitio para ellos y se ven obligados a emigrar.

Todos estos científicos han sido formados en nuestro país, a costa del erario español y se han visto forzados a abandonar nuestros centros de investigación para poder conseguir unas condiciones adecuadas con las que llevar a cabo sus trabajos. Es decir, España prepara a estos jóvenes investigadores y otros países se aprovechan del talento español. Una inversión ruinosa. Formar un titulado superior cuesta una elevada cantidad de dinero.

Los investigadores que permanecen en España por diferentes razones se ven con poca remuneración y casi sin medios, siempre pendientes de la espada de Damocles relativa a si habrá o no habrá dinero para sus proyectos de investigación, los cuales quedan al albur de los correspondientes recortes presupuestarios.

En nuestro país cuando viene el tío Paco con las rebajas, una de las actividades primeras en las que se hacen podas presupuestarias es en la investigación y en la innovación. Y así es difícil que un país progrese y esté en cabeza de la ciencia y de la tecnología. Un investigador necesita una estabilidad y medios a lo largo del tiempo para llevar a buen fin sus trabajos. Sin una atención presupuestaria sostenida y extendida en el tiempo no es posible mantener un nivel investigador razonable.

Las cifras de inversión en I+D+i en España demuestran nuestra falta de interés en la investigación tanto básica como aplicada. En el último ejercicio cerrado 2017 se llegó a invertir en España el 1,2 % del PIB en investigación. Países como Suecia, Austria, Dinamarca o Alemania dedican más del 3 % del PIB a investigación y desarrollo, porcentaje bastante superior a España, que ocupa el décimo octavo lugar del ranking europeo con ese escaso 1,2 %.  Estamos en la parte de atrás de la lista.

Aunque en los últimos tiempos ha crecido algo el porcentaje destinado a investigación, seguimos ocupando un lugar que no corresponde a un país que es la cuarta potencia económica de la UE. Lo que confirma el poco interés que para nuestros políticos y dirigentes tiene la investigación en España. Nuestra economía se basa en su mayor parte en patentes foráneas y no españolas que hacen que tengamos que abonar los correspondientes royalties.

Un elevado número de investigadores españoles trabajan fuera de España. Casos como Mariano Barbacid o Valentín Fuster son paradigmáticos de la salida de cerebros privilegiados que han abandonado España y han hecho sus “currículum vitae” de investigación en el extranjero sin que se nos mueva un músculo, ni tomemos decisiones al respecto, para mejorar nuestra situación.

Existía la intención de alcanzar en 2020 el 2 % del PIB para investigación. Pero ya hay opiniones como la de la Fundación Cotec presidida por la ex ministra Cristina Garmendia que consideran inalcanzable este objetivo dada la anormal situación sanitaria y económica en la que estamos. Incluso llegando a ese porcentaje quedaríamos bastante lejos de otros países europeos de nuestro entorno.

Habrá que pensar, siendo optimistas, que los efectos del virus SARS – CoV – 2 pudieran ser un toque de atención que lleve a España a reorganizar su investigación e innovación, de modo que empiecen a destinarse presupuesto y medios que permitan a nuestros investigadores permanecer en España y dedicarse a la investigación de temas que interesen a nuestro país.

Pero nos tememos que nuestra incuria investigadora va a seguir vigente. Para que España siga siendo diferente también en esta faceta científica y técnica.

 

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