LA DIÁSPORA DE LOS INVESTIGADORES ESPAÑOLES
Históricamente
España ha sido un país en el que no se ha dado a la investigación y a la innovación
la importancia que realmente tienen, cuando ambos dominios son elementos
imprescindibles para el avance y el progreso de una nación. España en esta
faceta también es diferente.
La
frase pronunciada en su día por Don Miguel de Unamuno “que inventen ellos”, da
idea de la escasa importancia que tradicionalmente se ha dado a la
investigación en España. La rotunda sentencia pertenece a un intelectual de
primer nivel, que fue rector de una universidad de tanta solera como la de
Salamanca.
Es
tradicional el poco apoyo que históricamente ha tenido la investigación en
España. Severo Ochoa ganador del premio Nobel, lo hizo en razón de su trabajo
investigador en Estados Unidos y en su condición de ciudadano americano puesto
que tenía dicha nacionalidad. España presume de este premio, pero en realidad
es un premio americano. Severo Ochoa había nacido y se había formado en España
que no es poco. Incluso leyó su tesis doctoral aquí en 1931. Pero el premio
Nobel lo obtuvo gracias a la confianza y apoyo que le otorgó la administración
yanqui que puso a su disposición los medios necesarios para llevar a buen
término sus investigaciones sobre el ADN y el ARN.
Hace
un tiempo tuve oportunidad de ver un reportaje de una cadena de televisión en
el que entrevistaban a diversos científicos españoles, la mayoría jóvenes, que
investigan en el extranjero. Desde Australia a Estados Unidos pasando por
Alemania y Reino Unido, hay una pléyade de investigadores españoles que aplica
su talento a proyectos de investigación foráneos y constituyen la diáspora de
la investigación española. Porque en España no hay sitio para ellos y se ven
obligados a emigrar.
Todos
estos científicos han sido formados en nuestro país, a costa del erario español
y se han visto forzados a abandonar nuestros centros de investigación para poder
conseguir unas condiciones adecuadas con las que llevar a cabo sus trabajos. Es
decir, España prepara a estos jóvenes investigadores y otros países se
aprovechan del talento español. Una inversión ruinosa. Formar un titulado
superior cuesta una elevada cantidad de dinero.
Los
investigadores que permanecen en España por diferentes razones se ven con poca
remuneración y casi sin medios, siempre pendientes de la espada de Damocles
relativa a si habrá o no habrá dinero para sus proyectos de investigación, los
cuales quedan al albur de los correspondientes recortes presupuestarios.
En
nuestro país cuando viene el tío Paco con las rebajas, una de las actividades
primeras en las que se hacen podas presupuestarias es en la investigación y en
la innovación. Y así es difícil que un país progrese y esté en cabeza de la
ciencia y de la tecnología. Un investigador necesita una estabilidad y medios a
lo largo del tiempo para llevar a buen fin sus trabajos. Sin una atención
presupuestaria sostenida y extendida en el tiempo no es posible mantener un
nivel investigador razonable.
Las
cifras de inversión en I+D+i en España demuestran nuestra falta de interés en
la investigación tanto básica como aplicada. En el último ejercicio cerrado
2017 se llegó a invertir en España el 1,2 % del PIB en investigación. Países
como Suecia, Austria, Dinamarca o Alemania dedican más del 3 % del PIB a
investigación y desarrollo, porcentaje bastante superior a España, que ocupa el
décimo octavo lugar del ranking europeo con ese escaso 1,2 %. Estamos en la parte de atrás de la lista.
Aunque
en los últimos tiempos ha crecido algo el porcentaje destinado a investigación,
seguimos ocupando un lugar que no corresponde a un país que es la cuarta
potencia económica de la UE. Lo que confirma el poco interés que para nuestros
políticos y dirigentes tiene la investigación en España. Nuestra economía se
basa en su mayor parte en patentes foráneas y no españolas que hacen que tengamos
que abonar los correspondientes royalties.
Un
elevado número de investigadores españoles trabajan fuera de España. Casos como
Mariano Barbacid o Valentín Fuster son paradigmáticos de la salida de cerebros
privilegiados que han abandonado España y han hecho sus “currículum vitae” de
investigación en el extranjero sin que se nos mueva un músculo, ni tomemos
decisiones al respecto, para mejorar nuestra situación.
Existía
la intención de alcanzar en 2020 el 2 % del PIB para investigación. Pero ya hay
opiniones como la de la Fundación Cotec presidida por la ex ministra Cristina
Garmendia que consideran inalcanzable este objetivo dada la anormal situación
sanitaria y económica en la que estamos. Incluso llegando a ese porcentaje
quedaríamos bastante lejos de otros países europeos de nuestro entorno.
Habrá
que pensar, siendo optimistas, que los efectos del virus SARS – CoV – 2 pudieran
ser un toque de atención que lleve a España a reorganizar su investigación e
innovación, de modo que empiecen a destinarse presupuesto y medios que permitan
a nuestros investigadores permanecer en España y dedicarse a la investigación
de temas que interesen a nuestro país.
Pero
nos tememos que nuestra incuria investigadora va a seguir vigente. Para que
España siga siendo diferente también en esta faceta científica y técnica.
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